/ jueves 21 de septiembre de 2017

La simulación podría matar a la seguridad social

Todavía no leo WhatHappened, de Hillary Clinton, pero para mí está muy claro lo que en realidad pasó en 2016.

Hoy en día, Estados Unidos parte de un tribalismo extremo, un 47 o 48% del electorado votaría por cualquier republicano, sin importar qué tan malo fuera, y en contra de cualquier demócrata, sin importar qué tan bueno fuera. A su vez, esto quiere decir que nimiedades —periodistas que actúan como niños malcriados en la escuela, atacando en grupo a los candidatos que no les agradan, acontecimientos que sugieren un nuevo escándalo aun cuando no hay nada— pueden inclinar la balanza a favor incluso del peor candidato imaginable.

De manera significativa, el año pasado demasiadas personas se confiaron,  dieron por hecho que Trump no podría convertirse en presidente, así que se sintieron en libertad de dedicarse a trivialidades. Después despertaron para descubrir que había sucedido lo inconcebible.

¿Podría estar por pasar algo similar con la seguridad social?

Los intentos republicanos de destruir Obamacare han fracasado una y otra vez y por una muy buena razón. Sus ataques a la Ley de Atención Médica Asequible (ACA) siempre se basaron en mentiras y nunca presentaron una alternativa satisfactoria.

El hecho incontrovertible es que los elementos más importantes de ACA —que prohíbe la discriminación de los asegurados con base en su historial médico; requiere que la gente adquiera un seguro incluso si está sana en ese momento; incluye subsidios a la prima y una expansión a Medicaid que hacen que el seguro sea asequible incluso para aquellos con bajos ingresos— están ahí porque son necesarios. No obstante, cada uno de los planes presentados por los republicanos prescinde de esos elementos clave o los debilita, lo cual dejaría sin seguro médico a decenas de millones de estadounidenses, siendo los más vulnerables los que se llevarían la peor parte.

A estas alturas, todos deberían haberlo comprendido claramente. Así que uno podría estar tentado a asumir que ningún plan de ese tipo tendría posibilidades de ser aprobado, mucho menos uno que, en todo caso, se ve peor que todo lo que hemos visto hasta ahora. Sin embargo, es precisamente debido a que tanta gente da por hecho que la amenaza ya pasó y a que su atención está en otra parte, que la seguridad social está en peligro una vez más.

Los promotores del proyecto de ley Graham-Cassidy que ahora se abren paso hacia el voto en el senado afirman estar ofreciendo una versión moderada que conserva lo bueno de Obamacare. En otras palabras, mantienen la norma del Partido Republicano de mentir tanto sobre el contenido de Obamacare como sobre aquello que ocupará su lugar.

En realidad, Graham-Cassidy es lo opuesto de lo moderado. Contiene, de manera exagerada y casi caricaturesca, todos los elementos que hicieron que las anteriores propuestas republicanas fueran tan crueles y destructivas.

Eliminaría el mandato individual, debilitaría, si no es que eliminaría de facto, la protección a aquellos con enfermedades preexistentes y recortaría el financiamiento a los subsidios y a Medicaid.

Todavía no leo WhatHappened, de Hillary Clinton, pero para mí está muy claro lo que en realidad pasó en 2016.

Hoy en día, Estados Unidos parte de un tribalismo extremo, un 47 o 48% del electorado votaría por cualquier republicano, sin importar qué tan malo fuera, y en contra de cualquier demócrata, sin importar qué tan bueno fuera. A su vez, esto quiere decir que nimiedades —periodistas que actúan como niños malcriados en la escuela, atacando en grupo a los candidatos que no les agradan, acontecimientos que sugieren un nuevo escándalo aun cuando no hay nada— pueden inclinar la balanza a favor incluso del peor candidato imaginable.

De manera significativa, el año pasado demasiadas personas se confiaron,  dieron por hecho que Trump no podría convertirse en presidente, así que se sintieron en libertad de dedicarse a trivialidades. Después despertaron para descubrir que había sucedido lo inconcebible.

¿Podría estar por pasar algo similar con la seguridad social?

Los intentos republicanos de destruir Obamacare han fracasado una y otra vez y por una muy buena razón. Sus ataques a la Ley de Atención Médica Asequible (ACA) siempre se basaron en mentiras y nunca presentaron una alternativa satisfactoria.

El hecho incontrovertible es que los elementos más importantes de ACA —que prohíbe la discriminación de los asegurados con base en su historial médico; requiere que la gente adquiera un seguro incluso si está sana en ese momento; incluye subsidios a la prima y una expansión a Medicaid que hacen que el seguro sea asequible incluso para aquellos con bajos ingresos— están ahí porque son necesarios. No obstante, cada uno de los planes presentados por los republicanos prescinde de esos elementos clave o los debilita, lo cual dejaría sin seguro médico a decenas de millones de estadounidenses, siendo los más vulnerables los que se llevarían la peor parte.

A estas alturas, todos deberían haberlo comprendido claramente. Así que uno podría estar tentado a asumir que ningún plan de ese tipo tendría posibilidades de ser aprobado, mucho menos uno que, en todo caso, se ve peor que todo lo que hemos visto hasta ahora. Sin embargo, es precisamente debido a que tanta gente da por hecho que la amenaza ya pasó y a que su atención está en otra parte, que la seguridad social está en peligro una vez más.

Los promotores del proyecto de ley Graham-Cassidy que ahora se abren paso hacia el voto en el senado afirman estar ofreciendo una versión moderada que conserva lo bueno de Obamacare. En otras palabras, mantienen la norma del Partido Republicano de mentir tanto sobre el contenido de Obamacare como sobre aquello que ocupará su lugar.

En realidad, Graham-Cassidy es lo opuesto de lo moderado. Contiene, de manera exagerada y casi caricaturesca, todos los elementos que hicieron que las anteriores propuestas republicanas fueran tan crueles y destructivas.

Eliminaría el mandato individual, debilitaría, si no es que eliminaría de facto, la protección a aquellos con enfermedades preexistentes y recortaría el financiamiento a los subsidios y a Medicaid.