/ martes 4 de junio de 2019

La trampa de Trump

He de decir que fue muy astuto de la representante y presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, acabar con la felicidad de Donald Trump, llevándolo al borde de la demencia evidente, cual si fuera el Capitán Queeg en El motín de Caine.

Como todos saben, Trump salió hecho una furia de una reunión sobre infraestructura hace poco; su ira incontrolable, al parecer, fue ocasionada por los comentarios de Pelosi, quien señaló que el amurallamiento del gobierno en todos los frentes, incluyendo su desacato flagrante a la ley por la cual el presidente está obligado a entregar sus declaraciones de impuestos, evidentemente equivale a que está ocultando algo (y tal vez varias cosas). Los demócratas deberían estar agradecidos.

Y no sólo me refiero a que deberían estar agradecidos de ver que Trump exhibe su incapacidad para el cargo, cuestión que desde hace mucho ha quedado clara para los observadores cercanos, de una forma tan espectacularmente trastornada que sólo quienes le rinden culto a Trump podrían no verlo. También deberían estar agradecidos porque les ayudó con un dilema político.

Verán, un gran impulso a la infraestructura es una idea muy buena, una a la que a los demócratas les costaría trabajo oponerse si tuvieran consciencia. Sin embargo, también sería políticamente benéfico para Trump ayudar a la economía, darle a la gente una sensación de progreso y hacerlo ver más como un presidente normal.

Además, a los demócratas les habría costado mucho trabajo evitar darle este regalo.

Es cierto, los republicanos parecen capaces de salirse con la suya al implementar un evidente sabotaje económico cuando un demócrata está en la Casa Blanca.

No obstante, los demócratas, en parte porque no tienen a Fox News insistiendo en que lo negro es blanco y arriba es abajo, son mucho menos capaces de lograr cosas como esa. Por suerte, Trump ha resuelto su problema.

Primero lo primero: ¿Por qué un impulso a la infraestructura es tan buena idea? En parte porque no hemos estado invirtiendo suficiente durante años.

El estado de nuestras carreteras, las vías del tren, los sistemas acuíferos y todo lo demás habla por sí mismo.

Además de eso, la demanda de inversión privada sigue siendo débil, lo cual conduce a bajos costos en los préstamos gubernamentales; en la práctica, los inversionistas le están suplicando al gobierno que tome algo de su dinero y haga algo útil con él. Además de esas consideraciones, el gasto en infraestructura es especialmente deseable en una economía deprimida, cuando pone recursos ociosos a trabajar de una forma que promueve el crecimiento a largo plazo.

Pero, quizá estén de acuerdo, la economía de Estados Unidos no está deprimida en este momento.

De hecho, no lo está, pero es más frágil de lo que muchos se dan cuenta. Cuando la próxima recesión llegue -y siempre hay una próxima recesión- la respuesta convencional, para recortar tasas de interés, seguramente será inadecuada. En promedio, cuando golpea una recesión, la Reserva Federal recorta cinco puntos porcentuales de las tasas de interés.

Sin embargo, actualmente las tasas de interés sólo corresponden a la mitad de eso, así que la Reserva Federal no tiene suficiente espacio para recortar.

He de decir que fue muy astuto de la representante y presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, acabar con la felicidad de Donald Trump, llevándolo al borde de la demencia evidente, cual si fuera el Capitán Queeg en El motín de Caine.

Como todos saben, Trump salió hecho una furia de una reunión sobre infraestructura hace poco; su ira incontrolable, al parecer, fue ocasionada por los comentarios de Pelosi, quien señaló que el amurallamiento del gobierno en todos los frentes, incluyendo su desacato flagrante a la ley por la cual el presidente está obligado a entregar sus declaraciones de impuestos, evidentemente equivale a que está ocultando algo (y tal vez varias cosas). Los demócratas deberían estar agradecidos.

Y no sólo me refiero a que deberían estar agradecidos de ver que Trump exhibe su incapacidad para el cargo, cuestión que desde hace mucho ha quedado clara para los observadores cercanos, de una forma tan espectacularmente trastornada que sólo quienes le rinden culto a Trump podrían no verlo. También deberían estar agradecidos porque les ayudó con un dilema político.

Verán, un gran impulso a la infraestructura es una idea muy buena, una a la que a los demócratas les costaría trabajo oponerse si tuvieran consciencia. Sin embargo, también sería políticamente benéfico para Trump ayudar a la economía, darle a la gente una sensación de progreso y hacerlo ver más como un presidente normal.

Además, a los demócratas les habría costado mucho trabajo evitar darle este regalo.

Es cierto, los republicanos parecen capaces de salirse con la suya al implementar un evidente sabotaje económico cuando un demócrata está en la Casa Blanca.

No obstante, los demócratas, en parte porque no tienen a Fox News insistiendo en que lo negro es blanco y arriba es abajo, son mucho menos capaces de lograr cosas como esa. Por suerte, Trump ha resuelto su problema.

Primero lo primero: ¿Por qué un impulso a la infraestructura es tan buena idea? En parte porque no hemos estado invirtiendo suficiente durante años.

El estado de nuestras carreteras, las vías del tren, los sistemas acuíferos y todo lo demás habla por sí mismo.

Además de eso, la demanda de inversión privada sigue siendo débil, lo cual conduce a bajos costos en los préstamos gubernamentales; en la práctica, los inversionistas le están suplicando al gobierno que tome algo de su dinero y haga algo útil con él. Además de esas consideraciones, el gasto en infraestructura es especialmente deseable en una economía deprimida, cuando pone recursos ociosos a trabajar de una forma que promueve el crecimiento a largo plazo.

Pero, quizá estén de acuerdo, la economía de Estados Unidos no está deprimida en este momento.

De hecho, no lo está, pero es más frágil de lo que muchos se dan cuenta. Cuando la próxima recesión llegue -y siempre hay una próxima recesión- la respuesta convencional, para recortar tasas de interés, seguramente será inadecuada. En promedio, cuando golpea una recesión, la Reserva Federal recorta cinco puntos porcentuales de las tasas de interés.

Sin embargo, actualmente las tasas de interés sólo corresponden a la mitad de eso, así que la Reserva Federal no tiene suficiente espacio para recortar.