/ sábado 11 de mayo de 2019

Libertad de letras

"Probado durante siglos: no son los tiranos los que hacen esclavos, sino los esclavos los que hacen tiranos. Lo que prueba una certeza de viejo reportero: los muertos sin duda están muertos; pero los vivos no siempre son lo que parecen".

Arturo Pérez-Reverte (1951- ), escritor y periodista español.

El pasado 3 de mayo, se conmemoró el Día Mundial de la Libertad de Prensa. A propósito de esta fecha, me parece que es necesario hacer una reflexión sobre el grave estado que guarda el periodismo en nuestro país.

Hace poco más de una semana, Juan Pardinas, director editorial de un periódico de circulación nacional, dio a conocer que ha recibido amenazas de muerte tan serias y reales -incluso amenazaron con quemar el periódico con él adentro-, que el propio presidente de la República anunció que se le brindará protección para garantizar su seguridad.

El 23 de abril, el presidente dedicó parte de su conferencia matutina para criticar al periódico. Pardinas dijo al respecto: “Esta sería la décimo tercera vez que el presidente ataca al diario”. En algún momento, estas críticas intentaron ser justificadas diciendo que se estaba haciendo uso del derecho de réplica. El derecho de réplica es una bandera inatacable, pero no debemos perder de vista lo que escribió Carmen Aristegui acerca de que el titular del Ejecutivo, no es un ciudadano cualquiera. Su trabajo debe ser armonizar a la sociedad en su conjunto. No hacer lo contrario, usando este derecho como ariete.

Estos señalamientos, apuntan a un elemento muy importante y delicado: Hacer reiterativo un discurso que descalifica y estigmatiza a la prensa, aunque se haga de forma “respetuosa” y sin llamar a la violencia, genera una idea en el imaginario común de que la prensa es mala y puede significar una venia por parte de la autoridad para ir en contra de los que realizan esta actividad.

Si se sigue por envalentonar a la “Guardia Pretoriana de la opinión”, como ha bautizado el periodista mexicano Brozo, al grupo que protege y acompaña al discurso del gobierno, en algún momento esta guardia llegará a liberar esa ira que se les permite y que se les aplaude.

Esto es especialmente cierto, y muy fácil de atestiguar, en el clima de hostilidad y agresión que actualmente impera en las redes sociales, en contra de aquél que tenga el atrevimiento de expresar alguna opinión contraria a la autoridad federal.

Queremos pensar que este país tiene la posibilidad de generar una crítica abierta, porque al final eso es la democracia.

Si tenemos un Estado de miedo, el resultado será el silencio. Desde hace tiempo, en el norte del país los periodistas han decidido callarse por esta razón. Han sido sexenios de mucha sangre, de mucho dolor para el periodismo mexicano.

El presidente tiene la responsabilidad de usar su plataforma para detener, no para fomentar, el hostigamiento hacia los periodistas. Las autoridades deben garantizar las condiciones necesarias para que toda la población pueda ejercer su derecho a la libertad de expresión, de manera abierta y sin temer represalias, sin temer por su propia vida.


"Probado durante siglos: no son los tiranos los que hacen esclavos, sino los esclavos los que hacen tiranos. Lo que prueba una certeza de viejo reportero: los muertos sin duda están muertos; pero los vivos no siempre son lo que parecen".

Arturo Pérez-Reverte (1951- ), escritor y periodista español.

El pasado 3 de mayo, se conmemoró el Día Mundial de la Libertad de Prensa. A propósito de esta fecha, me parece que es necesario hacer una reflexión sobre el grave estado que guarda el periodismo en nuestro país.

Hace poco más de una semana, Juan Pardinas, director editorial de un periódico de circulación nacional, dio a conocer que ha recibido amenazas de muerte tan serias y reales -incluso amenazaron con quemar el periódico con él adentro-, que el propio presidente de la República anunció que se le brindará protección para garantizar su seguridad.

El 23 de abril, el presidente dedicó parte de su conferencia matutina para criticar al periódico. Pardinas dijo al respecto: “Esta sería la décimo tercera vez que el presidente ataca al diario”. En algún momento, estas críticas intentaron ser justificadas diciendo que se estaba haciendo uso del derecho de réplica. El derecho de réplica es una bandera inatacable, pero no debemos perder de vista lo que escribió Carmen Aristegui acerca de que el titular del Ejecutivo, no es un ciudadano cualquiera. Su trabajo debe ser armonizar a la sociedad en su conjunto. No hacer lo contrario, usando este derecho como ariete.

Estos señalamientos, apuntan a un elemento muy importante y delicado: Hacer reiterativo un discurso que descalifica y estigmatiza a la prensa, aunque se haga de forma “respetuosa” y sin llamar a la violencia, genera una idea en el imaginario común de que la prensa es mala y puede significar una venia por parte de la autoridad para ir en contra de los que realizan esta actividad.

Si se sigue por envalentonar a la “Guardia Pretoriana de la opinión”, como ha bautizado el periodista mexicano Brozo, al grupo que protege y acompaña al discurso del gobierno, en algún momento esta guardia llegará a liberar esa ira que se les permite y que se les aplaude.

Esto es especialmente cierto, y muy fácil de atestiguar, en el clima de hostilidad y agresión que actualmente impera en las redes sociales, en contra de aquél que tenga el atrevimiento de expresar alguna opinión contraria a la autoridad federal.

Queremos pensar que este país tiene la posibilidad de generar una crítica abierta, porque al final eso es la democracia.

Si tenemos un Estado de miedo, el resultado será el silencio. Desde hace tiempo, en el norte del país los periodistas han decidido callarse por esta razón. Han sido sexenios de mucha sangre, de mucho dolor para el periodismo mexicano.

El presidente tiene la responsabilidad de usar su plataforma para detener, no para fomentar, el hostigamiento hacia los periodistas. Las autoridades deben garantizar las condiciones necesarias para que toda la población pueda ejercer su derecho a la libertad de expresión, de manera abierta y sin temer represalias, sin temer por su propia vida.


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