/ domingo 31 de julio de 2022

Lejos de la tan ahelada paz

MIRAR

Que nuestra patria no disfruta de paz, es algo que podemos constatar diariamente, tanto en la vida personal y en nuestras comunidades, como en los medios informativos que compiten en notas rojas. Aunque alguien diga que tiene otros datos, éstos quizá son de su escritorio, a donde sus colaboradores sólo le llevan informes que le alagan los oídos. La realidad es triste y dolorosa. Afirmar esto no es cuestión política, ni consigna de conservadores y enemigos partidistas, sino experiencia que cotidianamente lamentamos. Casi nadie se atreve a presentar una denuncia formal, porque con ello casi firmaría su sentencia de muerte. Pero que vivimos en inseguridad y violencia, sin suficientes acciones de parte del gobierno para enfrentarlas, es un dato de cada día.

En algunos lugares del país, incluso en la capital nacional, hay guerras de diferentes cárteles que se disputan el territorio para vender en exclusiva algunas drogas. Y quien no colabora con ellos, se expone a todo; por ello, muchos huyen del lugar donde siempre han vivido. Las guerras más frecuentes son las extorsiones, el cobro de piso, el control de casi todo el comercio, grande y pequeño. Por mi rumbo, imponen sus precios a productores de jitomate, chile, aguacate, durazno, flor, etc. No se pueden comprar materiales de construcción en la ciudad, donde son más baratos, sino a quien ellos dicen y al precio que arbitrariamente imponen. Ni cigarros se pueden libremente adquirir, sino que ponen un sello a las cajetillas autorizadas por ellos, y si alguien se sale de sus normas, le clausuran su negocio, lo secuestran, lo golpean y lo pueden asesinar. ¿Esto no es una guerra? No es como en Ucrania y en otras latitudes, pero es un clima violento con el convivimos diariamente. El domingo pasado, regresando de mi pueblo, cerca de El Capulín, nos rebasó en una camioneta un grupo de unas 10 personas, fuertemente armadas, con una prepotencia que nos impulsó a hacernos a un lado para que pasasen libremente, como Juan por su casa.

El episcopado mexicano ha promovido una intensa jornada de oración por la paz en. Se está orando por asesinados y desaparecidos, incluso por los victimarios para que se conviertan. También oramos por las autoridades, y por los que aspiran a cargos públicos, para que asuman en su corazón el dolor de tanta gente que se siente desprotegida y abandonada. No somos partidarios de responder con violencia a la violencia, como se nos ha acusado dolosamente, sino que queremos paz social, y estamos dispuestos a colaborar para lograrla. Para que haya paz, es necesaria la justicia. Sin justicia, no hay paz. Y el gobierno tiene obligación constitucional de ejercer la justicia, de proteger al pueblo, de evitar que se le siga perjudicando, no sólo regalarle dinero cada dos o tres meses, con fines electorales.

DISCERNIR

El episcopado mexicano, en su Proyecto Global de Pastoral 2031+2033, expresa:

“Esta sociedad que tendría que ofrecer a todos los ciudadanos las condiciones necesarias para vivir con dignidad, está dañada y es necesario que todos como miembros de ella tomemos conciencia de esta realidad y nos hagamos responsables, para que pueda cumplir como un espacio de vida digna para todos sus miembros” (57).

ACTUAR

¿Qué hacer? Ante todo, tener fe en la oración e intensificarla por esta intención. Educar nuestras reacciones, para que seamos personas pacíficas. Promover la cultura de la no violencia activa, pero exigiendo justicia en favor de quienes viven amenazados y en zozobra permanente.

MIRAR

Que nuestra patria no disfruta de paz, es algo que podemos constatar diariamente, tanto en la vida personal y en nuestras comunidades, como en los medios informativos que compiten en notas rojas. Aunque alguien diga que tiene otros datos, éstos quizá son de su escritorio, a donde sus colaboradores sólo le llevan informes que le alagan los oídos. La realidad es triste y dolorosa. Afirmar esto no es cuestión política, ni consigna de conservadores y enemigos partidistas, sino experiencia que cotidianamente lamentamos. Casi nadie se atreve a presentar una denuncia formal, porque con ello casi firmaría su sentencia de muerte. Pero que vivimos en inseguridad y violencia, sin suficientes acciones de parte del gobierno para enfrentarlas, es un dato de cada día.

En algunos lugares del país, incluso en la capital nacional, hay guerras de diferentes cárteles que se disputan el territorio para vender en exclusiva algunas drogas. Y quien no colabora con ellos, se expone a todo; por ello, muchos huyen del lugar donde siempre han vivido. Las guerras más frecuentes son las extorsiones, el cobro de piso, el control de casi todo el comercio, grande y pequeño. Por mi rumbo, imponen sus precios a productores de jitomate, chile, aguacate, durazno, flor, etc. No se pueden comprar materiales de construcción en la ciudad, donde son más baratos, sino a quien ellos dicen y al precio que arbitrariamente imponen. Ni cigarros se pueden libremente adquirir, sino que ponen un sello a las cajetillas autorizadas por ellos, y si alguien se sale de sus normas, le clausuran su negocio, lo secuestran, lo golpean y lo pueden asesinar. ¿Esto no es una guerra? No es como en Ucrania y en otras latitudes, pero es un clima violento con el convivimos diariamente. El domingo pasado, regresando de mi pueblo, cerca de El Capulín, nos rebasó en una camioneta un grupo de unas 10 personas, fuertemente armadas, con una prepotencia que nos impulsó a hacernos a un lado para que pasasen libremente, como Juan por su casa.

El episcopado mexicano ha promovido una intensa jornada de oración por la paz en. Se está orando por asesinados y desaparecidos, incluso por los victimarios para que se conviertan. También oramos por las autoridades, y por los que aspiran a cargos públicos, para que asuman en su corazón el dolor de tanta gente que se siente desprotegida y abandonada. No somos partidarios de responder con violencia a la violencia, como se nos ha acusado dolosamente, sino que queremos paz social, y estamos dispuestos a colaborar para lograrla. Para que haya paz, es necesaria la justicia. Sin justicia, no hay paz. Y el gobierno tiene obligación constitucional de ejercer la justicia, de proteger al pueblo, de evitar que se le siga perjudicando, no sólo regalarle dinero cada dos o tres meses, con fines electorales.

DISCERNIR

El episcopado mexicano, en su Proyecto Global de Pastoral 2031+2033, expresa:

“Esta sociedad que tendría que ofrecer a todos los ciudadanos las condiciones necesarias para vivir con dignidad, está dañada y es necesario que todos como miembros de ella tomemos conciencia de esta realidad y nos hagamos responsables, para que pueda cumplir como un espacio de vida digna para todos sus miembros” (57).

ACTUAR

¿Qué hacer? Ante todo, tener fe en la oración e intensificarla por esta intención. Educar nuestras reacciones, para que seamos personas pacíficas. Promover la cultura de la no violencia activa, pero exigiendo justicia en favor de quienes viven amenazados y en zozobra permanente.