/ jueves 11 de febrero de 2021

La vacuna rusa: ¿debate científico o político?

Por Rubén Beltrán*

"Todo lo que el hombre puede ganar al juego de la peste y de la vida es el conocimiento y el recuerdo". La peste. Albert Camus, 1947

El 4 de octubre de 1957, la Unión Soviética puso en órbita con éxito el primer satélite artificial, el Sputnik I. Este hecho inició un período de la Guerra Fría caracterizado por un avance acelerado del desarrollo científico y tecnológico sin precedentes, la carrera espacial. En un mundo bipolar, los éxitos de esta contienda del conocimiento entre los Estados Unidos y la URSS, originó un ejercicio propagandístico por parte de ambos, una lucha por el prestigio internacional. Estas acciones fueron orientadas no solo a proyectar los logros de cada potencia, sino a tratar de inducir en la opinión pública tanto del extranjero como de sus propios países, la noción de que cualquier desarrollo por parte del adversario debía de verse como un acto deliberado de engaño, agresión o, al menos, debería ser considerado con un alto grado de escepticismo.

En una simplificación, podemos decir que la carrera espacial tuvo otros dos eventos clave: el 12 de abril de 1961, Yuri Gagarin a bordo del Vostok I, fue el primer ser humano en viajar al espacio, y el 20 de julio de 1969, la misión Apolo 11 llevó a Neil Armstrong a ser el primer hombre en la luna. Estos eventos fueron acompañados por actos publicitarios mediante los que ambas potencias se disputaron el podio. Ser los primeros. Así, estas proezas científicas y tecnológicas se convirtieron en herramientas políticas. Tuvieron éxito.

Cuando el 11 de agosto de 2020, Vladimir Putin anunció que Rusia se había convertido en el primer país en desarrollar una vacuna eficaz contra el Covid 19, la Sputnik V, evocó la proeza de 1957 y apeló, en lo interno, a sentimientos de orgullo nacional, estrategia que con éxito ha utilizado en varias ocasiones; por otro lado, su mensaje, al exterior era reivindicar para la ciencia a Rusia el prestigio de ser nuevamente los primeros en lograr éxito de muy alta resonancia en un tema de prioridad mundial.

Al bautizar como Sputnik V, a la vacuna desarrollada por el prestigiado Centro Gamaleya, Putin despertó ecos y juicios de la Guerra Fría. De ese tamaño era el éxito que quería evocar. De ese tamaño fue después el impacto que tuvo en un momento crucial, el reciente artículo de The Lancet que otorga altas calificaciones a la vacuna.

En efecto, durante las últimas semanas, particularmente antes de que la revista médica británica The Lancet publicara los resultados de la fase tres con una eficacia del 91.6%, la vacuna fue objeto de acalorados debates que no siempre se sujetaron a argumentos científicos. Por desgracia, no es poco común que analistas de lo internacional transfieran sus propios prejuicios al comunicar opiniones. Nuestra propia historia está plagada de ejemplos del daño que pueden causar juicios sesgados sobre nuestro pueblo, historia y cultura.

Es un hecho que Rusia, enfrenta retos, tanto en su gestión interna, como en sus relaciones internacionales. Eventos ocupan la mirada internacional, son del dominio público y usted, estimado lector, puede ser el mejor juez. Yo viví en Rusia y puedo señalar de manera contundente que, a ras de tierra, la realidad es mucho más compleja. Hay una frase de Alfred Korzybski que describe magistralmente la relación entre un objeto y su representación: ¨El mapa no es el territorio¨.

Rusia es una de las potencias mundiales en materia científica. Es importante subrayar que los niveles de excelencia que la ciencia rusa ha alcanzado, sobre todo a partir del siglo XIX, han producido innegables aportes al progreso mundial, veintiséis premios Nobel no son poco. Asociar avances científicos, culturales o artísticos, que se dan en un país a nuestras simpatías o aversiones, puede ser un ejercicio políticamente rentable, pero éticamente reprobable. En el fondo, la mayoría de los cuestionamientos que hemos leído y escuchado despiden un olor que evoca a la Guerra Fría. Vivimos una contienda, asistimos a la Geopolítica de las vacunas.

