/ sábado 10 de marzo de 2018

Las mujeres

El pasado 8 de marzo celebramos el Día Internacional de la Mujer, declarado así por la ONU en 1975, en recuerdo de aquel mismo 8 de marzo pero de 1857 cuando un grupo de trabajadoras textiles de Nueva York salieron a protestar por la míseras condiciones en que laboraban.

Hoy las condiciones laborales, pero también políticas, económicas, sociales, incluso familiares, son diametralmente diferentes para bien, aunque es cierto que en algunos países, incluso regiones de nuestro propio México, condiciones culturales, religiosas y de otros tipos, siguen incidiendo en perjuicio de las mujeres.

Pero sostenemos que son diametralmente opuestas por varias razones y, en la mención, va nuestro reconocimiento total, íntegro, de que las mujeres son exactamente iguales que los hombres. Se acabaron las grandes mujeres que caminaban detrás de grandes hombres y las que, amas de casa, reducían su participación al hogar y las tareas de procreación y educación de los hijos.

Hoy las encontramos, en igualdad de circunstancias, en cargos de la administración pública, en los partidos políticos, en las universidades, como jefas en la iniciativa privada; ocupando primeros lugares en la investigación, en la cultura y en los deportes. Y todo, todo ello, sin dejar de cumplir su función biológica (y divina, en el caso de los que tenemos fe religiosa) de continuar la reproducción de la especie.

Quedan pendientes, reivindicaciones. Como bien dijo el presidente Peña Nieto en la celebración del Día Internacional de la Mujer, la agenda no está agotada ni terminada. Quedan por ahí los detestables violadores de mujeres; los golpeadores que no admiten la igualdad y buscan, a través de los golpes, sostener su supremacía.

Están igual por ahí los machos acosadores sexuales que no terminan de entender que la inteligencia de las mujeres, su preparación académica, sus habilidades en el trabajo, son suficientes para respetarlas y darles su lugar, no de privilegio, sino el que se han ganado por sí mismas, con la lucha diaria y la evolución de las sociedades del mundo.

Y hay que decirles a estas mujeres nuestras, las de México y del mundo, que deben hacer exactamente lo que ya están haciendo muchas: denunciar. Deben denunciar a esos acosadores sexuales disfrazados de “jefes de oficina”, de “patrones poderosos” que pueden dar o quitar un “privilegio” si no acceden a sus pretensiones pervertidas.

Son los renglones torcidos de las sociedades en que vivimos. Pero debemos tener voluntad, coraje e incluso arrojo para ayudar a enderezarlos. Es lugar común, pero vale subrayarlo: todos provenimos de una mujer, muchos tenemos esposa, hijas, hermanas. Y en la soledad de la reflexión, cuando leemos noticias de mujeres asesinadas, de otras violadas o desaparecidas; de la maltratadas y sometidas a explotación sexual, necesariamente pensamos en lo cruel, en lo humillante y doloroso que sería vivir una situación así.

Hay hombres, y me incluyo, que se nos hace un nudo en la garganta, que por momentos nos doblega la impotencia, ante situaciones lacerantes que viven o pueden vivir las mujeres. Sí nos falta un tramo, un largo tramo, principalmente en respeto absoluto a la simple condición de mujer.

Hoy celebremos el Día Internacional de la Mujer como el reconocimiento justo. Reconozcamos los avances que han tenido y aprendamos a verlas con la simpleza diaria de la convivencia respetuosa, la contraparte biológica. Nada más, nada menos.


Senador del PRI



El pasado 8 de marzo celebramos el Día Internacional de la Mujer, declarado así por la ONU en 1975, en recuerdo de aquel mismo 8 de marzo pero de 1857 cuando un grupo de trabajadoras textiles de Nueva York salieron a protestar por la míseras condiciones en que laboraban.

Hoy las condiciones laborales, pero también políticas, económicas, sociales, incluso familiares, son diametralmente diferentes para bien, aunque es cierto que en algunos países, incluso regiones de nuestro propio México, condiciones culturales, religiosas y de otros tipos, siguen incidiendo en perjuicio de las mujeres.

Pero sostenemos que son diametralmente opuestas por varias razones y, en la mención, va nuestro reconocimiento total, íntegro, de que las mujeres son exactamente iguales que los hombres. Se acabaron las grandes mujeres que caminaban detrás de grandes hombres y las que, amas de casa, reducían su participación al hogar y las tareas de procreación y educación de los hijos.

Hoy las encontramos, en igualdad de circunstancias, en cargos de la administración pública, en los partidos políticos, en las universidades, como jefas en la iniciativa privada; ocupando primeros lugares en la investigación, en la cultura y en los deportes. Y todo, todo ello, sin dejar de cumplir su función biológica (y divina, en el caso de los que tenemos fe religiosa) de continuar la reproducción de la especie.

Quedan pendientes, reivindicaciones. Como bien dijo el presidente Peña Nieto en la celebración del Día Internacional de la Mujer, la agenda no está agotada ni terminada. Quedan por ahí los detestables violadores de mujeres; los golpeadores que no admiten la igualdad y buscan, a través de los golpes, sostener su supremacía.

Están igual por ahí los machos acosadores sexuales que no terminan de entender que la inteligencia de las mujeres, su preparación académica, sus habilidades en el trabajo, son suficientes para respetarlas y darles su lugar, no de privilegio, sino el que se han ganado por sí mismas, con la lucha diaria y la evolución de las sociedades del mundo.

Y hay que decirles a estas mujeres nuestras, las de México y del mundo, que deben hacer exactamente lo que ya están haciendo muchas: denunciar. Deben denunciar a esos acosadores sexuales disfrazados de “jefes de oficina”, de “patrones poderosos” que pueden dar o quitar un “privilegio” si no acceden a sus pretensiones pervertidas.

Son los renglones torcidos de las sociedades en que vivimos. Pero debemos tener voluntad, coraje e incluso arrojo para ayudar a enderezarlos. Es lugar común, pero vale subrayarlo: todos provenimos de una mujer, muchos tenemos esposa, hijas, hermanas. Y en la soledad de la reflexión, cuando leemos noticias de mujeres asesinadas, de otras violadas o desaparecidas; de la maltratadas y sometidas a explotación sexual, necesariamente pensamos en lo cruel, en lo humillante y doloroso que sería vivir una situación así.

Hay hombres, y me incluyo, que se nos hace un nudo en la garganta, que por momentos nos doblega la impotencia, ante situaciones lacerantes que viven o pueden vivir las mujeres. Sí nos falta un tramo, un largo tramo, principalmente en respeto absoluto a la simple condición de mujer.

Hoy celebremos el Día Internacional de la Mujer como el reconocimiento justo. Reconozcamos los avances que han tenido y aprendamos a verlas con la simpleza diaria de la convivencia respetuosa, la contraparte biológica. Nada más, nada menos.


Senador del PRI