/ viernes 29 de enero de 2021

Libertad de Expresión

La expresión “gobernar es comunicar” se ha vuelto cada vez es más recurrente. En un mundo hiperconectado, donde la información fluye con una velocidad inusitada, los gobiernos se enfrentan a una situación inusitada y extraordinariamente compleja. Los hechos ocurren y se transmiten con una dinámica que supera por mucho las capacidades de respuesta instaladas en las instituciones. Cada vez es más frecuente que las autoridades se vean rebasadas, no solo en su capacidad de respuesta, sino incluso en sus capacidades básicas de diagnóstico y evaluación de hechos.

Tal vez el ejemplo más evidente ocurrió hace tres años, cuando después del sismo del 19 de septiembre, la sociedad logró a través de las redes, informarse, comunicarse y organizarse de una forma descentralizada, sin la necesidad de intermediarios institucionales. En aquellas horas después del derrumbe de varios edificios, la información sobre las necesidades de atención: palas, manos, agua, víveres, etc., empezó a fluir a través de los medios digitales. Al final de cuentas, se generó un mecanismo que permitió identificar que acciones, cómo, cuándo y dónde, debían implementarse en el lastimado mapa de la CDMX.

Por estas razones se ha vuelto tan importante la comunicación para el gobierno de la República. Las mañaneras del presidente López Obrador cumplen un doble propósito. Por un lado, informar las acciones de gobierno, marcar agenda y definir el rumbo de las prioridades establecidas por el presidente de la República. Al mismo tiempo, permiten generar una dinámica de defensa y blindaje frente a los ataques y las críticas que de manera sistemática ocurren en el entorno político, económico y social del país.

Por esta razón López Obrador ha sido tan enfático en defender su “derecho” a “seguir informando”. Las mañaneras no solo son un instrumento para ello, también cruzan continuamente una tenue línea entre la información gubernamental y la propaganda política. También por esa razón es que el Instituto Nacional Electoral ha sido crítico de la participación matutina de AMLO y por ello ha pedido que cesen sus intervenciones durante el período electoral. La confrontación conlleva un dilema: Si en estos tiempos, gobernar recae cada vez más en la comunicación, ¿Es válido amputarle dicha facultad a la autoridad? Por otro lado, si recurrentemente se pasa la frágil línea entre la comunicación oficial y la propaganda con sesgo, ¿Es pertinente para la democracia, mantener dicho derecho vigente en todo momento?

El debate no es exclusivo de México. Un ejemplo mucho más extremo se vivió recientemente en los Estados Unidos, con la cancelación de la cuenta en Twitter del presidente Trump. En aras de defender las libertades que promueve y configuran el Estado de Derecho, se cancelan. Así, a Trump se le cercena su derecho a la libre expresión, pero al mismo tiempo a sus seguidores y a las propias audiencias, se les coarta el que tienen al libre acceso a información.

Este no es un debate sencillo. En nuestro país, algo similar ocurrió recientemente cuando varias cuentas seguidoras del presidente López Obrador fueron eliminadas. La reacción de AMLO fue declarar que Twitter es “prianista”. Con ello, no sólo se incendió la red, sino que se proyectó la versión mexicana de un debate que hoy define el cambio de era que experimenta la humanidad. La #SociedadHorizontal deberá estar atenta a esta discusión y proponer nuevas rutas para la evolución institucional que hoy tanto se requiere. Esa es una de sus principales misiones.

La expresión “gobernar es comunicar” se ha vuelto cada vez es más recurrente. En un mundo hiperconectado, donde la información fluye con una velocidad inusitada, los gobiernos se enfrentan a una situación inusitada y extraordinariamente compleja. Los hechos ocurren y se transmiten con una dinámica que supera por mucho las capacidades de respuesta instaladas en las instituciones. Cada vez es más frecuente que las autoridades se vean rebasadas, no solo en su capacidad de respuesta, sino incluso en sus capacidades básicas de diagnóstico y evaluación de hechos.

Tal vez el ejemplo más evidente ocurrió hace tres años, cuando después del sismo del 19 de septiembre, la sociedad logró a través de las redes, informarse, comunicarse y organizarse de una forma descentralizada, sin la necesidad de intermediarios institucionales. En aquellas horas después del derrumbe de varios edificios, la información sobre las necesidades de atención: palas, manos, agua, víveres, etc., empezó a fluir a través de los medios digitales. Al final de cuentas, se generó un mecanismo que permitió identificar que acciones, cómo, cuándo y dónde, debían implementarse en el lastimado mapa de la CDMX.

Por estas razones se ha vuelto tan importante la comunicación para el gobierno de la República. Las mañaneras del presidente López Obrador cumplen un doble propósito. Por un lado, informar las acciones de gobierno, marcar agenda y definir el rumbo de las prioridades establecidas por el presidente de la República. Al mismo tiempo, permiten generar una dinámica de defensa y blindaje frente a los ataques y las críticas que de manera sistemática ocurren en el entorno político, económico y social del país.

Por esta razón López Obrador ha sido tan enfático en defender su “derecho” a “seguir informando”. Las mañaneras no solo son un instrumento para ello, también cruzan continuamente una tenue línea entre la información gubernamental y la propaganda política. También por esa razón es que el Instituto Nacional Electoral ha sido crítico de la participación matutina de AMLO y por ello ha pedido que cesen sus intervenciones durante el período electoral. La confrontación conlleva un dilema: Si en estos tiempos, gobernar recae cada vez más en la comunicación, ¿Es válido amputarle dicha facultad a la autoridad? Por otro lado, si recurrentemente se pasa la frágil línea entre la comunicación oficial y la propaganda con sesgo, ¿Es pertinente para la democracia, mantener dicho derecho vigente en todo momento?

El debate no es exclusivo de México. Un ejemplo mucho más extremo se vivió recientemente en los Estados Unidos, con la cancelación de la cuenta en Twitter del presidente Trump. En aras de defender las libertades que promueve y configuran el Estado de Derecho, se cancelan. Así, a Trump se le cercena su derecho a la libre expresión, pero al mismo tiempo a sus seguidores y a las propias audiencias, se les coarta el que tienen al libre acceso a información.

Este no es un debate sencillo. En nuestro país, algo similar ocurrió recientemente cuando varias cuentas seguidoras del presidente López Obrador fueron eliminadas. La reacción de AMLO fue declarar que Twitter es “prianista”. Con ello, no sólo se incendió la red, sino que se proyectó la versión mexicana de un debate que hoy define el cambio de era que experimenta la humanidad. La #SociedadHorizontal deberá estar atenta a esta discusión y proponer nuevas rutas para la evolución institucional que hoy tanto se requiere. Esa es una de sus principales misiones.