/ viernes 29 de marzo de 2019

La triada que necesita México: ciencia, industria y política



Martín Méndez González (IPICYT)


La iniciativa de ley en Ciencia y Tecnología presentada por la senadora Ana Lilia Rivera hizo levantar más de una ceja en la comunidad científica mexicana, y así lo hicieron saber a través de diversos medios. A finales del mes de febrero, decidida a escuchar las voces de la comunidad científica, la Comisión de Ciencia, Tecnología e Innovación de la LXIV Legislatura de la Cámara de diputados, en coordinación con el Foro Consultivo Científico y Tecnológico A.C., convocó a la “comunidad científica, tecnológica y del ámbito de la innovación; al sector público, privado, social, académico y al público en general, a participar en el Conversatorio para el análisis del sistema nacional de ciencia, tecnología e innovación”.


Se abrieron ocho mesas temáticas: Mesa 1. Marco jurídico y diseño institucional; Mesa 2. El sector industrial como promotor del desarrollo basado en CTI; Mesa. 3 Centros Públicos de Investigación; Mesa 4. Financiamiento público y privado para el desarrollo científico, tecnológico y de innovación nacional; Mesa 5. Desarrollo local y regional basados en Ciencia, Tecnología e Innovación; Mesa 6. Educación y recursos humanos para la Ciencia y la Tecnología; Mesa 7. La importancia de la propiedad intelectual para el desarrollo científico, tecnológico y de innovación en México; Mesa 8. Las actividades científicas, tecnológicas y de innovación para la solución de los problemas nacionales. Los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) como eje transversal en el Plan Nacional de Desarrollo (PND) y el PECiTI. Las primeras cuatro se llevaron a cabo el día 6 de marzo en las instalaciones de la Cámara de Diputados; las segundas cuatro tuvieron lugar el 13 de marzo.


Si bien todos los temas son de importancia, elegí participar en la Mesa 4. Y es que un ingrediente necesario para detonar el desarrollo científico tecnológico de cualquier país es la participación activa de la industria privada. En este sentido, no hay que inventar el hilo negro como aparentemente se plantea cada seis años; ya se sabe que hay que invertir en investigación y desarrollo; que las ideas están libres de impuestos pero, si se crean ecosistemas tecnológicos y fiscales adecuados, pueden generar una derrama económica capaz de contribuir significativamente a las cuentas públicas del Estado y a la generación de empleos alrededor de la cadena de valor.

A éste respecto, Robert Solow, premio Nobel de Economía 1987, descubrió que el progreso tecnológico era responsable del crecimiento económico en mucho mayor medida que la mano de obra o los recursos naturales. Es decir, la tecnología genera riqueza y ésta, a su vez, genera nuevos avances tecnológicos, propiciando el mantenimiento de un círculo virtuoso de crecimiento económico exponencial que han experimentado diversos países que han mantenido e incrementado su inversión en investigación y desarrollo.


¿Cuánto hay que invertir? Los países miembros de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) invierten un promedio de 2 por ciento del PIB (Producto Interno Bruto). México invirtió en 2016 0.486% de su PIB. Corea incrementó su inversión en investigación y desarrollo de 1.741% a 4.5% de su PIB en 26 años. En 2018 ocupó el primer lugar de los países más innovadores del mundo, dejando en segundo lugar a Suecia.


Guillermo Funes Rodríguez, presidente de la Canifarma, hizo la observación de que por cada dólar que invierte Corea en investigación y desarrollo, obtiene 25 dólares. Esto nos da una idea del compromiso a largo plazo México necesita. Se debería invertir a largo plazo un porcentaje del PIB en investigación y desarrollo igual al porcentaje con que crece la economía nacional, por lo menos.


¿Cuánto debe invertir el gobierno federal y cuánto el sector privado? Con datos mencionados en la mesa de trabajo, aproximadamente, 80 por ciento de la inversión en ciencia y tecnología proviene del gobierno federal, el restante del sector privado. La misión es lograr revertir este porcentaje, creando mecanismos más ágiles, menos viscosos burocráticamente que faciliten la interacción e inversión entre el sector privado y la academia. También es conveniente crear marcos legales que transparenten la donación en metálico a instituciones de investigación por parte de asociaciones que promueven el desarrollo científico o de magnates interesados en actividades filantrópicas.


