/ domingo 20 de septiembre de 2020

La UNAM y la educación líquida

El próximo 22 de septiembre nuestra Máxima Casa de Estudios estará cumpliendo los primeros 110 años de su existencia moderna y lo hará iniciando un ciclo escolar por demás complejo.

Bachilleres, universitarios y docentes no podremos acudir al aula física y en su lugar, nos daremos cita en las poderosas aulas virtuales que la propia Universidad ha acondicionado para recibir a gran parte de sus 340 mil almas que integran la décimo quinta comunidad universitaria más grande del mundo.

Y lamentablemente no podrá ser toda la comunidad porque la pandemia del Covid-19 ha calado hondo sobre todo en los mexicanos con menores recursos, quienes no solo no han tenido acceso a servicios de salud oportunos, sino tampoco a apoyos económicos que los ayuden a sobrellevar el desempleo y el hambre, impactando en los más jóvenes.

La falta de computadora y de servicios de Internet ha ampliado también la brecha que separa a quienes pueden continuar con su educación y quienes lamentablemente no pueden hacerlo; brecha que puede profundizarse de concretarse la intención de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, de incrementar el cobro por el uso y aprovechamiento del espectro radioeléctrico para el año entrante y con ello, provocar un exponencial aumento en los precios.

Ante ello, la UNAM abrirá sus puertas en laboratorios informáticos para recibir y atender a esos jóvenes, que justamente en estos momentos requieren el apoyo de la Universidad.

Forzados o no, todos tendremos que utilizar los medios tecnológicos que apenas hace unos años el filósofo polaco Zigmunt Bauman señalaba como los detonantes de nuestra crisis de atención, volviéndonos incapaces de concentrar y de dedicar el tiempo necesario para desarrollar nuevo conocimiento en una modernidad que calificaba de liquida, al ir a contrasentido de lo sólido que denota permanencia.

Lo líquido nos lleva a un movimiento constante, a una “modernización obsesiva y compulsiva” que lleva a la disolución de todo lo sólido y que ha impactado en la educación, particularmente la que se ofrece en instituciones privadas, al ya no concebirla como un proceso sino como un servicio exprés.

En este sentido, hay una clara tendencia a la desaparición de los paradigmas, al menos en su vertiente de elementos “solidos”, pues la modernidad líquida los cuestiona permanentemente y reclama nuevos de manera incesante.

La educación que se imparte en la UNAM no es líquida, sino sólida y perdurable. Solo que la Máxima Casa de Estudios ha logrado amalgamar educación sólida con tecnología en favor de México.

“No hay vuelta atrás” decía Bauman, pues no hay forma de concebir la sociedad de hoy sin tecnología. Y la propia Universidad así lo ha entendido y lo ha aprovechado para hacer frente a la pandemia, garantizando que sus docentes desarrollen nuevas habilidades didácticas que motiven el proceso educativo de forma efectiva y duradera.

“Educar, señoras y señores, es hacer una inversión en los próximos cien años”, postulaba Bauman, y así como los mexicanos del siglo XX invirtieron para crear una universidad pública, popular, de masas, con altos estándares de calidad y como la principal responsable de hacer posible la movilidad social en nuestro país, como es la UNAM, es necesario que los mexicanos de hoy hagamos la siguiente inversión para engrandecerla y que siga siendo la mayor productora de investigación, de ciencia, de educación y de difusión del conocimiento.


@jlcamachov

El próximo 22 de septiembre nuestra Máxima Casa de Estudios estará cumpliendo los primeros 110 años de su existencia moderna y lo hará iniciando un ciclo escolar por demás complejo.

Bachilleres, universitarios y docentes no podremos acudir al aula física y en su lugar, nos daremos cita en las poderosas aulas virtuales que la propia Universidad ha acondicionado para recibir a gran parte de sus 340 mil almas que integran la décimo quinta comunidad universitaria más grande del mundo.

Y lamentablemente no podrá ser toda la comunidad porque la pandemia del Covid-19 ha calado hondo sobre todo en los mexicanos con menores recursos, quienes no solo no han tenido acceso a servicios de salud oportunos, sino tampoco a apoyos económicos que los ayuden a sobrellevar el desempleo y el hambre, impactando en los más jóvenes.

La falta de computadora y de servicios de Internet ha ampliado también la brecha que separa a quienes pueden continuar con su educación y quienes lamentablemente no pueden hacerlo; brecha que puede profundizarse de concretarse la intención de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, de incrementar el cobro por el uso y aprovechamiento del espectro radioeléctrico para el año entrante y con ello, provocar un exponencial aumento en los precios.

Ante ello, la UNAM abrirá sus puertas en laboratorios informáticos para recibir y atender a esos jóvenes, que justamente en estos momentos requieren el apoyo de la Universidad.

Forzados o no, todos tendremos que utilizar los medios tecnológicos que apenas hace unos años el filósofo polaco Zigmunt Bauman señalaba como los detonantes de nuestra crisis de atención, volviéndonos incapaces de concentrar y de dedicar el tiempo necesario para desarrollar nuevo conocimiento en una modernidad que calificaba de liquida, al ir a contrasentido de lo sólido que denota permanencia.

Lo líquido nos lleva a un movimiento constante, a una “modernización obsesiva y compulsiva” que lleva a la disolución de todo lo sólido y que ha impactado en la educación, particularmente la que se ofrece en instituciones privadas, al ya no concebirla como un proceso sino como un servicio exprés.

En este sentido, hay una clara tendencia a la desaparición de los paradigmas, al menos en su vertiente de elementos “solidos”, pues la modernidad líquida los cuestiona permanentemente y reclama nuevos de manera incesante.

La educación que se imparte en la UNAM no es líquida, sino sólida y perdurable. Solo que la Máxima Casa de Estudios ha logrado amalgamar educación sólida con tecnología en favor de México.

“No hay vuelta atrás” decía Bauman, pues no hay forma de concebir la sociedad de hoy sin tecnología. Y la propia Universidad así lo ha entendido y lo ha aprovechado para hacer frente a la pandemia, garantizando que sus docentes desarrollen nuevas habilidades didácticas que motiven el proceso educativo de forma efectiva y duradera.

“Educar, señoras y señores, es hacer una inversión en los próximos cien años”, postulaba Bauman, y así como los mexicanos del siglo XX invirtieron para crear una universidad pública, popular, de masas, con altos estándares de calidad y como la principal responsable de hacer posible la movilidad social en nuestro país, como es la UNAM, es necesario que los mexicanos de hoy hagamos la siguiente inversión para engrandecerla y que siga siendo la mayor productora de investigación, de ciencia, de educación y de difusión del conocimiento.


@jlcamachov

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