/ miércoles 12 de junio de 2019

Le tomó el número de la placa

Ni duda cabe: Donald Trump le tomó el número de la placa a López Obrador. Tanto “amor y paz” lo puso de pechito frente al encarnizado “hombre naranja”, que dio con el Talón de Aquiles: la amenaza de subir los aranceles.

El residente de la Casa Blanca es un negociador innato, águila para percibir las debilidades de sus oponentes. Usa una retórica agresiva, hiriente, contra quienes busca doblegar y en el momento en el que presume flaqueza y debilidad, frente a sus arengas, sabe que ya tiene el terreno conquistado.

Sus mañas se han divulgado hasta el hartazgo, así como los análisis que, de su espeluznante personalidad, han hecho reconocidos psicólogos. En esta nueva administración, parece que los enanos del gabinete no se instruyen en relación a los enemigos, de la buena marcha nacional.

Desde el encuentro en Miami, entre la secretaria de Gobernación y la entonces secretaria de Seguridad Interior de Estados Unidos, se había acordado el plan para reducir la migración, que por supuesto se mandó al baúl de los olvidos. En él se especificaba lo que ahora se ha tenido que refrendar, con carácter de urgente.

El convertirnos en “Tercer país seguro”, aunque digan que todavía no, se plasma en la exigencia de cerrar nuestra frontera del sur y aceptar el que, todos los que aspiren a cruzar del otro lado, esperen dentro de nuestros límites territoriales y se les provea de “trabajo, salud y educación”. ¡Recórcholis!, si no se puede dotar a los mexicanos, de tan preciosas garantías, ¿cómo diantres se les van a dar a los miles y miles de centroamericanos que pululan y pulularán por esta República?

El sistema de migración gringo, está rebasado. Más de 100 mil solicitudes esperan revisión y el tiempo de respuesta puede alargarse de uno a dos años. El nuestro, peor. Con los hachazos al presupuesto, de la afamada señora Buenrostro (Para muchos debería apellidarse Malacara), el Instituto de Migración redujo personal hasta quedar esquelético (El pretexto es que se corrió a corruptos). Imposibilitados para atender las enormes filas de personas que suspiran por cruzar, atravesar este terruño y llegar al sueño americano, además de los escasos policías que cubren la porosa frontera, el número de ingresos supone un reto humanitario y económico, de alcances estratosféricos.

Marcelito Ebrard, convertido en héroe nacional –por “evitar” que nos asestaran la feroz medida-, sólo consiguió 45 días de gracia. De no reducirse drásticamente la cifra de las caravanas, vendrá el cinco por ciento.

Hicieron el gran festejo en Tijuana. Por enésima ocasión se mandó al caño la Juarista laicidad del Estado Mexicano. El líder de los Evangélicos y el “padre” Solalinde, echaron sendos discursos (Inexplicable el que la Iglesia católica le siga permitiendo a Solalinde, intervenir públicamente en política, prohibición expresa).

Congruente, como es, Porfirio Muñoz Ledo fue el único orador en cuestionar el arreglo de Marras, con su frase que pasará a la historia: “Un oscuro favor a los Estados Unidos”. Y tan oscuro, que ya Trump advierte que dará a conocer lo que falta y avizora que lo tendrá que aprobar el Congreso Mexicano. A saber de qué tamaños fue la incondicionalidad y la servidumbre de unas autoridades que, con absoluto cinismo, se ¡confiesan de Izquierda!

¿Que valió más un mal arreglo? Sólo el tiempo lo dirá, porque el hotentote ya le tomó el número de la placa al tlatoani y eso, que ni qué.

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq

Ni duda cabe: Donald Trump le tomó el número de la placa a López Obrador. Tanto “amor y paz” lo puso de pechito frente al encarnizado “hombre naranja”, que dio con el Talón de Aquiles: la amenaza de subir los aranceles.

El residente de la Casa Blanca es un negociador innato, águila para percibir las debilidades de sus oponentes. Usa una retórica agresiva, hiriente, contra quienes busca doblegar y en el momento en el que presume flaqueza y debilidad, frente a sus arengas, sabe que ya tiene el terreno conquistado.

Sus mañas se han divulgado hasta el hartazgo, así como los análisis que, de su espeluznante personalidad, han hecho reconocidos psicólogos. En esta nueva administración, parece que los enanos del gabinete no se instruyen en relación a los enemigos, de la buena marcha nacional.

Desde el encuentro en Miami, entre la secretaria de Gobernación y la entonces secretaria de Seguridad Interior de Estados Unidos, se había acordado el plan para reducir la migración, que por supuesto se mandó al baúl de los olvidos. En él se especificaba lo que ahora se ha tenido que refrendar, con carácter de urgente.

El convertirnos en “Tercer país seguro”, aunque digan que todavía no, se plasma en la exigencia de cerrar nuestra frontera del sur y aceptar el que, todos los que aspiren a cruzar del otro lado, esperen dentro de nuestros límites territoriales y se les provea de “trabajo, salud y educación”. ¡Recórcholis!, si no se puede dotar a los mexicanos, de tan preciosas garantías, ¿cómo diantres se les van a dar a los miles y miles de centroamericanos que pululan y pulularán por esta República?

El sistema de migración gringo, está rebasado. Más de 100 mil solicitudes esperan revisión y el tiempo de respuesta puede alargarse de uno a dos años. El nuestro, peor. Con los hachazos al presupuesto, de la afamada señora Buenrostro (Para muchos debería apellidarse Malacara), el Instituto de Migración redujo personal hasta quedar esquelético (El pretexto es que se corrió a corruptos). Imposibilitados para atender las enormes filas de personas que suspiran por cruzar, atravesar este terruño y llegar al sueño americano, además de los escasos policías que cubren la porosa frontera, el número de ingresos supone un reto humanitario y económico, de alcances estratosféricos.

Marcelito Ebrard, convertido en héroe nacional –por “evitar” que nos asestaran la feroz medida-, sólo consiguió 45 días de gracia. De no reducirse drásticamente la cifra de las caravanas, vendrá el cinco por ciento.

Hicieron el gran festejo en Tijuana. Por enésima ocasión se mandó al caño la Juarista laicidad del Estado Mexicano. El líder de los Evangélicos y el “padre” Solalinde, echaron sendos discursos (Inexplicable el que la Iglesia católica le siga permitiendo a Solalinde, intervenir públicamente en política, prohibición expresa).

Congruente, como es, Porfirio Muñoz Ledo fue el único orador en cuestionar el arreglo de Marras, con su frase que pasará a la historia: “Un oscuro favor a los Estados Unidos”. Y tan oscuro, que ya Trump advierte que dará a conocer lo que falta y avizora que lo tendrá que aprobar el Congreso Mexicano. A saber de qué tamaños fue la incondicionalidad y la servidumbre de unas autoridades que, con absoluto cinismo, se ¡confiesan de Izquierda!

¿Que valió más un mal arreglo? Sólo el tiempo lo dirá, porque el hotentote ya le tomó el número de la placa al tlatoani y eso, que ni qué.

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq

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