/ martes 7 de abril de 2020

La terca realidad

Por: Martha Tagle

Una familia que tiene un negocio pequeño de pan y pasteles, de ahí comen tres familias más; la señora que, cuando su marido perdió el empleo, sacó un puesto de tortas y lonches en una zona de oficinistas; la mujer que, cuando su marido se fue al otro lado, durante 30 años levantó tres ópticas y genera ingresos para doce familias.


El pequeño restaurante bar atendido por una pareja con dos hijos pequeños que da empleo a diez personas; la señora que vende por catálogo pues requiere mantener a sus 3 hijos; la doña que se pone en la esquina a vender productos del campo que trae de su pueblo; mujeres como mi madre que vendía ropa en las oficinas para sacarnos adelante cuando quedo viuda; una madre soltera que se mantiene haciendo manicura; la señora que limpia el edificio y tiene una hija con discapacidad; la señora mayor que trabajó toda su vida en empleos informales pero aún no tiene 68 años; el profesionista que ante la falta de empleo se puso a trabajar en Uber; la profesionista con maestría que trabaja por proyecto.


Esta es la terca realidad, todas son historias de personas a mi alrededor, que ante la emergencia sanitaria y la necesidad del aislamiento social están desesperadas pues no saben que harán para tener ingresos, pagar rentas, llevar la comida, sostener sueldos, ni se imaginan que pasa si un familiar se contagia y enferma de gravedad, y para quienes en el mensaje del domingo del presidente no hubo ninguna respuesta.


El mensaje que dio el presidente dejó zozobra e incertidumbre, decepcionó a muchos, y sólo recogió aplausos de algunos que trabajan para él. Pues, aunque es clara su intención de hacer un corte de caja para difundir lo que ha hecho en lo que va de su gobierno, se esperaba que ante la emergencia sanitaria se dieran a conocer medidas para atender los impactos económicos que la contingencia tiene en la vida cotidiana de las personas.


Nos topamos con un mensaje que prácticamente deja de lado la realidad, como si no hubiera ninguna contingencia, un mensaje aislado socialmente, que insiste en que la prioridad del gobierno son los pobres, a quienes se dirigen subvenciones directas que, dicho sea de paso, no buscan superar su condición de vulnerabilidad. Los dineros públicos que reciben no les resuelven su acceso a la salud, educación, empleo, vida digna, seguridad, ni al bienestar, no les garantizan derechos, en el mejor de los casos les mantienen al día. Sin embargo, en condiciones de normalidad, son programas que se requieren, se apoyan y financian desde la esfera pública. Pero la emergencia, nos cambió el panorama.


La pandemia por el coronavirus ha generado una crisis sanitaria y económica a nivel mundial, que evidentemente no está en manos de los gobiernos detener, pero si depende de ellos salvar el mayor número de vidas, implementar medidas para preservar empleos y que afecte lo menos posible los bolsillos de las personas, para evitar se convierta en una crisis de carácter social.


No le pedimos al presidente que repita las mismas medidas de sus antecesores, esta es una crisis sin precedentes que requiere medidas extraordinarias. No se trata de rescatar a los empresarios, pero si mantener la planta productiva del país. En México hay aproximadamente 30 millones de personas en la informalidad, millones de profesionistas que trabajan por su cuenta, una clase media que vive al día, que no están en su paquete de medidas, que con su trabajo diario sostienen la economía de sus familias y le dan viabilidad al país, y ahora son las personas más afectadas por la contingencia.


La terca realidad demanda soluciones que entre todos podamos construir y echar a andar, pero para ello es preciso que el presidente deje a un lado su ego y asuma el reto de gobernar para todos.





Diputada federal de Movimiento Ciudadano

Por: Martha Tagle

Una familia que tiene un negocio pequeño de pan y pasteles, de ahí comen tres familias más; la señora que, cuando su marido perdió el empleo, sacó un puesto de tortas y lonches en una zona de oficinistas; la mujer que, cuando su marido se fue al otro lado, durante 30 años levantó tres ópticas y genera ingresos para doce familias.


El pequeño restaurante bar atendido por una pareja con dos hijos pequeños que da empleo a diez personas; la señora que vende por catálogo pues requiere mantener a sus 3 hijos; la doña que se pone en la esquina a vender productos del campo que trae de su pueblo; mujeres como mi madre que vendía ropa en las oficinas para sacarnos adelante cuando quedo viuda; una madre soltera que se mantiene haciendo manicura; la señora que limpia el edificio y tiene una hija con discapacidad; la señora mayor que trabajó toda su vida en empleos informales pero aún no tiene 68 años; el profesionista que ante la falta de empleo se puso a trabajar en Uber; la profesionista con maestría que trabaja por proyecto.


Esta es la terca realidad, todas son historias de personas a mi alrededor, que ante la emergencia sanitaria y la necesidad del aislamiento social están desesperadas pues no saben que harán para tener ingresos, pagar rentas, llevar la comida, sostener sueldos, ni se imaginan que pasa si un familiar se contagia y enferma de gravedad, y para quienes en el mensaje del domingo del presidente no hubo ninguna respuesta.


El mensaje que dio el presidente dejó zozobra e incertidumbre, decepcionó a muchos, y sólo recogió aplausos de algunos que trabajan para él. Pues, aunque es clara su intención de hacer un corte de caja para difundir lo que ha hecho en lo que va de su gobierno, se esperaba que ante la emergencia sanitaria se dieran a conocer medidas para atender los impactos económicos que la contingencia tiene en la vida cotidiana de las personas.


Nos topamos con un mensaje que prácticamente deja de lado la realidad, como si no hubiera ninguna contingencia, un mensaje aislado socialmente, que insiste en que la prioridad del gobierno son los pobres, a quienes se dirigen subvenciones directas que, dicho sea de paso, no buscan superar su condición de vulnerabilidad. Los dineros públicos que reciben no les resuelven su acceso a la salud, educación, empleo, vida digna, seguridad, ni al bienestar, no les garantizan derechos, en el mejor de los casos les mantienen al día. Sin embargo, en condiciones de normalidad, son programas que se requieren, se apoyan y financian desde la esfera pública. Pero la emergencia, nos cambió el panorama.


La pandemia por el coronavirus ha generado una crisis sanitaria y económica a nivel mundial, que evidentemente no está en manos de los gobiernos detener, pero si depende de ellos salvar el mayor número de vidas, implementar medidas para preservar empleos y que afecte lo menos posible los bolsillos de las personas, para evitar se convierta en una crisis de carácter social.


No le pedimos al presidente que repita las mismas medidas de sus antecesores, esta es una crisis sin precedentes que requiere medidas extraordinarias. No se trata de rescatar a los empresarios, pero si mantener la planta productiva del país. En México hay aproximadamente 30 millones de personas en la informalidad, millones de profesionistas que trabajan por su cuenta, una clase media que vive al día, que no están en su paquete de medidas, que con su trabajo diario sostienen la economía de sus familias y le dan viabilidad al país, y ahora son las personas más afectadas por la contingencia.


La terca realidad demanda soluciones que entre todos podamos construir y echar a andar, pero para ello es preciso que el presidente deje a un lado su ego y asuma el reto de gobernar para todos.





Diputada federal de Movimiento Ciudadano