/ viernes 7 de mayo de 2021

La suspensión de patentes

En los últimos días el presidente Joe Biden propuso lo que puede ser el hecho más importante de la post pandemia, la suspensión de las patentes de vacunas contra el Covid-19, significa que cualquier laboratorio en el mundo con el instrumental correcto podría fabricar la vacuna, lo que la haría accesible y más económica. El hecho cuenta con el apoyo de algunos gobiernos y acto a destacar, con el respaldo del presidente Vladimir Putin.

La respuesta de las compañías farmacéuticas a través de la Federación Internacional de la Industria Farmacéutica ha sido que la suspensión es una respuesta sencilla pero incorrecta a un problema complejo, así como que fomentará la proliferación de vacunas falsificadas. Sus argumentos son tan mezquinos e inmorales, como débiles e irracionales. La liberación de la vacuna evitaría la necesidad de falsificarla, y decir que es sencillo como incorrecto es un galimatías que no conduce a nada. La realidad es que la industria farmacéutica, sin duda es la más rentable del mundo y uno de los grupos de poder más influyentes, pareciera que no tiene más propósito que las utilidades.

La propuesta de Biden tiene un antecedente enorme el de Jonas Salk, quien desarrolló la vacuna contra la polio y nunca la patentó. Incluso acordó con sus competidores que tampoco lo hicieran para lograr un beneficio a la humanidad como fue la erradicación de la enfermedad. Su calidad humana y nivel de científico son hoy un ejemplo para seguir.

Liberar las vacunas sería un avance importante para vencer el coronavirus, ya que eliminaría cuellos de botellas y permitiría la fabricación de un número de vacunas que en este modelo actual es impensable. Este cambio lograría que la investigación se centre en una vacunación permanente, y no un modelo de mantenimiento donde toda la humanidad se tiene que vacunar cada año, como lo desean las farmacéuticas. Estas deben pronunciarse y no deberían tener inconveniente en liberar la patente; deben mostrar si optan por las utilidades, un negocio basado en el dolor y la muerte generada por la pandemia o una preocupación auténtica por la salud y la humanidad.

La ciencia podría tomar una nueva direccionalidad, en la cual la investigación se centre en curar enfermedades y mejorar la calidad de vida, en lugar de lo que está pasando actualmente donde la mayoría de los laboratorios se concentra en desarrollar medicamentos que crean dependencia o estén destinados a usos cosméticos.

Habrá que estar atento a lo que pase en las próximas semanas. Es de la mayor conveniencia que México se sume a este planteamiento, además de un debate global sobre la investigación médica, centralizada en lo humano y no en el valor de las acciones

En los últimos días el presidente Joe Biden propuso lo que puede ser el hecho más importante de la post pandemia, la suspensión de las patentes de vacunas contra el Covid-19, significa que cualquier laboratorio en el mundo con el instrumental correcto podría fabricar la vacuna, lo que la haría accesible y más económica. El hecho cuenta con el apoyo de algunos gobiernos y acto a destacar, con el respaldo del presidente Vladimir Putin.

La respuesta de las compañías farmacéuticas a través de la Federación Internacional de la Industria Farmacéutica ha sido que la suspensión es una respuesta sencilla pero incorrecta a un problema complejo, así como que fomentará la proliferación de vacunas falsificadas. Sus argumentos son tan mezquinos e inmorales, como débiles e irracionales. La liberación de la vacuna evitaría la necesidad de falsificarla, y decir que es sencillo como incorrecto es un galimatías que no conduce a nada. La realidad es que la industria farmacéutica, sin duda es la más rentable del mundo y uno de los grupos de poder más influyentes, pareciera que no tiene más propósito que las utilidades.

La propuesta de Biden tiene un antecedente enorme el de Jonas Salk, quien desarrolló la vacuna contra la polio y nunca la patentó. Incluso acordó con sus competidores que tampoco lo hicieran para lograr un beneficio a la humanidad como fue la erradicación de la enfermedad. Su calidad humana y nivel de científico son hoy un ejemplo para seguir.

Liberar las vacunas sería un avance importante para vencer el coronavirus, ya que eliminaría cuellos de botellas y permitiría la fabricación de un número de vacunas que en este modelo actual es impensable. Este cambio lograría que la investigación se centre en una vacunación permanente, y no un modelo de mantenimiento donde toda la humanidad se tiene que vacunar cada año, como lo desean las farmacéuticas. Estas deben pronunciarse y no deberían tener inconveniente en liberar la patente; deben mostrar si optan por las utilidades, un negocio basado en el dolor y la muerte generada por la pandemia o una preocupación auténtica por la salud y la humanidad.

La ciencia podría tomar una nueva direccionalidad, en la cual la investigación se centre en curar enfermedades y mejorar la calidad de vida, en lugar de lo que está pasando actualmente donde la mayoría de los laboratorios se concentra en desarrollar medicamentos que crean dependencia o estén destinados a usos cosméticos.

Habrá que estar atento a lo que pase en las próximas semanas. Es de la mayor conveniencia que México se sume a este planteamiento, además de un debate global sobre la investigación médica, centralizada en lo humano y no en el valor de las acciones