Ahora bien, desde el punto de vista meramente pragmático, adoptar ese falso debate podría causarnos un daño autoinfligido. Hace un año, un servidor, como muchos, señalamos que con lo nacional no alcanza, durante meses hemos visto cómo cada país, pareciera intentar rascarse con sus propias uñas. Hoy, es claro que ningún laboratorio ni país, podrán, por sí solos, hacer frente a la pandemia y producir las cantidades de vacunas que el mundo necesita. No nos autolimitemos comprando un pleito ajeno.

Vivimos una realidad de contrastes: la humanidad ha logrado, con una celeridad inédita, desarrollar varias vacunas que prometen altos niveles de eficacia, por otro lado, los intereses nacionales en juego han desatado una verdadera contienda no sólo para posicionar las distintas vacunas, sino para acapararlas en beneficio de sus propios nacionales. Algún día revisaremos la estructura y funciones de la OMS para que sus decisiones tengan carácter de vinculantes, algún día se establecerán disposiciones en las normas de propiedad intelectual para que en casos de pandemias, se puedan otorgar licencias de emergencia respecto de patentes y desarrollos tecnológicos críticos.

En ese sentido, el Gobierno de México, como los de otros países, está llevando a cabo la estrategia correcta, negociar en distintos foros y con distintos actores, a fin de contar con un portafolio de diferentes vacunas para vacunar a toda la población. Esta estrategia ha llevado a concitar la creación de un mecanismo multilateral para asegurar el financiamiento, obtención y distribución de vacunas, COVAX y, al mismo tiempo, desplegar negociaciones bilaterales para garantizar un abasto nacional oportuno y suficiente. Por otro lado, negociar que la fase III de algunas vacunas, como la CANSINO se realice en nuestro país no es un logro menor.

Corresponderá a las autoridades nacionales e internacionales asumir responsabilidades y, en su caso, otorgar las autorizaciones de uso. Corresponde a los gobiernos garantizar el abasto de vacunas y asegurar un proceso eficiente para vacunar a sus poblaciones. A nosotros, los ciudadanos, nos toca, con responsabilidad y civismo, inscribirnos y esperar turno para ser vacunados.

Con permiso del bardo de Avon, A dose, a dose, my kingdom for a dose.

* Asociado COMEXI


Por Rubén Beltrán*

"Todo lo que el hombre puede ganar al juego de la peste y de la vida es el conocimiento y el recuerdo". La peste. Albert Camus, 1947

El 4 de octubre de 1957, la Unión Soviética puso en órbita con éxito el primer satélite artificial, el Sputnik I. Este hecho inició un período de la Guerra Fría caracterizado por un avance acelerado del desarrollo científico y tecnológico sin precedentes, la carrera espacial. En un mundo bipolar, los éxitos de esta contienda del conocimiento entre los Estados Unidos y la URSS, originó un ejercicio propagandístico por parte de ambos, una lucha por el prestigio internacional. Estas acciones fueron orientadas no solo a proyectar los logros de cada potencia, sino a tratar de inducir en la opinión pública tanto del extranjero como de sus propios países, la noción de que cualquier desarrollo por parte del adversario debía de verse como un acto deliberado de engaño, agresión o, al menos, debería ser considerado con un alto grado de escepticismo.

En una simplificación, podemos decir que la carrera espacial tuvo otros dos eventos clave: el 12 de abril de 1961, Yuri Gagarin a bordo del Vostok I, fue el primer ser humano en viajar al espacio, y el 20 de julio de 1969, la misión Apolo 11 llevó a Neil Armstrong a ser el primer hombre en la luna. Estos eventos fueron acompañados por actos publicitarios mediante los que ambas potencias se disputaron el podio. Ser los primeros. Así, estas proezas científicas y tecnológicas se convirtieron en herramientas políticas. Tuvieron éxito.

Cuando el 11 de agosto de 2020, Vladimir Putin anunció que Rusia se había convertido en el primer país en desarrollar una vacuna eficaz contra el Covid 19, la Sputnik V, evocó la proeza de 1957 y apeló, en lo interno, a sentimientos de orgullo nacional, estrategia que con éxito ha utilizado en varias ocasiones; por otro lado, su mensaje, al exterior era reivindicar para la ciencia a Rusia el prestigio de ser nuevamente los primeros en lograr éxito de muy alta resonancia en un tema de prioridad mundial.

