El negocio de la F1 consiste en el espectáculo de ver automóviles circulando a más de 300 kilómetros por hora y generar otras ganancias con productos relacionados. La F1 empleaba mujeres para promocionar marcas, productos, patrocinadores o automóviles. Su labor desapareció de un momento a otro, en condiciones muy confusas y, al parecer, un tanto dogmáticas.
La F1 no tiene acusaciones o escándalos de acoso sexual, hostigamiento o abuso sexual como sucede en nuestra política, en Hollywood o en la gimnasia olímpica de los Estados Unidos de América. En contra de toda intuición primeriza, al parecer, allí existía un clima de respeto fáctico para las mujeres.
En cualquier sociedad civilizad existe una premisa fundamental: un ser humano puede vestirse como desee y trabajar en lo que quiera. Las mujeres pueden usar una falda larga, corta, pantalones, etc., salir a la calle y nadie está legitimado para criticar o solicitar que se modifique la vestimenta.
Las mujeres que laboraban en la F1 fueron despedidas. La compañía señala que la actividad de éstas ya no estaba dentro de los valores que actualmente forman parte de la empresa. En apariencia, algunos de esos valores se oponían con la forma de vestir de las mujeres y existía una crítica sobre la ausencia de actividad intelectual en su trabajo.
Hay dos grupos que parecen coincidir en cómo F1 crea sus valores. El primero es un ámbito del pensamiento religioso. La mayoría de la sociedad sabe que ciertos creyentes luchan contra el largo de la falda y abogan por que las labores se desarrollen en una casa. Lo anterior, estaría en contra de diversas disposiciones constitucionales, sin embargo, la capacidad de manifestarse y profesar sus ideas también goza de protección constitucional.
El segundo grupo es un segmento del pensamiento feminista que también les dice a las mujeres cómo -o- en qué condiciones deben usar su vestimenta y cuál sería un oficio digno. En su visión, usar cierta ropa en la calle es un derecho, pero en el trabajo las vuelve un objeto. Este argumento camina por una línea muy delgada, veamos: una mujer que haga matemáticas aplicadas se tendría que abstener de usar cierta ropa en su trabajo, para que sus compañeros de labores no la cosifiquen.
Dos puntos opuestos del pensamiento contemporáneo se pueden unir para juzgar los trabajos de las mujeres. Los argumentos son muy distintos y parten de geografías muy diversas, aunque llegan al mismo puerto: el largo de las faldas y la actividad.
En la teoría de los derechos humanos, los seres humanos somos el punto de partida de cualquier discurso y después se pondera con la colectividad, éste no fue el caso. Las personas que apoyan la decisión de la F1 nos dicen que éstas no saben lo que hacen y que estas mujeres mandan un pésimo mensaje a las nuevas generaciones.
Rebecca Cooper trabajó en la F1 y dejó en claro en redes sociales que éste fue uno de sus mejores trabajos y experiencias. Nadie pondría en duda las palabras de Rebecca si estuviera denunciando un acto de acoso, ojalá nadie la ponga en entredicho cuando habla de sus experiencias.
Rebecca Jackson dice que el verdadero feminismo se enfoca en apoyar qué cosas quieren hacer las mujeres, sin juicios ni barreras. Ella se centra en la capacidad de elegir de manera libre, por ello, las mujeres pueden optar entre ser médico cirujano o anunciar marcas conforme a su plan de vida. En estas ideas, Rebecca Jackson nos ofrece la solución al aparente problema: libertad.
Dr. en Derecho