/ domingo 22 de diciembre de 2019

Lo que Puede Venir

El próximo año será crucial para el país en materia de seguridad pública; con la Guardia Nacional en plena función, nuevas acciones de combate a delitos de alto impacto y hasta una consolidación en la manera en que se contabilizan víctimas y crímenes, la sociedad tendrá una demanda mayor de resultados en su principal preocupación.

Por ello el factor confianza será también determinante en el éxito de muchas de las estrategias que estará aplicando el gobierno federal, los estatales y hasta los municipios, en particular aquellos donde se concentra el mayor número de delitos.

De igual forma, el trabajo de la Unidad de Investigación de Delitos Financieros (UIF) para mantener cerradas las vías de financiamiento y de lavado a las organizaciones criminales más organizadas se convertirá en un fiel de la balanza para limitar su crecimiento.

Ahora que también entrarán en pleno los programas sociales para que cientos de familias no tengan que unir a alguno de sus miembros a bandas o grupos delictivos y que muchas y muchos jóvenes decidan no optar por la oferta económica del crimen, podremos verificar si efectivamente estas ayudas están dejando sin recursos humanos a quienes se dedican a violar la ley y afectarnos.

Estos factores deberían influir en la baja de muchos delitos del fuero común y en varios de alto impacto, lo mismo que en los niveles intolerables de violencia que padecemos a diario. Si a ellos le sumamos una buena campaña de desarme voluntario a nivel nacional y se cumplen los acuerdos con los Estados Unidos para no traficar más armas hacia nuestro país, veremos otro panorama, mucho más positivo.

Sin embargo, debemos reiterar que nos enfrentamos a un poder criminal que, en tamaño y recursos, compite con cualquier compañía global nacional que nos venga a la mente. Da igual si es una empresa de consumo o un banco, el crimen organizado es una empresa de enormes capacidades, entre ellas la de la corrupción, que le permite intervenir desde en el robo de combustibles hasta en la trata de personas, con todos los delitos que podamos imaginar en medio.

Su consolidación no se dio ahora y tenemos décadas de simulación en su combate, pero fue esta administración la que logró el apoyo electoral mayoritario e histórico para enfrentar la primera amenaza que tenemos como nación.

Porque si no logramos una reducción en los delitos, pacificamos zonas enteras de la República y socialmente no aumentamos el porcentaje de denuncia, entonces tampoco habrá crecimiento económico que sea suficiente. Empresas y emprendedores dependen de un entorno de seguridad pública para invertir y ampliar sus operaciones, más allá de indicadores, análisis y pronósticos financieros, que son fundamentales, pero que no se comparan con la existencia de un Estado de Derecho que procura justicia, previene delitos y cuenta con cuerpos policiacos bien preparados para hacer respetar las normas que nos hemos dado para convivir en armonía.

En este difícil contexto, las y los ciudadanos tenemos mucho que hacer el próximo año y todos los siguientes. Llegó el momento, en un segundo año de gobierno que se anticipa igual de intenso que éste, de condenar en lo social a quienes brindan una imagen de triunfo económico a través de la corrupción, la impunidad y el capitalismo de cuates. Si decimos que somos una sociedad donde los buenos son más, entonces podemos hacer sentir nuestro peso y darle una pulida a una escala de valores que ha relajado mucho la manera en que determina la honestidad y la probidad de sus integrantes.

Además, podemos apoyar mucho a quienes están encargados de cuidarnos, incluso con su vida, valorando su trabajo, exigiendo para ellos mejores salarios, prestaciones y capacitación, y reconociendo su labor hasta con un simple “gracias oficial”, cuando vemos que cumplen con su deber. El divorcio entre ciudadano y policía al único que beneficia es al criminal.

Finalmente, podemos tomarnos tiempo para estar cerca de nuestras jóvenes, quienes no son el ejército de reserva de la delincuencia, sino su primera línea de reclutamiento. A ellos debemos dedicarnos para que dejen de pensar que la vida criminal es la que narran las películas o las series de televisión.

Si nos involucramos en estas simples tareas, veremos resultados que nada tienen que ver con gobiernos o con política; serán beneficios para nuestras familias, para nosotros y para generaciones que merecen vivir en un país en paz, próspero y con tranquilidad. Todos deseos que hago extensivos a los lectores, así como el agradecimiento por este espacio a la Organización Editorial Mexicana, a El Sol de México y sus publicaciones hermanas, por la oportunidad de compartir en este espacio. Felices fiestas y un mejor año 2020.

