/ jueves 10 de septiembre de 2020

La soberbia presidencial

Hay que olvidar la lógica maniquea de verdad y mentira, y centrarnos en la intencionalidad de quienes mienten.

Jacques Derrida


Andrés Manuel López Obrador puede, sin ningún freno, emitir un mensaje donde festina que un partido, México Libre, no obtenga su registro legal. Sin embargo, ¿debe hacerlo? ¡Claro que no! Esa no es su función como titular del Ejecutivo federal. Lejos de ello, su papel es garantizar que los partidos en particular y los ciudadanos en general ejerzan sus derechos a plenitud.


Con ese desplante, AMLO corroboró su intervención en los comicios del año próximo. Así, queda evidenciada su escasa vocación democrática y, al mismo tiempo, exhibe su vena autoritaria que le da la potestad de escoger qué organismo partidario “merece” participar en las elecciones. En contraste, el tabasqueño no emitió su opinión en relación a la obtención del registro de un partido abiertamente confesional como Encuentro Solidario.


Es evidente que el inquilino del Palacio Nacional está nervioso por la posible pérdida de la mayoría en la Cámara de Diputados. Los vientos de crisis en su partido podrían influir en el descalabro. Su anuncio de que será “vigilante del proceso electoral”, implica algo más que un rasgo de “pulcritud democrática”. Después de su arrebato autoritario del fin de semana, no queda duda que podríamos llegar a un proceso electoral con elecciones cuestionadas por el propio presidente de la República, que quizá riñan con los resultados del INE.


La prepotencia presidencial, encubierta de celofán democrático y de respeto a las garantías, es cada día más preocupante. Sus diarias homilías son afrentas a la pluralidad y a la diversidad. Y no se trata simplemente de opiniones, sino de ataques a quienes piensan o escriben distinto a su conducción política. Y lo hace desde cadena nacional, lo cual entraña un evidente abuso de poder.


Y conste que no se trata de descubrir los reflejos despóticos de un añejo poder presidencial ya remiso en nuestra historia, sino que estamos en presencia del comportamiento de un líder que padeció los golpes de una clase política dominante intolerante y que hoy reproduce el tabasqueño.


Preguntémonos, ¿por qué AMLO no promovió una reforma para asistir a debatir el informe presidencial en el Congreso de la Unión si está a favor de la discusión? Ese no es su interés. Su especialidad es denostar sin derecho a réplica. Le incomoda la polémica directa. La soberbia se ha convertido en la categoría dominante del lenguaje presidencial. El ADN del viejo PRI cabalga de nuevo, pero ahora con una armadura de presunta izquierda. La batalla será dura, mas no imposible.






pedropenaloza@yahoo.com/

@pedro_penaloz

Hay que olvidar la lógica maniquea de verdad y mentira, y centrarnos en la intencionalidad de quienes mienten.

Jacques Derrida


Andrés Manuel López Obrador puede, sin ningún freno, emitir un mensaje donde festina que un partido, México Libre, no obtenga su registro legal. Sin embargo, ¿debe hacerlo? ¡Claro que no! Esa no es su función como titular del Ejecutivo federal. Lejos de ello, su papel es garantizar que los partidos en particular y los ciudadanos en general ejerzan sus derechos a plenitud.


Con ese desplante, AMLO corroboró su intervención en los comicios del año próximo. Así, queda evidenciada su escasa vocación democrática y, al mismo tiempo, exhibe su vena autoritaria que le da la potestad de escoger qué organismo partidario “merece” participar en las elecciones. En contraste, el tabasqueño no emitió su opinión en relación a la obtención del registro de un partido abiertamente confesional como Encuentro Solidario.


Es evidente que el inquilino del Palacio Nacional está nervioso por la posible pérdida de la mayoría en la Cámara de Diputados. Los vientos de crisis en su partido podrían influir en el descalabro. Su anuncio de que será “vigilante del proceso electoral”, implica algo más que un rasgo de “pulcritud democrática”. Después de su arrebato autoritario del fin de semana, no queda duda que podríamos llegar a un proceso electoral con elecciones cuestionadas por el propio presidente de la República, que quizá riñan con los resultados del INE.


La prepotencia presidencial, encubierta de celofán democrático y de respeto a las garantías, es cada día más preocupante. Sus diarias homilías son afrentas a la pluralidad y a la diversidad. Y no se trata simplemente de opiniones, sino de ataques a quienes piensan o escriben distinto a su conducción política. Y lo hace desde cadena nacional, lo cual entraña un evidente abuso de poder.


Y conste que no se trata de descubrir los reflejos despóticos de un añejo poder presidencial ya remiso en nuestra historia, sino que estamos en presencia del comportamiento de un líder que padeció los golpes de una clase política dominante intolerante y que hoy reproduce el tabasqueño.


Preguntémonos, ¿por qué AMLO no promovió una reforma para asistir a debatir el informe presidencial en el Congreso de la Unión si está a favor de la discusión? Ese no es su interés. Su especialidad es denostar sin derecho a réplica. Le incomoda la polémica directa. La soberbia se ha convertido en la categoría dominante del lenguaje presidencial. El ADN del viejo PRI cabalga de nuevo, pero ahora con una armadura de presunta izquierda. La batalla será dura, mas no imposible.






pedropenaloza@yahoo.com/

@pedro_penaloz

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