Al bautizar como Sputnik V, a la vacuna desarrollada por el prestigiado Centro Gamaleya, Putin despertó ecos y juicios de la Guerra Fría. De ese tamaño era el éxito que quería evocar. De ese tamaño fue después el impacto que tuvo en un momento crucial, el reciente artículo de The Lancet que otorga altas calificaciones a la vacuna.

En efecto, durante las últimas semanas, particularmente antes de que la revista médica británica The Lancet publicara los resultados de la fase tres con una eficacia del 91.6%, la vacuna fue objeto de acalorados debates que no siempre se sujetaron a argumentos científicos. Por desgracia, no es poco común que analistas de lo internacional transfieran sus propios prejuicios al comunicar opiniones. Nuestra propia historia está plagada de ejemplos del daño que pueden causar juicios sesgados sobre nuestro pueblo, historia y cultura.

Es un hecho que Rusia, enfrenta retos, tanto en su gestión interna, como en sus relaciones internacionales. Eventos ocupan la mirada internacional, son del dominio público y usted, estimado lector, puede ser el mejor juez. Yo viví en Rusia y puedo señalar de manera contundente que, a ras de tierra, la realidad es mucho más compleja. Hay una frase de Alfred Korzybski que describe magistralmente la relación entre un objeto y su representación: ¨El mapa no es el territorio¨.

Rusia es una de las potencias mundiales en materia científica. Es importante subrayar que los niveles de excelencia que la ciencia rusa ha alcanzado, sobre todo a partir del siglo XIX, han producido innegables aportes al progreso mundial, veintiséis premios Nobel no son poco. Asociar avances científicos, culturales o artísticos, que se dan en un país a nuestras simpatías o aversiones, puede ser un ejercicio políticamente rentable, pero éticamente reprobable. En el fondo, la mayoría de los cuestionamientos que hemos leído y escuchado despiden un olor que evoca a la Guerra Fría. Vivimos una contienda, asistimos a la Geopolítica de las vacunas.

Ahora bien, desde el punto de vista meramente pragmático, adoptar ese falso debate podría causarnos un daño autoinfligido. Hace un año, un servidor, como muchos, señalamos que con lo nacional no alcanza, durante meses hemos visto cómo cada país, pareciera intentar rascarse con sus propias uñas. Hoy, es claro que ningún laboratorio ni país, podrán, por sí solos, hacer frente a la pandemia y producir las cantidades de vacunas que el mundo necesita. No nos autolimitemos comprando un pleito ajeno.

Vivimos una realidad de contrastes: la humanidad ha logrado, con una celeridad inédita, desarrollar varias vacunas que prometen altos niveles de eficacia, por otro lado, los intereses nacionales en juego han desatado una verdadera contienda no sólo para posicionar las distintas vacunas, sino para acapararlas en beneficio de sus propios nacionales. Algún día revisaremos la estructura y funciones de la OMS para que sus decisiones tengan carácter de vinculantes, algún día se establecerán disposiciones en las normas de propiedad intelectual para que en casos de pandemias, se puedan otorgar licencias de emergencia respecto de patentes y desarrollos tecnológicos críticos.

En ese sentido, el Gobierno de México, como los de otros países, está llevando a cabo la estrategia correcta, negociar en distintos foros y con distintos actores, a fin de contar con un portafolio de diferentes vacunas para vacunar a toda la población. Esta estrategia ha llevado a concitar la creación de un mecanismo multilateral para asegurar el financiamiento, obtención y distribución de vacunas, COVAX y, al mismo tiempo, desplegar negociaciones bilaterales para garantizar un abasto nacional oportuno y suficiente. Por otro lado, negociar que la fase III de algunas vacunas, como la CANSINO se realice en nuestro país no es un logro menor.

Corresponderá a las autoridades nacionales e internacionales asumir responsabilidades y, en su caso, otorgar las autorizaciones de uso. Corresponde a los gobiernos garantizar el abasto de vacunas y asegurar un proceso eficiente para vacunar a sus poblaciones. A nosotros, los ciudadanos, nos toca, con responsabilidad y civismo, inscribirnos y esperar turno para ser vacunados.

Con permiso del bardo de Avon, A dose, a dose, my kingdom for a dose.

* Asociado COMEXI