/ jueves 21 de septiembre de 2017

La violencia feminicida

Me ha costado trabajo dejar de pensar en Mara Fernanda Castillo, la joven veracruzana avecindada en Puebla y asesinada en Tlaxcala por el hecho de ser mujer. Por supuesto que no la conocí, pero ni falta que hace. Mara es Karen, Regina, Carmen, Sofía o cualquier otra mujer que forme parte de mi vida. Mara es cualquiera y es todas, lo mismo viva cuando salía por la noche con sus amigos, que envuelta en una sábana de motel y abandonada a ras de la tierra, escondida solo detrás de la indiferencia y la impunidad.

He pensado mucho en Mara y en su madre, quien con un poco de “esperanza” señalaba que su hija había sido levantada por grupos dedicados a la trata de mujeres, como imaginando que, tras un operativo policiaco, las autoridades darían con su paradero y la rescatarían de las manos de quienes veían en su cuerpo y su sexo un jugoso negocio. La pobre madre de Mara pensaba esto cuando su hija ya llevaba horas de haber sido asesinada, y yo no dejo de pensar en ello.

En mi cabeza rondan mensajes de usuarios de redes sociales que, en lugar de mostrar un poco de empatía y sensibilidad, han decidido hacer de aquellas un foro para en el que han desfilado resentimientos, prejuicios, mentiras, estereotipos y un profundo odio. En mi mente están textos de quienes muestran una patética y preocupante visión sobre las mujeres, la sociedad, los valores y el Estado. “Eso te pasó por andar de putita”, “el que juega con fuego, se quema”, “tú te lo buscaste”, son los ecos de una cultura profundamente arraigada en nuestra sociedad.

Mara no se lo buscó, como ninguna mujer se lo ha buscado. Mara era una joven, igual que cualquiera, que salió a divertirse igual que una mujer en Alemania, Francia, Chile o Japón, y que pidió un taxi que se suponía era seguro. ¿Por qué en México pasa lo que no sucede en otros países? ¿Por qué nuestra sociedad ha decidido tener esta mirada sobre las mujeres y la violencia que se ejerce en su contra? ¿Por qué, si en cualquier lugar hacen lo mismo, aquí las matan y eso nos parece normal e incluso hasta su culpa?

Algo estamos haciendo mal. No es posible, como sociedad, pensar de esta manera. No es correcto, como autoridades, cruzarnos de brazos y pensar que la violencia hacia la mujer es cosa de particulares. Las violencias, todas, son cánceres que corroen al tejido social y que minan los vínculos de confianza y convivencia entre las personas, como la impunidad representa lo mismo en la relación entre gobernantes y gobernados. Mara y su asesinato, su feminicidio, son muestra de ello.

El domingo hubo una marcha. Allí, por no más de cuatro kilómetros, todos fueron Mara. Por un par de horas, Mara encarnó en gritos, consignas y pancartas. Terminando, todos volvimos a ser indiferentes a la violencia en contra de las mujeres y a la violencia en general. Como sociedad, parece que no queremos entender. Como gobierno, parece que quieren hacer nada. No hasta que venga una nueva Mara. No hasta que vuelva a ser vigente el hashtag #NiUnaMás.

joaquin.narro@gmail.com

@JoaquinNarro

Me ha costado trabajo dejar de pensar en Mara Fernanda Castillo, la joven veracruzana avecindada en Puebla y asesinada en Tlaxcala por el hecho de ser mujer. Por supuesto que no la conocí, pero ni falta que hace. Mara es Karen, Regina, Carmen, Sofía o cualquier otra mujer que forme parte de mi vida. Mara es cualquiera y es todas, lo mismo viva cuando salía por la noche con sus amigos, que envuelta en una sábana de motel y abandonada a ras de la tierra, escondida solo detrás de la indiferencia y la impunidad.

He pensado mucho en Mara y en su madre, quien con un poco de “esperanza” señalaba que su hija había sido levantada por grupos dedicados a la trata de mujeres, como imaginando que, tras un operativo policiaco, las autoridades darían con su paradero y la rescatarían de las manos de quienes veían en su cuerpo y su sexo un jugoso negocio. La pobre madre de Mara pensaba esto cuando su hija ya llevaba horas de haber sido asesinada, y yo no dejo de pensar en ello.

En mi cabeza rondan mensajes de usuarios de redes sociales que, en lugar de mostrar un poco de empatía y sensibilidad, han decidido hacer de aquellas un foro para en el que han desfilado resentimientos, prejuicios, mentiras, estereotipos y un profundo odio. En mi mente están textos de quienes muestran una patética y preocupante visión sobre las mujeres, la sociedad, los valores y el Estado. “Eso te pasó por andar de putita”, “el que juega con fuego, se quema”, “tú te lo buscaste”, son los ecos de una cultura profundamente arraigada en nuestra sociedad.

Mara no se lo buscó, como ninguna mujer se lo ha buscado. Mara era una joven, igual que cualquiera, que salió a divertirse igual que una mujer en Alemania, Francia, Chile o Japón, y que pidió un taxi que se suponía era seguro. ¿Por qué en México pasa lo que no sucede en otros países? ¿Por qué nuestra sociedad ha decidido tener esta mirada sobre las mujeres y la violencia que se ejerce en su contra? ¿Por qué, si en cualquier lugar hacen lo mismo, aquí las matan y eso nos parece normal e incluso hasta su culpa?

Algo estamos haciendo mal. No es posible, como sociedad, pensar de esta manera. No es correcto, como autoridades, cruzarnos de brazos y pensar que la violencia hacia la mujer es cosa de particulares. Las violencias, todas, son cánceres que corroen al tejido social y que minan los vínculos de confianza y convivencia entre las personas, como la impunidad representa lo mismo en la relación entre gobernantes y gobernados. Mara y su asesinato, su feminicidio, son muestra de ello.

El domingo hubo una marcha. Allí, por no más de cuatro kilómetros, todos fueron Mara. Por un par de horas, Mara encarnó en gritos, consignas y pancartas. Terminando, todos volvimos a ser indiferentes a la violencia en contra de las mujeres y a la violencia en general. Como sociedad, parece que no queremos entender. Como gobierno, parece que quieren hacer nada. No hasta que venga una nueva Mara. No hasta que vuelva a ser vigente el hashtag #NiUnaMás.

joaquin.narro@gmail.com

@JoaquinNarro