/ jueves 15 de julio de 2021

Las corcholatas

Las improvisaciones son mejores cuando se preparan.

Shakespeare


Una vieja tradición del sistema político mexicano ha sido el monopolio del presidente para designar a su sucesor. Los mecanismos para mover sentimientos y emociones eran emitir señales y guiños a los suspirantes, mientras los medios y la clase política se decantaba y escogía bandos. La discreción era un valor indispensable. La decisión final era resguardada a piedra y lodo. Los cronistas de lo superfluo registraban todo movimiento del presidente, querían interpretar miradas y preferencias. A ese ceremonial vernáculo se le llamaba “ tapadismo”.


Al enorme ejercicio del poder del ejecutivo federal se le sumaba la potestad de asignar a su heredero. A diferencia de las viejas monarquías y del mandato divino ya no se apelaba a vínculos de sangre, simplemente se invocan poderes metaconstitucionales y discrecionales. Por supuesto, toda esta construcción ideológica descansaba en la hegemonía del partido (casi) único, que daba como hecho que el “destapado” sería el ganador de las elecciones y seguro presidente.


Hoy, AMLO reproduce su ADN, lanza un pelotón de nombres para sucederlo, sólo para engañar, al igual que sus antecesores, aunque aquellos eran más discretos. Él ahora se autonombra como el “destapador” de las “corcholatas”. Hacerlo precisamente ahora, cuando el país vive una crisis múltiple significa mover los reflectores hacia este tema. Es muy obvio.


Ver y escuchar a Ebrard agachar la cabeza y hasta agradecer al presidente que “los tome en cuenta” al nombrarlos, a Sheinbaum comportarse como su empleada sumisa, ratifica que los usos y costumbres dominantes están intactos. Ya el simpático Mario Delgado anunció que será por encuesta la definición del candidato, con lo que se ratifica el dedazo, como lo fue en las pasadas elecciones intermedias. En tanto, el trepador Monreal seguirá haciendo méritos para que el “señor” lo tome en cuenta, él ya se sabe el catecismo que profesa la religión autoritaria mexicana, por eso ha sido muy taimado en sus declaraciones. Morena no es distinto, es burdo y hasta grotesco. Hoy no habrá “los sectores” que unjan al candidato, serán simplemente fanáticos que aplaudan a rabiar lo que decida el habitante de Palacio Nacional.

Esta cortina de humo indica que AMLO está desesperado, que carece de discurso y capacidad para encarar los desafíos actuales. A tres años de concluir su mandato tiene al país incendiado, sin resolver los pendientes de seguridad, económicos y sociales. Inventar, prematuramente, la sucesión presidencial es un simple juego mediático que no le alcanzará para eclipsar el desastre nacional. Lo único que podría lograr es medir y exhibir los desfiguros de sus “corcholatas”.


pedropenaloza@yahoo.com/Twitter:@pedro_penaloz

Las improvisaciones son mejores cuando se preparan.

Shakespeare


Una vieja tradición del sistema político mexicano ha sido el monopolio del presidente para designar a su sucesor. Los mecanismos para mover sentimientos y emociones eran emitir señales y guiños a los suspirantes, mientras los medios y la clase política se decantaba y escogía bandos. La discreción era un valor indispensable. La decisión final era resguardada a piedra y lodo. Los cronistas de lo superfluo registraban todo movimiento del presidente, querían interpretar miradas y preferencias. A ese ceremonial vernáculo se le llamaba “ tapadismo”.


Al enorme ejercicio del poder del ejecutivo federal se le sumaba la potestad de asignar a su heredero. A diferencia de las viejas monarquías y del mandato divino ya no se apelaba a vínculos de sangre, simplemente se invocan poderes metaconstitucionales y discrecionales. Por supuesto, toda esta construcción ideológica descansaba en la hegemonía del partido (casi) único, que daba como hecho que el “destapado” sería el ganador de las elecciones y seguro presidente.


Hoy, AMLO reproduce su ADN, lanza un pelotón de nombres para sucederlo, sólo para engañar, al igual que sus antecesores, aunque aquellos eran más discretos. Él ahora se autonombra como el “destapador” de las “corcholatas”. Hacerlo precisamente ahora, cuando el país vive una crisis múltiple significa mover los reflectores hacia este tema. Es muy obvio.


Ver y escuchar a Ebrard agachar la cabeza y hasta agradecer al presidente que “los tome en cuenta” al nombrarlos, a Sheinbaum comportarse como su empleada sumisa, ratifica que los usos y costumbres dominantes están intactos. Ya el simpático Mario Delgado anunció que será por encuesta la definición del candidato, con lo que se ratifica el dedazo, como lo fue en las pasadas elecciones intermedias. En tanto, el trepador Monreal seguirá haciendo méritos para que el “señor” lo tome en cuenta, él ya se sabe el catecismo que profesa la religión autoritaria mexicana, por eso ha sido muy taimado en sus declaraciones. Morena no es distinto, es burdo y hasta grotesco. Hoy no habrá “los sectores” que unjan al candidato, serán simplemente fanáticos que aplaudan a rabiar lo que decida el habitante de Palacio Nacional.

Esta cortina de humo indica que AMLO está desesperado, que carece de discurso y capacidad para encarar los desafíos actuales. A tres años de concluir su mandato tiene al país incendiado, sin resolver los pendientes de seguridad, económicos y sociales. Inventar, prematuramente, la sucesión presidencial es un simple juego mediático que no le alcanzará para eclipsar el desastre nacional. Lo único que podría lograr es medir y exhibir los desfiguros de sus “corcholatas”.


pedropenaloza@yahoo.com/Twitter:@pedro_penaloz

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