/ jueves 24 de septiembre de 2020

La vena autoritaria

Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra.

José Martí


Poco sirven los desplegados y los llamados para que López Obrador evite utilizar calumnias e injurias para referirse a quienes mantienen posturas públicas distintas a él. La pedagogía para gobernar que utiliza el tabasqueño es tan sencilla como burda: todo aquel que cuestione a su gobierno es defensor de viejos privilegios y milita a favor del neoliberalismo.


Convoca, en actitud retadora, a que se agrupen y organicen sus opositores en un frente conservador, para él no hay matices. Es el típico recurso de los dogmáticos y mesiánicos. Dividiendo a la población con una clara frontera donde, por un lado, se encuentran los nobles y buenos seguidores lopezobradoristas, quienes no permiten crítica alguna ni dudas; contra esos seres aviesos, enviados por las fuerzas conservadoras, ya sean investigadores, intelectuales, políticos, organizaciones civiles, luchadores sociales, medios de comunicación nacionales e internacionales, todos caben en la bolsa. Los primeros son herederos de la estirpe de Benito Juárez y los otros tienen origen contrarrevolucionario, es más, son vistos hasta como “golpistas” y “fascistas”.


El estilo de gobernar del tabasqueño consiste en dividir y aplastar a sus detractores, su defensa para ello la justifica declarando cada mañanera que él sólo “ejerce su derecho de réplica”. ¡Caramba! Hacerlo desde el inmenso poder que le otorga el aparato gubernamental resulta grotesco y evidentemente desproporcionado.


¿Quién puede competir en difusión con el presidente? Además, cuenta con la ventaja de que no existen espacios institucionales para puntualizar desacuerdos con los otros poderes. AMLO rehuye al debate público, le encantan los soliloquios. Pudo impulsar la modificación a la perniciosa práctica ceremonial del informe presidencial y convertirla en un espacio para intercambiar opiniones con los legisladores y defender sus políticas públicas. Pero no, ha preferido continuar con la liturgia. Un desfile insulso de los secretarios de despacho, que no deciden nada y poco tiene que ver con cuestionamientos serios.


Así, el panorama mexicano está atrapado por las inercias aldeanas de una democracia de párvulos, donde su clase política no debate, se esconde en la bruma de lo inmediato y la desmemoria. Los partidos son de temporal y sólo existen en ciclos electorales.


El caso de Morena corrobora lo anterior. Su única brújula es apoyar acríticamente al Tlatoani. En la carrera por posiciones legislativas y de gobierno para el próximo año reproducen los vicios del viejo y rancio sistema político mexicano. Y con un presidente autoritario y enemigo de posturas discrepantes, el cóctel no puede ser más complejo. El pensamiento único domina y subyuga. Y lo que nos falta ver y padecer.


pedropenaloza@yahoo.com/

@pedro_penaloz

Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra.

José Martí


Poco sirven los desplegados y los llamados para que López Obrador evite utilizar calumnias e injurias para referirse a quienes mantienen posturas públicas distintas a él. La pedagogía para gobernar que utiliza el tabasqueño es tan sencilla como burda: todo aquel que cuestione a su gobierno es defensor de viejos privilegios y milita a favor del neoliberalismo.


Convoca, en actitud retadora, a que se agrupen y organicen sus opositores en un frente conservador, para él no hay matices. Es el típico recurso de los dogmáticos y mesiánicos. Dividiendo a la población con una clara frontera donde, por un lado, se encuentran los nobles y buenos seguidores lopezobradoristas, quienes no permiten crítica alguna ni dudas; contra esos seres aviesos, enviados por las fuerzas conservadoras, ya sean investigadores, intelectuales, políticos, organizaciones civiles, luchadores sociales, medios de comunicación nacionales e internacionales, todos caben en la bolsa. Los primeros son herederos de la estirpe de Benito Juárez y los otros tienen origen contrarrevolucionario, es más, son vistos hasta como “golpistas” y “fascistas”.


El estilo de gobernar del tabasqueño consiste en dividir y aplastar a sus detractores, su defensa para ello la justifica declarando cada mañanera que él sólo “ejerce su derecho de réplica”. ¡Caramba! Hacerlo desde el inmenso poder que le otorga el aparato gubernamental resulta grotesco y evidentemente desproporcionado.


¿Quién puede competir en difusión con el presidente? Además, cuenta con la ventaja de que no existen espacios institucionales para puntualizar desacuerdos con los otros poderes. AMLO rehuye al debate público, le encantan los soliloquios. Pudo impulsar la modificación a la perniciosa práctica ceremonial del informe presidencial y convertirla en un espacio para intercambiar opiniones con los legisladores y defender sus políticas públicas. Pero no, ha preferido continuar con la liturgia. Un desfile insulso de los secretarios de despacho, que no deciden nada y poco tiene que ver con cuestionamientos serios.


Así, el panorama mexicano está atrapado por las inercias aldeanas de una democracia de párvulos, donde su clase política no debate, se esconde en la bruma de lo inmediato y la desmemoria. Los partidos son de temporal y sólo existen en ciclos electorales.


El caso de Morena corrobora lo anterior. Su única brújula es apoyar acríticamente al Tlatoani. En la carrera por posiciones legislativas y de gobierno para el próximo año reproducen los vicios del viejo y rancio sistema político mexicano. Y con un presidente autoritario y enemigo de posturas discrepantes, el cóctel no puede ser más complejo. El pensamiento único domina y subyuga. Y lo que nos falta ver y padecer.


pedropenaloza@yahoo.com/

@pedro_penaloz

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