/ domingo 18 de febrero de 2018

Lo que necesita México

La que tomamos los priistas fue una decisión pensada y conveniente, no exactamente para nosotros, sino para México: José Antonio Meade es nuestro precandidato a la Presidencia de la República y, en las próximas horas, nuestro candidato con el que habremos de enfrentar los comicios de julio próximo.

No podemos negar hoy que la permanencia del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en el poder durante muchas décadas generó un desgaste natural que detonó, como ya vivimos, en la alternancia. En el 2000 los mexicanos decidieron dar la oportunidad a otra expresión política.

Pero es cierto también que en el 2012 los mexicanos decidieron darnos, al PRI, a los priistas, otra oportunidad de gobernar este gran país. Y no lo hemos hecho mal. Contra lo que se quiera decir, por ejemplo, las reformas estructurales empujadas por el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, aprobadas por muchos otros servidores públicos en las cámaras del Congreso de la Unión, han dado y seguirán dando buenos resultados a los mexicanos.

Tampoco podemos negar que, en el lapso del actual gobierno priista, muchos sucesos han generado un caldo de cultivo que muchos adversarios tanto del presidente Peña Nieto, como del hoy candidato Meade, han aprovechado para generar un clima de adversidad que pretende influir en la elección presidencial.

Cada quien en su papel. Ni nos extraña ni nos espanta que hoy, ante el relevo presidencial, panistas, morenistas y otras expresiones políticas pretendan atribuirnos a los priistas todos los males sobre la faz de la tierra y, peor e injusto aún, que pretenden achacárselos a nuestro candidato presidencial.

Ni todos los priistas somos responsables de las malas decisiones, de las corruptelas y de otros males que sí, claro, han cometido priistas que han gobernado en algunas entidades federativas, ni esas malas decisiones tienen por qué achacárselas a un hombre que no es responsable, que es un ciudadano intachable y un profesionistas capaz.

Dije al inicio de esta colaboración que la decisión del PRI, de abrirse a la postulación de un candidato ciudadano como lo es Meade, sin militancia partidista, fue pensada y conveniente para México.

Y es cierto. No pensamos con envidia ni con recelo; no pensamos que el PRI, el partido de mayor tradición en México, pierde presencia con la postulación de un no militante; tampoco nos detuvimos en molestias internas (entendibles), de militantes que también tienen derechos y capacidades para representarnos como candidatos a la Presidencia.

Pensamos que México, en las circunstancias internas y en el entorno mundial que innegablemente determina muchas cosas, necesita de las capacidades de un hombre íntegro y capaz como José Antonio Meade. De entre muchos perfiles capaces, el de Meade nos convenció y lo apoyamos con decisión. Su trayectoria personal y profesional es intachable. Se trata de un ciudadano que, forjado en la cultura del esfuerzo, logró escalar mediante la preparación académica y la experiencia en la administración pública, a niveles pocas veces alcanzados por personal alguna.

Ya sabemos que ha sido uno de los pocos mexicanos que ha ocupado cinco secretarías en dos gobiernos diferentes, de distintos partidos. Dos presidentes le han reconocido sus capacidades profesionales. Y es lo que México necesita hoy, de una persona que pueda retomar el rumbo del país, conducirlo a estadios superiores de bienestar.

¿Nos sacrificamos en el PRI al postularlo? Probablemente sí, si no pensáramos en México. Hoy encuestas van y encuestas vienen. Se fijan en el más popular, en el más conocido, nosotros insistimos en fijarnos y apoyar al más preparado, al más capaz.

México necesita a un hombre capaz, no a un hombre popular. Y la historia reciente nos lo demuestra.

Senador del PRI



La que tomamos los priistas fue una decisión pensada y conveniente, no exactamente para nosotros, sino para México: José Antonio Meade es nuestro precandidato a la Presidencia de la República y, en las próximas horas, nuestro candidato con el que habremos de enfrentar los comicios de julio próximo.

No podemos negar hoy que la permanencia del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en el poder durante muchas décadas generó un desgaste natural que detonó, como ya vivimos, en la alternancia. En el 2000 los mexicanos decidieron dar la oportunidad a otra expresión política.

Pero es cierto también que en el 2012 los mexicanos decidieron darnos, al PRI, a los priistas, otra oportunidad de gobernar este gran país. Y no lo hemos hecho mal. Contra lo que se quiera decir, por ejemplo, las reformas estructurales empujadas por el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, aprobadas por muchos otros servidores públicos en las cámaras del Congreso de la Unión, han dado y seguirán dando buenos resultados a los mexicanos.

Tampoco podemos negar que, en el lapso del actual gobierno priista, muchos sucesos han generado un caldo de cultivo que muchos adversarios tanto del presidente Peña Nieto, como del hoy candidato Meade, han aprovechado para generar un clima de adversidad que pretende influir en la elección presidencial.

Cada quien en su papel. Ni nos extraña ni nos espanta que hoy, ante el relevo presidencial, panistas, morenistas y otras expresiones políticas pretendan atribuirnos a los priistas todos los males sobre la faz de la tierra y, peor e injusto aún, que pretenden achacárselos a nuestro candidato presidencial.

Ni todos los priistas somos responsables de las malas decisiones, de las corruptelas y de otros males que sí, claro, han cometido priistas que han gobernado en algunas entidades federativas, ni esas malas decisiones tienen por qué achacárselas a un hombre que no es responsable, que es un ciudadano intachable y un profesionistas capaz.

Dije al inicio de esta colaboración que la decisión del PRI, de abrirse a la postulación de un candidato ciudadano como lo es Meade, sin militancia partidista, fue pensada y conveniente para México.

Y es cierto. No pensamos con envidia ni con recelo; no pensamos que el PRI, el partido de mayor tradición en México, pierde presencia con la postulación de un no militante; tampoco nos detuvimos en molestias internas (entendibles), de militantes que también tienen derechos y capacidades para representarnos como candidatos a la Presidencia.

Pensamos que México, en las circunstancias internas y en el entorno mundial que innegablemente determina muchas cosas, necesita de las capacidades de un hombre íntegro y capaz como José Antonio Meade. De entre muchos perfiles capaces, el de Meade nos convenció y lo apoyamos con decisión. Su trayectoria personal y profesional es intachable. Se trata de un ciudadano que, forjado en la cultura del esfuerzo, logró escalar mediante la preparación académica y la experiencia en la administración pública, a niveles pocas veces alcanzados por personal alguna.

Ya sabemos que ha sido uno de los pocos mexicanos que ha ocupado cinco secretarías en dos gobiernos diferentes, de distintos partidos. Dos presidentes le han reconocido sus capacidades profesionales. Y es lo que México necesita hoy, de una persona que pueda retomar el rumbo del país, conducirlo a estadios superiores de bienestar.

¿Nos sacrificamos en el PRI al postularlo? Probablemente sí, si no pensáramos en México. Hoy encuestas van y encuestas vienen. Se fijan en el más popular, en el más conocido, nosotros insistimos en fijarnos y apoyar al más preparado, al más capaz.

México necesita a un hombre capaz, no a un hombre popular. Y la historia reciente nos lo demuestra.

Senador del PRI