/ sábado 21 de julio de 2018

La sucesión presidencial y el cambio


Todo proceso de desarrollo -natural, social, personal- contiene etapas de una continua dinámica de transformaciones abierta a los nuevos días, al futuro. Así lo demuestran los testimonios de los acontecimientos humanos y el sentido oculto de las mutaciones de todos los seres vivos y de los hechos naturales.

La reflexión y la transformación interior nos indican el camino de nuevas posibilidades de cambio, aspectos distintos de las crisis experimentadas que han permanecido largo tiempo definidas, transparentes, visibles a primera vista.

Por lo general, los cambios aportan períodos brillantes y distendidos que son propicios para favorecer la evolución de nuestro contexto histórico, la evolución de los seres humanos, principalmente, y de sus momentos extraordinarios de creatividad, de sabiduría y de bienestar.

Podemos decir que el cambio es el generador de un tiempo lleno de grandeza, de fortuna y de libertad. Con los cambios se superan las crisis, las épocas conflictivas, los largos y difíciles días llenos de carencias; los mecanismos y motivaciones anquilosadas que impiden la renovación de los valores y objetivos de la comunidad. En los últimos 30 años hemos estado sujetos a mecanismos anquilosados que no funcionan.

Tanto en el ámbito de las personas como en el de los países, las fuerzas sociales actúan interrelacionadas cuando una grave situación conflictiva deja el camino abierto al cambio que generan progreso y estabilidad. Si este proceso de transformación está correctamente equilibrado, y es producto de una planeación correctamente calculada, puede producir resultados que aseguren las posibilidades de éxito más satisfactorias tanto de los objetivos fundamentales como de los mínimos detalles.

Este cambio debe contener la verdad colectiva y universal de la que nace. Decía Confucio: “si pones tu mente en la humanidad te librarás del mal”.

Según este planteamiento, el caos o el desorden social no tendría razón de ser, y los daños no podrían afectar la capacidad de la comunidad de fortalecer su desarrollo de acuerdo con la firmeza de sus nacientes perspectivas de crecimiento y de la reciente condición de los imperativos y sentimientos personales.

Tenemos derecho a preguntarnos: ¿no es el cambio el motor mismo de la Historia? El derrumbe de los viejos esquemas de vida social ha dado lugar a la adopción de estilos diferentes con los que se expresa el pensamiento de la sociedad moderna.

Solo quiero tocar un punto, un solo punto de los muchos imposibles que se ha fijado el futuro gobierno: la Educación.

La Educación que se imparte en la primaria y la secundaria debe ser el resultado de las tesis del hombre completo, libre y consciente para integrar la formación y constituir la liberación y la realización del individuo. La Educación media superior y la superior deben caminar sobre vías de sensibilización y de humanismo para que universitarios y profesionistas conozcan las necesidades físicas y espirituales de nuestro pueblo, les apliquen soluciones y de esta forma se responsabilicen ante la sociedad.

El párrafo anterior obedece a que, ante la mirada atónita de la sociedad, trabajadores y maestros pertenecientes a sindicatos y coordinaciones se atacan permanentemente ya como un sistema de vida por prebendas y beneficios para ellos y les importa un cacahuate su privilegiada y honrosísima profesión. ¿No recuerdan, amables lectores, las imágenes de grupos de maestros en calzoncillos introduciéndose por la fuerza a la Cámara de Senadores hace varios lustros? ¿Qué pueden tener de materia gris esos pseudodocentes? ¿Qué pueden enseñar a sus pupilos sino violencia y arbitrariedad? ¿Con qué autoridad exigirán buenas calificaciones, cuando las propias son reprobatorias? Los maestros que participan en estas diferencias no tienen tesis de hombres completos, libres y conscientes, ni tampoco están sensibilizados y humanizados, y por lo tanto desconocen lo que es la responsabilidad.

Durante un número considerable de años se emplean tiempo, dinero y esfuerzo en preparar a estos seres humanos para que, habiendo obtenido un título profesional se comporten con una conducta digna de pulquería en escuelas y campus universitarios.

Las universidades en México se enfrentan año con año a un creciente número de aspirantes; la actual solución es limitar el ingreso aplicando difíciles exámenes de admisión. Los aceptados se mueven generalmente en estructuras de clase relativamente rígidas; además no fácilmente pueden ascender en la sociedad, y de esta forma nace un estudiantado frustrado en sus aspiraciones y propenso a acciones rebeldes, o con mentalidades destructivas.

No es agradable gritar en el desierto, pero es más digno que sentarse, como han hecho por años y lo siguen haciendo las autoridades educativas, a tirar mordiscos al aire y puñaladas al mar.