Entonces, ¿en qué invertir? Un estudio que puede servir de guía, publicado en 2013 en la revista de acceso abierto PLoS muestra que financiar las ciencias básicas como la física, la química y las ciencias de materiales se correlacionan fuertemente con el crecimiento económico. Más aún, los datos analizados indican que dicha inversión es la mejor política para detonar el crecimiento económico de países con economías medianas. Lo anterior no implica que dejen de financiarse las restantes áreas del conocimiento sino, más bien, generar los mecanismos que integren a esa triada otras ramas científicas, como la biotecnológica (ahí está el caso de Sir Gregory Winter, Nobel de Medicina 2018, cuya investigación ha generado una industria que vale, por lo menos, $70 mil millones de dólares).

Así pues, ¿cómo invertir? ¿Cuál es la mejor metodología de financiamiento para que se propicie la innovación científica y tecnológica a nivel nacional? Esta pregunta es difícil de contestar. Otros países líderes en ciencia y tecnología también tienen problemas en responderla.


¿Deben financiarse proyectos de amplio alcance liderados por algunos científicos élite? O bien, ¿debe seguirse un esquema igualitario, donde todo mundo reciba una porción del presupuesto sin importar los méritos? Entre esos dos opuestos es necesario buscar entre los centros de investigación y el sector privado el balance adecuado acorde con la economía de la nación, así como los objetivos de largo plazo, transexenales.


Todo lo anterior requiere voluntad. No sólo política sino de la comunidad científica en reconocerse primero como ciudadanos antes que científicos, y aprender a gestionar sus intereses en ciencia ante sus representantes en el gobierno, así como, voluntad de los industriales mexicanos para confiar en las capacidades de comunidad científica mexicana para generar tecnología de vanguardia.


La economía de nuestro país está vinculada íntimamente a la transferencia de productos y servicios donde la tecnología representa una ventaja competitiva que crece a pasos agigantados, que hace difícil cerrar la brecha entre los países. México no tiene opción más que comprometerse en el financiamiento de ciencia y tecnología para comenzar a evitar el crecimiento (aún más) de dicha brecha.


Hoy, como hace más de 70 años, es pertinente recordar las palabras visionarias de Winston Churchill: “Los imperios del futuro son los imperios de la mente”.



Autor

El doctor Martín Méndez González es Técnico por Proyecto en el Instituto Potosino de Investigación Científica y Tecnológica, Instituto Potosino de Investigación Científica y Tecnológica, (IPICYT).

Contacto: Hector Ulises Tello Balderas, en el correo hector.tello@ipicyt.edu.mx


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Martín Méndez González (IPICYT)


La iniciativa de ley en Ciencia y Tecnología presentada por la senadora Ana Lilia Rivera hizo levantar más de una ceja en la comunidad científica mexicana, y así lo hicieron saber a través de diversos medios. A finales del mes de febrero, decidida a escuchar las voces de la comunidad científica, la Comisión de Ciencia, Tecnología e Innovación de la LXIV Legislatura de la Cámara de diputados, en coordinación con el Foro Consultivo Científico y Tecnológico A.C., convocó a la “comunidad científica, tecnológica y del ámbito de la innovación; al sector público, privado, social, académico y al público en general, a participar en el Conversatorio para el análisis del sistema nacional de ciencia, tecnología e innovación”.


Se abrieron ocho mesas temáticas: Mesa 1. Marco jurídico y diseño institucional; Mesa 2. El sector industrial como promotor del desarrollo basado en CTI; Mesa. 3 Centros Públicos de Investigación; Mesa 4. Financiamiento público y privado para el desarrollo científico, tecnológico y de innovación nacional; Mesa 5. Desarrollo local y regional basados en Ciencia, Tecnología e Innovación; Mesa 6. Educación y recursos humanos para la Ciencia y la Tecnología; Mesa 7. La importancia de la propiedad intelectual para el desarrollo científico, tecnológico y de innovación en México; Mesa 8. Las actividades científicas, tecnológicas y de innovación para la solución de los problemas nacionales. Los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) como eje transversal en el Plan Nacional de Desarrollo (PND) y el PECiTI. Las primeras cuatro se llevaron a cabo el día 6 de marzo en las instalaciones de la Cámara de Diputados; las segundas cuatro tuvieron lugar el 13 de marzo.


Si bien todos los temas son de importancia, elegí participar en la Mesa 4. Y es que un ingrediente necesario para detonar el desarrollo científico tecnológico de cualquier país es la participación activa de la industria privada. En este sentido, no hay que inventar el hilo negro como aparentemente se plantea cada seis años; ya se sabe que hay que invertir en investigación y desarrollo; que las ideas están libres de impuestos pero, si se crean ecosistemas tecnológicos y fiscales adecuados, pueden generar una derrama económica capaz de contribuir significativamente a las cuentas públicas del Estado y a la generación de empleos alrededor de la cadena de valor.

