Este domingo que se jugó la final de la Copa América vimos aficionados colarse al estadio por los ductos de aire acondicionado. El partido retrasó su inicio unos 75 minutos y en algún momento se especuló que podría posponerse. Finalmente no ocurrió así y por fortuna no hubo incidentes qué lamentar.
Cuando uno ve personas en fila, colarse sin pagar, podría pensar que son las peores personas del mundo. No creo que lo fueran, al menos no todas las personas que brincaron rejas, paredes y ductos. Ocurrió un comportamiento colectivo.
Como bien señala Gustav Lebon. "Los sentimientos y las ideas de todas las personas en la asamblea toman una sola dirección y su consciente personalidad desaparece. Una mente colectiva se forma, seguramente temporal, pero que posee características muy claras. La masa en sí misma llega a ser un ser autónomo." Era a los organizadores a quienes correspondía evitar los incidentes del domingo pasado.
Eso mismo ocurre en una sociedad y las diversas conductas que hay en torno al tránsito. Cuando las reglas apuntan a la protección de la vida por encima de las prioridades de tránsito, es más fácil dejar de lado los errores individuales y la conducta colectiva es justo la protección de la vida. Por el contrario, cuando la prisa es lo que se privilegia, cualquier estorbo merece la pena de muerte.
En este contexto surge una campaña más, en esta ocasión de parte de la Secretaría de Seguridad Ciudadana. De nuevo, una campaña sin mayor fundamento científico pide a peatones respetar semáforos, pasos de cebra, caminar por las banquetas, usar puentes peatonales y cruzar por las esquinas. No es que no sea una convención universal, es que es una campaña estéril que no contribuye ni a salvar vidas ni a hacer más grata la convivencia en las calles.
Es, insisto, una improvisación más de la peor administración en materia de tránsito en décadas. A Jesús Orta, a Omar García Harfush y a Pablo Vázquez les ha importado un comino la vida de las personas: subió la mortalidad por incidentes de tránsito no porque más personas hayan dejado de cruzar las calles por las esquinas, sino porque subió la velocidad promedio de los automóviles, porque el alcoholímetro se volvió una medida corrupta, porque se invadieron los espacios peatonales como nunca antes.
Ahora, en la campaña de la Secretaría de Seguridad Ciudadana, un tipo camina disfrazado de agente de tránsito romano, así de ridículos, y de nuevo dice lo que todos sabemos: que hay que cruzar en los pasos de cebra que la Secretaría de Obras y Servicios no pinta, hay que cruzar en los semáforos en los que la Subsecretaría de Control de Tránsito deja la ola verde por varios minutos, que hay que usar las banquetas que los autos invaden sin que los tamarindos hagan mayor cosa, que hay que cruzar por las esquinas llenas de puntos ciegos que la Secretaría de Gobierno rentea con las organizaciones de vendedores informales y que hay que usar los puentes que la Secretaría de Movilidad no sabe que son antipeatonales.
Ya, por favor. No es con campañas ridículas como vamos a mejorar la seguridad vial, sino aplicando el reglamento de tránsito a quienes crean el riesgo, los conductores de vehículos automotores, que hoy saben que son absolutamente libres y que pronto, gracias a la demagogia de nuestra próxima jefa de gobierno, Clara Brugada, podrán volver a tener una Licencia permanente que no les garantizará saber manejar ni tener las condiciones físicas para ello.