/ miércoles 27 de septiembre de 2017

Lo que es y lo que viene

Casi todo se ha dicho a una semana del sismo del 19 S. Tengo la impresión, como muchos otros, que no terminamos de salir de esa primera etapa de un duelo y ya tenemos encima las siguientes. Todavía quedan personas sepultadas, se continúan las labores del removimiento de los escombros y se siguen enviando sobre todo víveres y enseres de primera necesidad.

Sobrepuestas siguen nuestras emociones, nuestros miedos y temores pero ya han aflorado sobre nuestra tristeza, el enojo, la indignación y el desconocimiento sobre nuestro presente y futuro inmediatos. No solo en las comunidades más pobres y desprotegidas que nos han dejado ver las desigualdades que nos dividen a los mexicanos, aún con la solidaridad y apoyo que como pueblo siempre nos ha caracterizado; sino en la capital del país en donde las contradicciones son evidentes.

Dentro de lo mucho sobre lo que podemos opinar como una forma de catarsis sino también como una manera de aportar a la discusión pública me permito hacer algunas reflexiones, a riesgo de ser reiterativa de lo mucho, en algunos aspectos, de lo que en estos días hemos dicho y escuchado:

Nuestros sentimientos de confraternidad con todas las personas y familias principalmente afectadas. Apoyemos a su recuperación anímica y material.

El reconocimiento y agradecimiento a la sociedad civil, en particular a los cientos de miles de jóvenes que se movilizaron y que seguramente son ya factor fundamental de los cambios por venir.

El reconocimiento a los rescatistas profesionales de las diferentes instancias nacionales que han y están participado en las labores primarias. Y a los externos de más de una docena de países. Por nuestras condiciones sismológicas, tendrán que seguir capacitándose y avanzar en la tecnología que tienen los más desarrollados.

El reconocimiento al cumplimiento de las obligaciones del Estado por medio de sus diferentes niveles de gobierno; desde el Presidente hasta las decenas de servidores públicos. Con especial gratitud a todas las Fuerzas Armadas, con la seguridad de que seguirán desempeñando un papel fundamental en la reconstrucción.

A los pocos grandes empresarios, por lo menos de los que tenemos conocimiento, que han querido retribuir al país parte de sus ganancias y que esperemos sean uno de los sectores más activos de la reactivación de la economía.

El trabajo de diferentes organizaciones no gubernamentales nacionales y extranjeras, las cuales han insistido, con toda razón, en lo que consideran que debería ser parte de la “cultura de valores”, con la cual debe contar toda sociedad, sobre todo después de esa primera etapa de “remoción de piedras”.

Enseñar a la gente a llevar a cabo otras labores tan importantes, tales como la recuperación de una vida digna con seguridad y bienestar en primera instancia durante la estadía en campamentos y seguirla manteniendo en activo en la reconstrucción de sus vidas en el amplio sentido del término.

Y más que un deseo, que las elecciones del próximo año no desborden y sobre todo borren las lecciones que esta adversidad nos ha ido dejando. Esto es una obligación que todos debemos cuidar, pero principalmente el Estado y los partidos políticos. Dura y difícil tarea pero hay que hacerla.

Casi todo se ha dicho a una semana del sismo del 19 S. Tengo la impresión, como muchos otros, que no terminamos de salir de esa primera etapa de un duelo y ya tenemos encima las siguientes. Todavía quedan personas sepultadas, se continúan las labores del removimiento de los escombros y se siguen enviando sobre todo víveres y enseres de primera necesidad.

Sobrepuestas siguen nuestras emociones, nuestros miedos y temores pero ya han aflorado sobre nuestra tristeza, el enojo, la indignación y el desconocimiento sobre nuestro presente y futuro inmediatos. No solo en las comunidades más pobres y desprotegidas que nos han dejado ver las desigualdades que nos dividen a los mexicanos, aún con la solidaridad y apoyo que como pueblo siempre nos ha caracterizado; sino en la capital del país en donde las contradicciones son evidentes.

Dentro de lo mucho sobre lo que podemos opinar como una forma de catarsis sino también como una manera de aportar a la discusión pública me permito hacer algunas reflexiones, a riesgo de ser reiterativa de lo mucho, en algunos aspectos, de lo que en estos días hemos dicho y escuchado:

Nuestros sentimientos de confraternidad con todas las personas y familias principalmente afectadas. Apoyemos a su recuperación anímica y material.

El reconocimiento y agradecimiento a la sociedad civil, en particular a los cientos de miles de jóvenes que se movilizaron y que seguramente son ya factor fundamental de los cambios por venir.

El reconocimiento a los rescatistas profesionales de las diferentes instancias nacionales que han y están participado en las labores primarias. Y a los externos de más de una docena de países. Por nuestras condiciones sismológicas, tendrán que seguir capacitándose y avanzar en la tecnología que tienen los más desarrollados.

El reconocimiento al cumplimiento de las obligaciones del Estado por medio de sus diferentes niveles de gobierno; desde el Presidente hasta las decenas de servidores públicos. Con especial gratitud a todas las Fuerzas Armadas, con la seguridad de que seguirán desempeñando un papel fundamental en la reconstrucción.

A los pocos grandes empresarios, por lo menos de los que tenemos conocimiento, que han querido retribuir al país parte de sus ganancias y que esperemos sean uno de los sectores más activos de la reactivación de la economía.

El trabajo de diferentes organizaciones no gubernamentales nacionales y extranjeras, las cuales han insistido, con toda razón, en lo que consideran que debería ser parte de la “cultura de valores”, con la cual debe contar toda sociedad, sobre todo después de esa primera etapa de “remoción de piedras”.

Enseñar a la gente a llevar a cabo otras labores tan importantes, tales como la recuperación de una vida digna con seguridad y bienestar en primera instancia durante la estadía en campamentos y seguirla manteniendo en activo en la reconstrucción de sus vidas en el amplio sentido del término.

Y más que un deseo, que las elecciones del próximo año no desborden y sobre todo borren las lecciones que esta adversidad nos ha ido dejando. Esto es una obligación que todos debemos cuidar, pero principalmente el Estado y los partidos políticos. Dura y difícil tarea pero hay que hacerla.