Premio Nacional de Periodismo

Fundador de Notimex

pacofonn@yahoo.com.mx


Todo proceso de desarrollo -natural, social, personal- contiene etapas de una continua dinámica de transformaciones abierta a los nuevos días, al futuro. Así lo demuestran los testimonios de los acontecimientos humanos y el sentido oculto de las mutaciones de todos los seres vivos y de los hechos naturales.

La reflexión y la transformación interior nos indican el camino de nuevas posibilidades de cambio, aspectos distintos de las crisis experimentadas que han permanecido largo tiempo definidas, transparentes, visibles a primera vista.

Por lo general, los cambios aportan períodos brillantes y distendidos que son propicios para favorecer la evolución de nuestro contexto histórico, la evolución de los seres humanos, principalmente, y de sus momentos extraordinarios de creatividad, de sabiduría y de bienestar.

Podemos decir que el cambio es el generador de un tiempo lleno de grandeza, de fortuna y de libertad. Con los cambios se superan las crisis, las épocas conflictivas, los largos y difíciles días llenos de carencias; los mecanismos y motivaciones anquilosadas que impiden la renovación de los valores y objetivos de la comunidad. En los últimos 30 años hemos estado sujetos a mecanismos anquilosados que no funcionan.

Tanto en el ámbito de las personas como en el de los países, las fuerzas sociales actúan interrelacionadas cuando una grave situación conflictiva deja el camino abierto al cambio que generan progreso y estabilidad. Si este proceso de transformación está correctamente equilibrado, y es producto de una planeación correctamente calculada, puede producir resultados que aseguren las posibilidades de éxito más satisfactorias tanto de los objetivos fundamentales como de los mínimos detalles.

Este cambio debe contener la verdad colectiva y universal de la que nace. Decía Confucio: “si pones tu mente en la humanidad te librarás del mal”.

Según este planteamiento, el caos o el desorden social no tendría razón de ser, y los daños no podrían afectar la capacidad de la comunidad de fortalecer su desarrollo de acuerdo con la firmeza de sus nacientes perspectivas de crecimiento y de la reciente condición de los imperativos y sentimientos personales.

Tenemos derecho a preguntarnos: ¿no es el cambio el motor mismo de la Historia? El derrumbe de los viejos esquemas de vida social ha dado lugar a la adopción de estilos diferentes con los que se expresa el pensamiento de la sociedad moderna.

Solo quiero tocar un punto, un solo punto de los muchos imposibles que se ha fijado el futuro gobierno: la Educación.

La Educación que se imparte en la primaria y la secundaria debe ser el resultado de las tesis del hombre completo, libre y consciente para integrar la formación y constituir la liberación y la realización del individuo. La Educación media superior y la superior deben caminar sobre vías de sensibilización y de humanismo para que universitarios y profesionistas conozcan las necesidades físicas y espirituales de nuestro pueblo, les apliquen soluciones y de esta forma se responsabilicen ante la sociedad.

El párrafo anterior obedece a que, ante la mirada atónita de la sociedad, trabajadores y maestros pertenecientes a sindicatos y coordinaciones se atacan permanentemente ya como un sistema de vida por prebendas y beneficios para ellos y les importa un cacahuate su privilegiada y honrosísima profesión. ¿No recuerdan, amables lectores, las imágenes de grupos de maestros en calzoncillos introduciéndose por la fuerza a la Cámara de Senadores hace varios lustros? ¿Qué pueden tener de materia gris esos pseudodocentes? ¿Qué pueden enseñar a sus pupilos sino violencia y arbitrariedad? ¿Con qué autoridad exigirán buenas calificaciones, cuando las propias son reprobatorias? Los maestros que participan en estas diferencias no tienen tesis de hombres completos, libres y conscientes, ni tampoco están sensibilizados y humanizados, y por lo tanto desconocen lo que es la responsabilidad.

Durante un número considerable de años se emplean tiempo, dinero y esfuerzo en preparar a estos seres humanos para que, habiendo obtenido un título profesional se comporten con una conducta digna de pulquería en escuelas y campus universitarios.

Las universidades en México se enfrentan año con año a un creciente número de aspirantes; la actual solución es limitar el ingreso aplicando difíciles exámenes de admisión. Los aceptados se mueven generalmente en estructuras de clase relativamente rígidas; además no fácilmente pueden ascender en la sociedad, y de esta forma nace un estudiantado frustrado en sus aspiraciones y propenso a acciones rebeldes, o con mentalidades destructivas.

No es agradable gritar en el desierto, pero es más digno que sentarse, como han hecho por años y lo siguen haciendo las autoridades educativas, a tirar mordiscos al aire y puñaladas al mar.

Premio Nacional de Periodismo

Fundador de Notimex

pacofonn@yahoo.com.mx