A éste respecto, Robert Solow, premio Nobel de Economía 1987, descubrió que el progreso tecnológico era responsable del crecimiento económico en mucho mayor medida que la mano de obra o los recursos naturales. Es decir, la tecnología genera riqueza y ésta, a su vez, genera nuevos avances tecnológicos, propiciando el mantenimiento de un círculo virtuoso de crecimiento económico exponencial que han experimentado diversos países que han mantenido e incrementado su inversión en investigación y desarrollo.


¿Cuánto hay que invertir? Los países miembros de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) invierten un promedio de 2 por ciento del PIB (Producto Interno Bruto). México invirtió en 2016 0.486% de su PIB. Corea incrementó su inversión en investigación y desarrollo de 1.741% a 4.5% de su PIB en 26 años. En 2018 ocupó el primer lugar de los países más innovadores del mundo, dejando en segundo lugar a Suecia.


Guillermo Funes Rodríguez, presidente de la Canifarma, hizo la observación de que por cada dólar que invierte Corea en investigación y desarrollo, obtiene 25 dólares. Esto nos da una idea del compromiso a largo plazo México necesita. Se debería invertir a largo plazo un porcentaje del PIB en investigación y desarrollo igual al porcentaje con que crece la economía nacional, por lo menos.


¿Cuánto debe invertir el gobierno federal y cuánto el sector privado? Con datos mencionados en la mesa de trabajo, aproximadamente, 80 por ciento de la inversión en ciencia y tecnología proviene del gobierno federal, el restante del sector privado. La misión es lograr revertir este porcentaje, creando mecanismos más ágiles, menos viscosos burocráticamente que faciliten la interacción e inversión entre el sector privado y la academia. También es conveniente crear marcos legales que transparenten la donación en metálico a instituciones de investigación por parte de asociaciones que promueven el desarrollo científico o de magnates interesados en actividades filantrópicas.


Entonces, ¿en qué invertir? Un estudio que puede servir de guía, publicado en 2013 en la revista de acceso abierto PLoS muestra que financiar las ciencias básicas como la física, la química y las ciencias de materiales se correlacionan fuertemente con el crecimiento económico. Más aún, los datos analizados indican que dicha inversión es la mejor política para detonar el crecimiento económico de países con economías medianas. Lo anterior no implica que dejen de financiarse las restantes áreas del conocimiento sino, más bien, generar los mecanismos que integren a esa triada otras ramas científicas, como la biotecnológica (ahí está el caso de Sir Gregory Winter, Nobel de Medicina 2018, cuya investigación ha generado una industria que vale, por lo menos, $70 mil millones de dólares).

Así pues, ¿cómo invertir? ¿Cuál es la mejor metodología de financiamiento para que se propicie la innovación científica y tecnológica a nivel nacional? Esta pregunta es difícil de contestar. Otros países líderes en ciencia y tecnología también tienen problemas en responderla.


¿Deben financiarse proyectos de amplio alcance liderados por algunos científicos élite? O bien, ¿debe seguirse un esquema igualitario, donde todo mundo reciba una porción del presupuesto sin importar los méritos? Entre esos dos opuestos es necesario buscar entre los centros de investigación y el sector privado el balance adecuado acorde con la economía de la nación, así como los objetivos de largo plazo, transexenales.


Todo lo anterior requiere voluntad. No sólo política sino de la comunidad científica en reconocerse primero como ciudadanos antes que científicos, y aprender a gestionar sus intereses en ciencia ante sus representantes en el gobierno, así como, voluntad de los industriales mexicanos para confiar en las capacidades de comunidad científica mexicana para generar tecnología de vanguardia.


La economía de nuestro país está vinculada íntimamente a la transferencia de productos y servicios donde la tecnología representa una ventaja competitiva que crece a pasos agigantados, que hace difícil cerrar la brecha entre los países. México no tiene opción más que comprometerse en el financiamiento de ciencia y tecnología para comenzar a evitar el crecimiento (aún más) de dicha brecha.


Hoy, como hace más de 70 años, es pertinente recordar las palabras visionarias de Winston Churchill: “Los imperios del futuro son los imperios de la mente”.



Autor

El doctor Martín Méndez González es Técnico por Proyecto en el Instituto Potosino de Investigación Científica y Tecnológica, Instituto Potosino de Investigación Científica y Tecnológica, (IPICYT).

Contacto: Hector Ulises Tello Balderas, en el correo hector.tello@ipicyt.edu.mx


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