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El próximo año será crucial para el país en materia de seguridad pública; con la Guardia Nacional en plena función, nuevas acciones de combate a delitos de alto impacto y hasta una consolidación en la manera en que se contabilizan víctimas y crímenes, la sociedad tendrá una demanda mayor de resultados en su principal preocupación.

Por ello el factor confianza será también determinante en el éxito de muchas de las estrategias que estará aplicando el gobierno federal, los estatales y hasta los municipios, en particular aquellos donde se concentra el mayor número de delitos.

De igual forma, el trabajo de la Unidad de Investigación de Delitos Financieros (UIF) para mantener cerradas las vías de financiamiento y de lavado a las organizaciones criminales más organizadas se convertirá en un fiel de la balanza para limitar su crecimiento.

Ahora que también entrarán en pleno los programas sociales para que cientos de familias no tengan que unir a alguno de sus miembros a bandas o grupos delictivos y que muchas y muchos jóvenes decidan no optar por la oferta económica del crimen, podremos verificar si efectivamente estas ayudas están dejando sin recursos humanos a quienes se dedican a violar la ley y afectarnos.

Estos factores deberían influir en la baja de muchos delitos del fuero común y en varios de alto impacto, lo mismo que en los niveles intolerables de violencia que padecemos a diario. Si a ellos le sumamos una buena campaña de desarme voluntario a nivel nacional y se cumplen los acuerdos con los Estados Unidos para no traficar más armas hacia nuestro país, veremos otro panorama, mucho más positivo.

Sin embargo, debemos reiterar que nos enfrentamos a un poder criminal que, en tamaño y recursos, compite con cualquier compañía global nacional que nos venga a la mente. Da igual si es una empresa de consumo o un banco, el crimen organizado es una empresa de enormes capacidades, entre ellas la de la corrupción, que le permite intervenir desde en el robo de combustibles hasta en la trata de personas, con todos los delitos que podamos imaginar en medio.

Su consolidación no se dio ahora y tenemos décadas de simulación en su combate, pero fue esta administración la que logró el apoyo electoral mayoritario e histórico para enfrentar la primera amenaza que tenemos como nación.

Porque si no logramos una reducción en los delitos, pacificamos zonas enteras de la República y socialmente no aumentamos el porcentaje de denuncia, entonces tampoco habrá crecimiento económico que sea suficiente. Empresas y emprendedores dependen de un entorno de seguridad pública para invertir y ampliar sus operaciones, más allá de indicadores, análisis y pronósticos financieros, que son fundamentales, pero que no se comparan con la existencia de un Estado de Derecho que procura justicia, previene delitos y cuenta con cuerpos policiacos bien preparados para hacer respetar las normas que nos hemos dado para convivir en armonía.

En este difícil contexto, las y los ciudadanos tenemos mucho que hacer el próximo año y todos los siguientes. Llegó el momento, en un segundo año de gobierno que se anticipa igual de intenso que éste, de condenar en lo social a quienes brindan una imagen de triunfo económico a través de la corrupción, la impunidad y el capitalismo de cuates. Si decimos que somos una sociedad donde los buenos son más, entonces podemos hacer sentir nuestro peso y darle una pulida a una escala de valores que ha relajado mucho la manera en que determina la honestidad y la probidad de sus integrantes.

Además, podemos apoyar mucho a quienes están encargados de cuidarnos, incluso con su vida, valorando su trabajo, exigiendo para ellos mejores salarios, prestaciones y capacitación, y reconociendo su labor hasta con un simple “gracias oficial”, cuando vemos que cumplen con su deber. El divorcio entre ciudadano y policía al único que beneficia es al criminal.

Finalmente, podemos tomarnos tiempo para estar cerca de nuestras jóvenes, quienes no son el ejército de reserva de la delincuencia, sino su primera línea de reclutamiento. A ellos debemos dedicarnos para que dejen de pensar que la vida criminal es la que narran las películas o las series de televisión.

Si nos involucramos en estas simples tareas, veremos resultados que nada tienen que ver con gobiernos o con política; serán beneficios para nuestras familias, para nosotros y para generaciones que merecen vivir en un país en paz, próspero y con tranquilidad. Todos deseos que hago extensivos a los lectores, así como el agradecimiento por este espacio a la Organización Editorial Mexicana, a El Sol de México y sus publicaciones hermanas, por la oportunidad de compartir en este espacio. Felices fiestas y un mejor año 2020.

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