Por Andrea Chavarría
El pasado 9 de agosto, Día Internacional de los Pueblos Indígenas, se escuchó desde las montañas de México la melodía de “Los Otros”, los sin rostro y sin historia: “¡Justicia para los pueblos originarios! Nunca más un México sin nosotros.” Por generaciones enteras, han custodiado a la Madre Tierra y han construido la paz en y con sus cuerpos. Del odio hacia su etnia han tejido su narrativa de resistencia, rebeldía y, sobre todo, comunidad.
Estamos orgullosos de ser un país pluricultural… cuando nos conviene. El Estado mexicano afirma: “¡Celebramos la diversidad cultural!”, aunque a menudo esas palabras no se traducen en acciones.
El discurso nacional toma elementos del indigenismo mexicano únicamente como homenaje a un pasado lejano y para construir su narrativa histórica, que en realidad perpetúa la violencia, el despojo y la guerra de exterminio contra los pueblos que supuestamente tanto defienden en los libros y en los discursos gubernamentales. El Estado los reduce a artesanías y objetos de consumo, sin reconocer su humanidad, su autonomía ni su derecho a decidir sobre sus territorios, cuerpos y vidas en comunidad.
“Nuestras lenguas no mueren, las matan. El Estado mexicano las ha borrado. El pensamiento único, la cultura única, el Estado único, con el agua de su nombre, las borra” (Aguilar, 2022).
Así como dice el dicho “de tal palo, tal astilla”, los mexicanos y mexicanas adoptamos a menudo el discurso del Estado que justifica la violencia hacia los pueblos indígenas. Es importante recordar que nuestra identidad, historia y sabiduría provienen de nuestros ancestros; somos y seremos siempre los pueblos y naciones originarias de este país.
Basta ya del odio y de los discursos falsos, reflexionemos sobre nuestras narrativas y aprendamos a fortalecernos en comunidad como humanos. Construyamos desde adentro la paz que queremos y el México que deseamos.
“En nuestros sueños hemos visto otro mundo. [...] un mundo definitivamente más justo. Vimos que [...] no eran necesarios los ejércitos, que la paz, la justicia y la libertad eran tan comunes que no se hablaba de ellas como cosas lejanas, como quien nombra pan, pájaro, aire, agua, [...] así eran nombradas las cosas buenas en este mundo” (EZLN, 1994).
Seguiremos cantando, cada quien a su modo y en su tiempo, quienes coincidimos en la lucha contra el odio, la violencia y la explotación capitalista, colonial y patriarcal. Como dice el Capitán Marcos, “Salud y dejad de mirar hacia arriba, la lucha por la vida [y la paz] está abajo”.