/ martes 24 de noviembre de 2020

La urgente economía circular

Por el Maestro Mario Duarte, profesor de la facultad de Estudios Globales


La pandemia de COVID-19 ha provocado el cambio de muchos paradigmas y evidenciado como nunca la obsolescencia de la economía lineal, que en esencia es el proceso de extraer, producir, consumir-desperdiciar y desechar, que está al borde de alcanzar el límite físico de disponibilidad de recursos, como bien lo previó desde hace casi cincuenta años el informe del Club de Roma “Los límites al crecimiento”.

La economía lineal tiene su contrapropuesta desde hace algunos años también, pero no había tenido la suficiente fuerza más allá de ser una noción, difusa, discutida en la academia: la economía circular. De hecho, aún no hay un consenso en su definición, pero se podría resumir como todo lo que abarque desde el sencillo “reducir, reciclar y reutilizar” hasta el elaborado “modelo de producción y consumo que implica compartir, reutilizar, reparar, renovar y reciclar materiales y productos existentes todas las veces que sea posible para crear un valor añadido” como lo describe la Comisión Europea en el Plan de Acción para la Economía Circular. No obstante, la idea central es extender el ciclo de vida de los productos indefinidamente para reducir la necesidad de extracción y de desecho.

Ahora bien, la economía circular no deja de ser eso: un modelo de producción y consumo que abre el debate entre la ecoeficiencia y la ecoeficacia, que es una distinción fundamental, pero a menudo soslayada. Mejorar, por ejemplo, la sostenibilidad de una economía lineal por medio de la ecoeficiencia en un planeta finito sólo retrasa el inevitable colapso. Por ello, es necesario un rediseño completo de los sistemas de producción y consumo hacia un modelo circular regenerativo que garantice la supervivencia de la economía… y de nuestra especie. ¿Las iniciativas y políticas de economía circular son ecoeficientes o ecoeficaces?

La anterior es una buena pregunta en particular en estos momentos de confinamiento, pues, por ejemplo, el consumo de plásticos se ha incrementado a pesar de los esfuerzos en su substitución o incluso prohibición, como en la Ciudad de México. Y en particular, hay que discutir sobre qué pasará con todos los residuos sanitarios: cómo reciclarlos, de ser factible, o cómo eliminarlos adecuadamente si no lo es, o si hay alternativas para alargar la vida útil de estos productos, entre otras interrogantes, pues es claro que aún desconocemos el impacto en el ambiente en este escenario tan particular.

Otro ejemplo, quizás más preocupante, es el relativo a los recursos que ya sabemos que están por agotarse, como el fósforo, vital para los suelos y la agricultura, o el oro, necesario para la industria de alta tecnología y la medicina, sin mencionar su papel como reserva de valor. ¿Cómo se podrán administrar y además asegurar su permanencia en el largo plazo? Es claro que mediante la economía lineal el colapso es seguro, pero aún no sabemos con certeza cómo lograrlo mediante la economía circular, aunque las propuestas de la Unión Europea están iluminando el camino.

En la recuperación post COVID-19 se necesitará una estrategia agresiva para empujar esas políticas en otras regiones, como la nuestra, donde el cambio de paradigma no sólo es necesario: ya es urgente.

Por el Maestro Mario Duarte, profesor de la facultad de Estudios Globales


La pandemia de COVID-19 ha provocado el cambio de muchos paradigmas y evidenciado como nunca la obsolescencia de la economía lineal, que en esencia es el proceso de extraer, producir, consumir-desperdiciar y desechar, que está al borde de alcanzar el límite físico de disponibilidad de recursos, como bien lo previó desde hace casi cincuenta años el informe del Club de Roma “Los límites al crecimiento”.

La economía lineal tiene su contrapropuesta desde hace algunos años también, pero no había tenido la suficiente fuerza más allá de ser una noción, difusa, discutida en la academia: la economía circular. De hecho, aún no hay un consenso en su definición, pero se podría resumir como todo lo que abarque desde el sencillo “reducir, reciclar y reutilizar” hasta el elaborado “modelo de producción y consumo que implica compartir, reutilizar, reparar, renovar y reciclar materiales y productos existentes todas las veces que sea posible para crear un valor añadido” como lo describe la Comisión Europea en el Plan de Acción para la Economía Circular. No obstante, la idea central es extender el ciclo de vida de los productos indefinidamente para reducir la necesidad de extracción y de desecho.

Ahora bien, la economía circular no deja de ser eso: un modelo de producción y consumo que abre el debate entre la ecoeficiencia y la ecoeficacia, que es una distinción fundamental, pero a menudo soslayada. Mejorar, por ejemplo, la sostenibilidad de una economía lineal por medio de la ecoeficiencia en un planeta finito sólo retrasa el inevitable colapso. Por ello, es necesario un rediseño completo de los sistemas de producción y consumo hacia un modelo circular regenerativo que garantice la supervivencia de la economía… y de nuestra especie. ¿Las iniciativas y políticas de economía circular son ecoeficientes o ecoeficaces?

La anterior es una buena pregunta en particular en estos momentos de confinamiento, pues, por ejemplo, el consumo de plásticos se ha incrementado a pesar de los esfuerzos en su substitución o incluso prohibición, como en la Ciudad de México. Y en particular, hay que discutir sobre qué pasará con todos los residuos sanitarios: cómo reciclarlos, de ser factible, o cómo eliminarlos adecuadamente si no lo es, o si hay alternativas para alargar la vida útil de estos productos, entre otras interrogantes, pues es claro que aún desconocemos el impacto en el ambiente en este escenario tan particular.

Otro ejemplo, quizás más preocupante, es el relativo a los recursos que ya sabemos que están por agotarse, como el fósforo, vital para los suelos y la agricultura, o el oro, necesario para la industria de alta tecnología y la medicina, sin mencionar su papel como reserva de valor. ¿Cómo se podrán administrar y además asegurar su permanencia en el largo plazo? Es claro que mediante la economía lineal el colapso es seguro, pero aún no sabemos con certeza cómo lograrlo mediante la economía circular, aunque las propuestas de la Unión Europea están iluminando el camino.

En la recuperación post COVID-19 se necesitará una estrategia agresiva para empujar esas políticas en otras regiones, como la nuestra, donde el cambio de paradigma no sólo es necesario: ya es urgente.