/ jueves 18 de julio de 2019

La voz de la IP | Multilateralismo: Antídoto contra Trump

El mundo atraviesa por un momento complejo: el Jefe de Estado de la principal potencia económica, comercial, política y militar encabeza una agenda agresiva sin precedentes en la época contemporánea, especialmente en materia comercial y migratoria.

La beligerancia de Donald Trump y su gobierno tienen como destinatarios países de todo el mundo, de todas las regiones, de cualquier estructura política y sin importar si se trata o no de aliados tradicionales de su nación.

Por lo tanto, es natural que México sea uno de los destinatarios recurrentes y más frecuentes de las embestidas del trumpismo.

Nuestro país es, al mismo tiempo, el socio comercial más importante de Estados Unidos y el lugar por el cual llega a Estados Unidos el más importante flujo migratorio ilegal.

Por más de un año, los embates de Trump se vincularon al proceso de negociación del Tratado de Libre Comercio, pero al formalizarse la negociación ejecutiva con la firma ministerial del 30 de noviembre de 2018, el nuevo frente se ha centrado durante 2019 en la problemática migratoria, aunque se usase como palanca, la amenaza de imposición de aranceles generalizados a México.

Ahora que nuestro país ha cedido a muchas de las pretensiones del gobierno norteamericano en materia migratoria, cabe preguntar cuál será el siguiente frente de controversia, sobre todo en el contexto electoral actual que influye en muchas decisiones de política exterior que se adoptan al norte del Río Bravo.

Para nadie es un secreto la asimetría que marca la relación entre México y Estados Unidos. Es una realidad histórica que ha determinado los límites, ritmos y énfasis de los vínculos de los dos países.

La pregunta obligada es qué alternativas tiene y qué estrategias puede adoptar México en tiempos como los actuales.

Sin duda, uno de los antídotos o atenuantes de la asimetría en tiempos de beligerancia, es fortalecer la presencia, participación y liderazgo en organismos multilaterales.

Por ello, resulta muy relevante la iniciativa del representante de México ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Juan Ramón de la Fuente, para presentar la candidatura de México en el Consejo de Seguridad de la organización internacional.

Es digno de reconocer que el presidente Andrés Manuel López Obrador y el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, hayan adoptado la decisión de impulsar dicha acción diplomática.

México tiene un prestigio bien ganado en los círculos diplomáticos de Nueva York, en lo que por cierto mucho abonó el trabajo que en los últimos años realizó el actual embajador de México en Canadá, Juan José Gómez Camacho.

Representar al bloque latinoamericano en el Consejo de Seguridad, puede generar momentos de tensión en la relación con Estados Unidos, pero generará una mejor posición de negociación en temas bilaterales a México, por la relevancia de la estrategia geopolítica para ese país.

En otro frente, México ha bloqueado recientemente la reelección del Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA), no obstante la cercanía con la política de Estados Unidos respecto a Venezuela. Más allá de lo acertado o no de esa decisión, lo cierto es que el relevo detonado por México atenuará el marcado liderazgo de Estados Unidos en la OEA.

Pero los escenarios donde México puede generar contrapesos a la relación asimétrica son diversos. Tantos como agencias e instituciones internacionales operan, cada cual, con un espacio de influencia en la agenda global y la doméstica de nuestros vecinos. Por la conformación multilateral de esas instituciones y el buen prestigio que México tiene en esos foros, el país debe profundizar su participación y liderazgo en ellos.

En la Organización Mundial del Comercio (OMC), por ejemplo, México está liderando un grupo de trabajo que establecerá normas internacionales sobre la pesca, una actividad en la que Estados Unidos tiene intereses muy relevantes.

México no puede renunciar a los espacios que le permitan equilibrar al menos parcialmente la asimétrica relación con Estados Unidos.

Hacerlo es, en última instancia, comprometer la soberanía nacional.

El mundo atraviesa por un momento complejo: el Jefe de Estado de la principal potencia económica, comercial, política y militar encabeza una agenda agresiva sin precedentes en la época contemporánea, especialmente en materia comercial y migratoria.

La beligerancia de Donald Trump y su gobierno tienen como destinatarios países de todo el mundo, de todas las regiones, de cualquier estructura política y sin importar si se trata o no de aliados tradicionales de su nación.

Por lo tanto, es natural que México sea uno de los destinatarios recurrentes y más frecuentes de las embestidas del trumpismo.

Nuestro país es, al mismo tiempo, el socio comercial más importante de Estados Unidos y el lugar por el cual llega a Estados Unidos el más importante flujo migratorio ilegal.

Por más de un año, los embates de Trump se vincularon al proceso de negociación del Tratado de Libre Comercio, pero al formalizarse la negociación ejecutiva con la firma ministerial del 30 de noviembre de 2018, el nuevo frente se ha centrado durante 2019 en la problemática migratoria, aunque se usase como palanca, la amenaza de imposición de aranceles generalizados a México.

Ahora que nuestro país ha cedido a muchas de las pretensiones del gobierno norteamericano en materia migratoria, cabe preguntar cuál será el siguiente frente de controversia, sobre todo en el contexto electoral actual que influye en muchas decisiones de política exterior que se adoptan al norte del Río Bravo.

Para nadie es un secreto la asimetría que marca la relación entre México y Estados Unidos. Es una realidad histórica que ha determinado los límites, ritmos y énfasis de los vínculos de los dos países.

La pregunta obligada es qué alternativas tiene y qué estrategias puede adoptar México en tiempos como los actuales.

Sin duda, uno de los antídotos o atenuantes de la asimetría en tiempos de beligerancia, es fortalecer la presencia, participación y liderazgo en organismos multilaterales.

Por ello, resulta muy relevante la iniciativa del representante de México ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Juan Ramón de la Fuente, para presentar la candidatura de México en el Consejo de Seguridad de la organización internacional.

Es digno de reconocer que el presidente Andrés Manuel López Obrador y el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, hayan adoptado la decisión de impulsar dicha acción diplomática.

México tiene un prestigio bien ganado en los círculos diplomáticos de Nueva York, en lo que por cierto mucho abonó el trabajo que en los últimos años realizó el actual embajador de México en Canadá, Juan José Gómez Camacho.

Representar al bloque latinoamericano en el Consejo de Seguridad, puede generar momentos de tensión en la relación con Estados Unidos, pero generará una mejor posición de negociación en temas bilaterales a México, por la relevancia de la estrategia geopolítica para ese país.

En otro frente, México ha bloqueado recientemente la reelección del Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA), no obstante la cercanía con la política de Estados Unidos respecto a Venezuela. Más allá de lo acertado o no de esa decisión, lo cierto es que el relevo detonado por México atenuará el marcado liderazgo de Estados Unidos en la OEA.

Pero los escenarios donde México puede generar contrapesos a la relación asimétrica son diversos. Tantos como agencias e instituciones internacionales operan, cada cual, con un espacio de influencia en la agenda global y la doméstica de nuestros vecinos. Por la conformación multilateral de esas instituciones y el buen prestigio que México tiene en esos foros, el país debe profundizar su participación y liderazgo en ellos.

En la Organización Mundial del Comercio (OMC), por ejemplo, México está liderando un grupo de trabajo que establecerá normas internacionales sobre la pesca, una actividad en la que Estados Unidos tiene intereses muy relevantes.

México no puede renunciar a los espacios que le permitan equilibrar al menos parcialmente la asimétrica relación con Estados Unidos.

Hacerlo es, en última instancia, comprometer la soberanía nacional.