/ martes 23 de abril de 2019

La voz de la IP | Fuerzas Armadas: el último bastión

JUAN MANUEL HERNANDEZ NIEBLA

Presidente de la Comisión Nacional de Seguridad y Justicia de Coparmex

Durante los últimos sexenios, el Ejército y la Marina han sido los artífices en el combate a la inseguridad en México. Algunos críticos han considerado su actuación con claroscuros.

Por un lado, nadie puede negar que sin su apoyo y desempeño, México viviría hoy una situación insostenible, en la que el crimen organizado probablemente habría desbordado las últimas barreras, convirtiendo a nuestro país en un narco Estado.

Los críticos, con cierta razón, argumentan que las fuerzas armadas son entrenadas para la guerra, generando interrogantes en su manejo de los derechos humanos.

Asimismo, una parte de la sociedad teme una posible regresión al México posrevolucionario del siglo pasado, cuando gobiernos militares dieron pauta a un México bárbaro y sangriento, generando la existencia de una paz conflictiva, paradójicamente como la que hoy vivimos.

No obstante, no podemos omitir que la razón de las fuerzas armadas en la calles es el resultado de la incapacidad de los gobiernos para conformar corporaciones civiles policiacas de altura.

En esa dinámica, el presidente López Obrador prometió durante su campaña el regreso de las fuerzas armadas a los cuarteles, y la conformación de una policía civil efectiva y sustentable.

Sin embargo, la promesa terminó materializándose con la formación de la Guardia Nacional, un cuerpo policiaco conformado por la Policía Federal, utilizando nuevamente al Ejército y la Marina.

La discusión evolucionó posteriormente al nombramiento de su mando, reportando a la Secretaría de Seguridad, teóricamente bajo un mando civil, y donde el Presidente terminó nombrando a un militar en activo para el cargo.

Si bien las credenciales del comandante de la Guardia Nacional no ponen en duda su capacidad y experiencia, su grado militar genera serias suspicacias en la estructura verdadera de reporte, entendiendo que su jefe jerárquico es y será siempre el secretario de la Defensa.

En ese sentido, ¿podrá el secretario de Seguridad remover de su cargo a un militar si el mismo no da resultados? ¿O el comandante de la Guardia Nacional estará reportando de facto al secretario de la Defensa, comprometiendo la estructura de coordinación?

Igualmente, existe el peligro de que la orientación militar de la Guardia Nacional se termine dispersando a los mandos policiacos municipales y estatales, dando primacía a militares en posiciones de mando, y consecuentemente desincentivando la formación de mandos civiles, generando una tendencia a la militarización del aparato de seguridad del país.

Finalmente, más allá de que se desaprovecha la oportunidad de crear una verdadera policía civil, las fuerzas armadas son nuestra última esperanza de pacificación del país. ¿Qué va a pasar si fallan?

El Ejército y la Marina son el último bastión de seguridad que nos queda a los mexicanos. Si fracasan, México perderá el último garante de seguridad que nos queda.

JUAN MANUEL HERNANDEZ NIEBLA

Presidente de la Comisión Nacional de Seguridad y Justicia de Coparmex

Durante los últimos sexenios, el Ejército y la Marina han sido los artífices en el combate a la inseguridad en México. Algunos críticos han considerado su actuación con claroscuros.

Por un lado, nadie puede negar que sin su apoyo y desempeño, México viviría hoy una situación insostenible, en la que el crimen organizado probablemente habría desbordado las últimas barreras, convirtiendo a nuestro país en un narco Estado.

Los críticos, con cierta razón, argumentan que las fuerzas armadas son entrenadas para la guerra, generando interrogantes en su manejo de los derechos humanos.

Asimismo, una parte de la sociedad teme una posible regresión al México posrevolucionario del siglo pasado, cuando gobiernos militares dieron pauta a un México bárbaro y sangriento, generando la existencia de una paz conflictiva, paradójicamente como la que hoy vivimos.

No obstante, no podemos omitir que la razón de las fuerzas armadas en la calles es el resultado de la incapacidad de los gobiernos para conformar corporaciones civiles policiacas de altura.

En esa dinámica, el presidente López Obrador prometió durante su campaña el regreso de las fuerzas armadas a los cuarteles, y la conformación de una policía civil efectiva y sustentable.

Sin embargo, la promesa terminó materializándose con la formación de la Guardia Nacional, un cuerpo policiaco conformado por la Policía Federal, utilizando nuevamente al Ejército y la Marina.

La discusión evolucionó posteriormente al nombramiento de su mando, reportando a la Secretaría de Seguridad, teóricamente bajo un mando civil, y donde el Presidente terminó nombrando a un militar en activo para el cargo.

Si bien las credenciales del comandante de la Guardia Nacional no ponen en duda su capacidad y experiencia, su grado militar genera serias suspicacias en la estructura verdadera de reporte, entendiendo que su jefe jerárquico es y será siempre el secretario de la Defensa.

En ese sentido, ¿podrá el secretario de Seguridad remover de su cargo a un militar si el mismo no da resultados? ¿O el comandante de la Guardia Nacional estará reportando de facto al secretario de la Defensa, comprometiendo la estructura de coordinación?

Igualmente, existe el peligro de que la orientación militar de la Guardia Nacional se termine dispersando a los mandos policiacos municipales y estatales, dando primacía a militares en posiciones de mando, y consecuentemente desincentivando la formación de mandos civiles, generando una tendencia a la militarización del aparato de seguridad del país.

Finalmente, más allá de que se desaprovecha la oportunidad de crear una verdadera policía civil, las fuerzas armadas son nuestra última esperanza de pacificación del país. ¿Qué va a pasar si fallan?

El Ejército y la Marina son el último bastión de seguridad que nos queda a los mexicanos. Si fracasan, México perderá el último garante de seguridad que nos queda.

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