/ martes 2 de noviembre de 2021

La UNAM y el neoliberalismo (I)

Las referencias presidenciales al neoliberalismo en la UNAM provocaron explicables reacciones de parte de múltiples miembros de la comunidad universitaria que, en general, rechazan tal vínculo, lo cual de entrada tiene un resultado positivo en tanto implica que dicha corriente de pensamiento no es precisamente admirable. Otro producto útil de este evento es la necesidad de reflexionar sobre una cuestión que es importante desde el momento que genera tanto escozor. El problema merece un análisis con vocación universitaria y altura intelectual que revise el grado en que la “Universidad de la Nación” está cumpliendo a cabalidad su función de punta de lanza en la representación de los intereses nacionales y de la sociedad que la instituyó para su servicio. Habrá quien sostenga sinceramente que la asunción de las enseñanzas provenientes de la doctrina neoliberal sirve a ese fin, pero conviene por bien del país que nos planteemos seriamente poner sobre la mesa las debilidades y los efectos adversos de la adopción de políticas basadas en esa filosofía, de modo que la UNAM no la abrace inadvertidamente y, en cambio, asegure que de su seno provengan las mejores fórmulas para resolver los problemas nacionales, uno de los cuales es la devastadora desigualdad que ha producido en México y en el mundo la aplicación de las recetas neoliberales que en los más diversos medios se siguen defendiendo como convenientes. No debemos olvidar que uno de los fines que la ley atribuye a nuestra Alma Mater es el de “realizar investigaciones, principalmente acerca de las condiciones y problemas nacionales”; y, sin duda, el mero cuestionamiento acerca de si la UNAM puede haberse inclinado poco a poco hacia una sola ideología predominante es un problema nacional que no debemos negarnos a analizar.

El punto de partida de ese análisis es el hecho de que la UNAM no fue una fuente del neoliberalismo sino un espacio que no puede ser ajeno a la realidad nacional en la cual el tsunami neoliberal, que arrasó al mundo, penetró con toda su fuerza y debe reconocerse que logró enquistarse no solo en diferentes instituciones sino hasta en un considerable número de mentalidades individuales, como parte de una estrategia dirigida a la colonización cultural. Durante un buen tiempo algunas de las instancias nacionales que operaron como diques de ese arrasamiento fueron varias áreas académicas de la UNAM, pero la presión fue incesante incluso mediante la influencia de la preparación de personal académico en instituciones extranjeras. Debo precisar que lejos estoy de pretender que se excluya o se persiga a esa corriente; como todo pensamiento es respetable y si no lo compartimos, el combate debe darse en el terreno de la argumentación y la contrastación de hechos y resultados mensurables. He tenido el honor de impartir cátedra en el área del Derecho Constitucional y la Teoría del Estado por más de 40 años, por lo que me consta que si el neoliberalismo ingresó a la UNAM, lo hizo por la puerta grande de la Constitución. Es nuestra propia Norma Suprema la que introdujo los dogmas neoliberales a contrapelo de la filosofía social que la inspiró, y la enseñanza jurídica, económica y social se impregnó necesariamente de aquella doctrina.

Dos son las áreas que requieren una reflexión seria sobre la excesiva penetración de los dogmas neoliberales en la preparación de los egresados de nuestra Máxima Casa de Estudios. El primer problema que observo es que en una mayoría de docentes y de materiales empleados por ejemplo en la educación a distancia imperan como dogmas prácticamente indiscutibles: el predominio del interés del individuo sobre el de la sociedad y la consagración del mercado sobre el Estado. Por supuesto que la libertad de cátedra y el pensamiento plural que deben imperar en la Universidad implican dar cabida a todas las formas de pensar y a poder expresar cualquier opinión, por minoritaria que sea o por absurda que parezca, en un ambiente de plena libertad, y que la institución no puede adherirse a una sola forma de pensar. Empero, ese es justamente el punto que requiere un análisis mesurado y un profundo cuestionamiento académico: ¿es verdad que de modo sigiloso una ideología política y económica se ha ido adueñando de los espacios en que debería reinar la pluralidad?; ¿hasta qué grado los dogmas como la absoluta prevalencia del derecho individual y la libre competencia están desplazando y descalificando la enseñanza y hasta los valores contrarios a esas tendencias?

