/ sábado 19 de diciembre de 2020

Leon Felipe: la voz del viento

por Francisco Fonseca N.


León Felipe Camino murió el 18 de septiembre de 1968, cuando nuestro país crecía en el fortalecimiento de la conciencia. Aún me pregunto ¿cómo es que murió si su voz y su palabra las tenemos prendidas en el alma, más vivas que nunca? Pero bien dijeron quienes bien lo conocían: es que pese a su voluntad estaba cumpliendo su destino porque él era un hombre de destino, poeta no de oro ni de plata ni de bronce, sino de barro que es la sustancia más adecuada para hacer el retrato del hombre; “del mismo barro sucio, sufrido y humilde que han pisado en la vida sus pies”.

¿Cómo que murió? si una voz interior, sonora y firme le advirtió que tenía que recorrer mil veces las trágicas horas de su España ensangrentada y mil veces más los caminos polvosos de su América y el rudo paisaje de su altiplanicie mexicana, “donde Dios mismo no sabe qué decir ni qué decidir”, hasta que encontrara la respuesta final a su angustiado reclamo de identidad: ¿quién soy yo? ¿de dónde vengo? ¿qué será de mi conciencia?

León Felipe decía: “Los poetas sabemos muy poco. Somos muy malos estudiantes, no somos inteligentes somos holgazanes, nos gusta mucho dormir y creemos que hay un atajo escondido para llegar al saber y, en vez de meditar como filósofo o de investigar como los sabios, ponemos nuestros grandes problemas en el altar de los oráculos o dejamos que los resuelva aleatoriamente una moneda de diez centavos, y decimos, por ejemplo: puesto que no sé quién soy que lo decida la suerte, ¿cara o cruz?”

León Felipe, fue un quijote antiguo transportado a nuestro tiempo por el viento, esa fuerza misteriosa de la creación poética. Luís Rius definió el contorno del poeta, puso los límites precisos a sus pasos. “Esa ansia, esa fuerza que impulsa al poeta a cantar no es suya, es de todos los hombres, de todos los pueblos. No es la poesía el ejercicio de un espíritu privilegiado que se construye un mundo propio, maravillosamente rico, para habitarlo lejos de los hombres incapaces de entender sus maravillas. Y es que el poeta no es, en el fondo no lo ha sido nunca, mas que un viejo juglar que canta de memoria los versos que más le conmueven, los más elementalmente humanos, sin poder discernir ya cuáles son los propios y cuáles los ajenos, sólo atento a la virginidad de la verdad que entrañan”.

Puedo decir, con mucho orgullo, que en 1968, dos semanas antes de su fallecimiento, Jesús Terán y yo, entonces reporteros y fundadores de Notimex, entrevistamos al poeta en el Café La Habana. Con gran elocuencia narró su periplo desde que salió de su pueblo natal Tábara hacia Sequeros, Santander, Almonacid de Zorita. Trabajó de farmacéutico, fue encarcelado por un desfalco. Sufre de pobreza y escribe :” He dormido en el estiércol de las cuadras, en los bancos municipales, he recostado mi cabeza en la soga de los mendigos y me ha dado limosna -Dios se lo pague-una prostituta callejera...”.

Volvió a trabajar, viajó a México invitado y recibido por Alfonso Reyes en 1922, y en 1923 escribió: “Llegué a México —por primera vez— montado en la cola de la revolución. Corría el año de 1923. Después, aquí he vivido por muchos años: Aquí he gritado, he sufrido, he protestado, he blasfemado, me he llenado de asombro...”

Regresó a España antes de la dictadura franquista. Pero cuando se percató del peligro que representaba La Falange en su patria, salió definitivamente de su país, viajando por Estados Unidos, Sudamérica, hasta que llegó a la ciudad de México, su destino final, hacia finales de 1938.

En México, y en diversas universidades de América se dedicó a la enseñanza. Trabajó con varios y diversos intelectuales mexicanos fundando revistas y talleres. Falleció en 1968.

En 1969, Notimex produjo un programa de televisión de 60 minutos de duración titulado: “Homenaje a León Felipe”, Participaron artistas excepcionales de aquella época: Ofelia Guilmain, José Gálvez, Sonia Furió, Sergio Fernández, Margarita Bauche, María Eugenia Ríos y dos más que lamentablemente no recuerdo. El director de Notimex, nuestro compañero Enrique Herrera Bruquetas (1938-2018) participó con su voz en off, es decir, declamando algunos poemas de León. El programa lo dirigió el gran productor de televisión Hector González de la Barrera y participé en la cabina de dirección. Conservo afortunadamente una copia del programa.

En próxima ocasión hablaré de una carta que escribió León Felipe a un niño llamado Benito, a quien bautizó como El Ángel del Acordeón.

Yo me pregunto: ¿Cómo que murió el viejo juglar del roto violín? Si todavía falta que remoje la palabra divina, falta que ablande con el vaho de su aliento y la humedad de su saliva y de su sangre -como él así lo quería- el polvo seco de los libros sagrados y vuelva a hacer marchar los versículos quietos y paralíticos con el ritmo de su corazón.

No. León Felipe ha cruzado el abismo pero no ha muerto porque suya es la voz más antigua de la tierra, la voz que purifica, la voz del viento.