Bajo el atractivo y deslumbrante ropaje de los derechos humanos que intrínsecamente merecen la mayor protección y promoción, se infiltró en el artículo primero constitucional un virus corruptor de nuestra esencia constitucional que tiende a erosionar tres principios fundamentales: la soberanía nacional, la supremacía constitucional y, sobre todo, la sujeción de la propiedad privada al interés público. (Continúa).

eduardoandrade1948@gmail.com

Las referencias presidenciales al neoliberalismo en la UNAM provocaron explicables reacciones de parte de múltiples miembros de la comunidad universitaria que, en general, rechazan tal vínculo, lo cual de entrada tiene un resultado positivo en tanto implica que dicha corriente de pensamiento no es precisamente admirable. Otro producto útil de este evento es la necesidad de reflexionar sobre una cuestión que es importante desde el momento que genera tanto escozor. El problema merece un análisis con vocación universitaria y altura intelectual que revise el grado en que la “Universidad de la Nación” está cumpliendo a cabalidad su función de punta de lanza en la representación de los intereses nacionales y de la sociedad que la instituyó para su servicio. Habrá quien sostenga sinceramente que la asunción de las enseñanzas provenientes de la doctrina neoliberal sirve a ese fin, pero conviene por bien del país que nos planteemos seriamente poner sobre la mesa las debilidades y los efectos adversos de la adopción de políticas basadas en esa filosofía, de modo que la UNAM no la abrace inadvertidamente y, en cambio, asegure que de su seno provengan las mejores fórmulas para resolver los problemas nacionales, uno de los cuales es la devastadora desigualdad que ha producido en México y en el mundo la aplicación de las recetas neoliberales que en los más diversos medios se siguen defendiendo como convenientes. No debemos olvidar que uno de los fines que la ley atribuye a nuestra Alma Mater es el de “realizar investigaciones, principalmente acerca de las condiciones y problemas nacionales”; y, sin duda, el mero cuestionamiento acerca de si la UNAM puede haberse inclinado poco a poco hacia una sola ideología predominante es un problema nacional que no debemos negarnos a analizar.

El punto de partida de ese análisis es el hecho de que la UNAM no fue una fuente del neoliberalismo sino un espacio que no puede ser ajeno a la realidad nacional en la cual el tsunami neoliberal, que arrasó al mundo, penetró con toda su fuerza y debe reconocerse que logró enquistarse no solo en diferentes instituciones sino hasta en un considerable número de mentalidades individuales, como parte de una estrategia dirigida a la colonización cultural. Durante un buen tiempo algunas de las instancias nacionales que operaron como diques de ese arrasamiento fueron varias áreas académicas de la UNAM, pero la presión fue incesante incluso mediante la influencia de la preparación de personal académico en instituciones extranjeras. Debo precisar que lejos estoy de pretender que se excluya o se persiga a esa corriente; como todo pensamiento es respetable y si no lo compartimos, el combate debe darse en el terreno de la argumentación y la contrastación de hechos y resultados mensurables. He tenido el honor de impartir cátedra en el área del Derecho Constitucional y la Teoría del Estado por más de 40 años, por lo que me consta que si el neoliberalismo ingresó a la UNAM, lo hizo por la puerta grande de la Constitución. Es nuestra propia Norma Suprema la que introdujo los dogmas neoliberales a contrapelo de la filosofía social que la inspiró, y la enseñanza jurídica, económica y social se impregnó necesariamente de aquella doctrina.

Dos son las áreas que requieren una reflexión seria sobre la excesiva penetración de los dogmas neoliberales en la preparación de los egresados de nuestra Máxima Casa de Estudios. El primer problema que observo es que en una mayoría de docentes y de materiales empleados por ejemplo en la educación a distancia imperan como dogmas prácticamente indiscutibles: el predominio del interés del individuo sobre el de la sociedad y la consagración del mercado sobre el Estado. Por supuesto que la libertad de cátedra y el pensamiento plural que deben imperar en la Universidad implican dar cabida a todas las formas de pensar y a poder expresar cualquier opinión, por minoritaria que sea o por absurda que parezca, en un ambiente de plena libertad, y que la institución no puede adherirse a una sola forma de pensar. Empero, ese es justamente el punto que requiere un análisis mesurado y un profundo cuestionamiento académico: ¿es verdad que de modo sigiloso una ideología política y económica se ha ido adueñando de los espacios en que debería reinar la pluralidad?; ¿hasta qué grado los dogmas como la absoluta prevalencia del derecho individual y la libre competencia están desplazando y descalificando la enseñanza y hasta los valores contrarios a esas tendencias?

Bajo el atractivo y deslumbrante ropaje de los derechos humanos que intrínsecamente merecen la mayor protección y promoción, se infiltró en el artículo primero constitucional un virus corruptor de nuestra esencia constitucional que tiende a erosionar tres principios fundamentales: la soberanía nacional, la supremacía constitucional y, sobre todo, la sujeción de la propiedad privada al interés público. (Continúa).

eduardoandrade1948@gmail.com