Premio Nacional de Periodismo

Fundador de Notimex

pacofonn@yahoo.com.mx

por Francisco Fonseca N.


León Felipe Camino murió el 18 de septiembre de 1968, cuando nuestro país crecía en el fortalecimiento de la conciencia. Aún me pregunto ¿cómo es que murió si su voz y su palabra las tenemos prendidas en el alma, más vivas que nunca? Pero bien dijeron quienes bien lo conocían: es que pese a su voluntad estaba cumpliendo su destino porque él era un hombre de destino, poeta no de oro ni de plata ni de bronce, sino de barro que es la sustancia más adecuada para hacer el retrato del hombre; “del mismo barro sucio, sufrido y humilde que han pisado en la vida sus pies”.

¿Cómo que murió? si una voz interior, sonora y firme le advirtió que tenía que recorrer mil veces las trágicas horas de su España ensangrentada y mil veces más los caminos polvosos de su América y el rudo paisaje de su altiplanicie mexicana, “donde Dios mismo no sabe qué decir ni qué decidir”, hasta que encontrara la respuesta final a su angustiado reclamo de identidad: ¿quién soy yo? ¿de dónde vengo? ¿qué será de mi conciencia?

León Felipe decía: “Los poetas sabemos muy poco. Somos muy malos estudiantes, no somos inteligentes somos holgazanes, nos gusta mucho dormir y creemos que hay un atajo escondido para llegar al saber y, en vez de meditar como filósofo o de investigar como los sabios, ponemos nuestros grandes problemas en el altar de los oráculos o dejamos que los resuelva aleatoriamente una moneda de diez centavos, y decimos, por ejemplo: puesto que no sé quién soy que lo decida la suerte, ¿cara o cruz?”

León Felipe, fue un quijote antiguo transportado a nuestro tiempo por el viento, esa fuerza misteriosa de la creación poética. Luís Rius definió el contorno del poeta, puso los límites precisos a sus pasos. “Esa ansia, esa fuerza que impulsa al poeta a cantar no es suya, es de todos los hombres, de todos los pueblos. No es la poesía el ejercicio de un espíritu privilegiado que se construye un mundo propio, maravillosamente rico, para habitarlo lejos de los hombres incapaces de entender sus maravillas. Y es que el poeta no es, en el fondo no lo ha sido nunca, mas que un viejo juglar que canta de memoria los versos que más le conmueven, los más elementalmente humanos, sin poder discernir ya cuáles son los propios y cuáles los ajenos, sólo atento a la virginidad de la verdad que entrañan”.

Puedo decir, con mucho orgullo, que en 1968, dos semanas antes de su fallecimiento, Jesús Terán y yo, entonces reporteros y fundadores de Notimex, entrevistamos al poeta en el Café La Habana. Con gran elocuencia narró su periplo desde que salió de su pueblo natal Tábara hacia Sequeros, Santander, Almonacid de Zorita. Trabajó de farmacéutico, fue encarcelado por un desfalco. Sufre de pobreza y escribe :” He dormido en el estiércol de las cuadras, en los bancos municipales, he recostado mi cabeza en la soga de los mendigos y me ha dado limosna -Dios se lo pague-una prostituta callejera...”.

Volvió a trabajar, viajó a México invitado y recibido por Alfonso Reyes en 1922, y en 1923 escribió: “Llegué a México —por primera vez— montado en la cola de la revolución. Corría el año de 1923. Después, aquí he vivido por muchos años: Aquí he gritado, he sufrido, he protestado, he blasfemado, me he llenado de asombro...”

Regresó a España antes de la dictadura franquista. Pero cuando se percató del peligro que representaba La Falange en su patria, salió definitivamente de su país, viajando por Estados Unidos, Sudamérica, hasta que llegó a la ciudad de México, su destino final, hacia finales de 1938.

En México, y en diversas universidades de América se dedicó a la enseñanza. Trabajó con varios y diversos intelectuales mexicanos fundando revistas y talleres. Falleció en 1968.

En 1969, Notimex produjo un programa de televisión de 60 minutos de duración titulado: “Homenaje a León Felipe”, Participaron artistas excepcionales de aquella época: Ofelia Guilmain, José Gálvez, Sonia Furió, Sergio Fernández, Margarita Bauche, María Eugenia Ríos y dos más que lamentablemente no recuerdo. El director de Notimex, nuestro compañero Enrique Herrera Bruquetas (1938-2018) participó con su voz en off, es decir, declamando algunos poemas de León. El programa lo dirigió el gran productor de televisión Hector González de la Barrera y participé en la cabina de dirección. Conservo afortunadamente una copia del programa.

En próxima ocasión hablaré de una carta que escribió León Felipe a un niño llamado Benito, a quien bautizó como El Ángel del Acordeón.

Yo me pregunto: ¿Cómo que murió el viejo juglar del roto violín? Si todavía falta que remoje la palabra divina, falta que ablande con el vaho de su aliento y la humedad de su saliva y de su sangre -como él así lo quería- el polvo seco de los libros sagrados y vuelva a hacer marchar los versículos quietos y paralíticos con el ritmo de su corazón.

No. León Felipe ha cruzado el abismo pero no ha muerto porque suya es la voz más antigua de la tierra, la voz que purifica, la voz del viento.


Premio Nacional de Periodismo

Fundador de Notimex

pacofonn@yahoo.com.mx