/ lunes 11 de julio de 2022

Los cuentos de Monte Albán

Benditos cuentos que todo pueden; eternos guías en un mundo incoherente. Cuando la historia no sirve y poco hace la lógica, regresamos a ustedes. Solemos contarlos hasta el cansancio; vicio bien conocido de nuestra especie. Al caérsenos los dientes, es un ratón mágico que los cambia por dinero. Cuando sentimos los nervios del amor primerizo, hablamos de mariposas amarillas. Así podríamos enumerar una tras otra, las historias que hacen tolerable nuestra existencia. Esas que hoy invoco al faltarme los detalles. Gratos cuentos, sean mi camino hacia esa ciudad en las nubes. En ustedes recaigo; en ustedes confío. ¡Monte Albán así lo quiso!

\u0009Los primeros indicios de este cuento llegaron antes del trayecto mismo. Vienen de tantas recomendaciones y anécdotas ajenas. Unas de mi padre, recordando sus visitas a estas tierras. Otras de amigos cercanos, paseando hace meses por sus templos. «No te lo imaginas», todos me han dicho. «¡El lugar es gigantesco!». Hasta el billete de veinte pesos en mi infancia me ha ido vendiendo sus paisajes prehispánicos en tonos azules. Cierro los ojos y ya te veo, Monte Albán. Son tantas los cuentos; te siento tan cercana. Los dibujos en libros de texto se van hermanando con las palabras cálidas de visitantes. Juntos, van bailando en la superficie oscura de mis párpados.

\u0009Al abrirlos, sin embargo, sigo en el centro de Oaxaca. Monte Albán es un sueño cercano. Espero pacientemente en una estación improvisada, con butacas de madera y anuncios en lonas. A su manera, venden otros cuentos al turista. El de un viaje en el tiempo antes de que hubiera conquista. Por unos módicos cien pesos, podrás hacerte de aventuras y recuerdos. Encontrar, entre las piedras, la grandeza de un pueblo hace tanto tiempo muerto. «¡Ven a verlo!» dicen en tipografías llamativas. Les rodean burbujas con ofertas a otros sitios. Puedes agregar una visita a Tule; memorias en Hierve el Agua. El cuento de la comercialización. Ser parte—por un buen precio—de la historia de un monumento.

\u0009Así espero sentado, paseando mis ojos entre afiches. Son pocas las personas alrededor mío. Cuando el calor es suficiente para quitarme el suéter, llega el camión, verde y oxidado. Sus asientos son más cómodos de lo anticipado; trae consigo otros visitantes de una parada anterior. Juntos, compartimos el trayecto por calles oaxaqueñas y el sutil subir a cuestas montañosas. Cortinas opacas, nos privan del derecho a la vista. Con cada intento mío de recorrerlas, el trajinar del autobús lentamente las regresa al resguardo. Cada movimiento de mis brazos, me va dando la imagen de un Oaxaca completo. Oculto entre árboles senderisos y fachadas a cuestas del cerro, aprecio esa ciudad magnífica que solo quiere ser un pueblo. Quizá sea el cuento que le sigue; el de un Oaxaca imaginado entre cortinas. En ella, héroes cualesquiera se enfrentan a adversidades imaginarias. Mas ese libro es para el pueblo; no para el que observa.

\u0009A mi me corresponden las alturas, donde las nubes nunca llegan. Es mi trabajo entender esta parada donde chillan las ruedas y el camión nos espera. Bajando, veo árboles gigantescos ocultando las faldas del cerro. Frente mío, un sendereo de piedra moderno guiando a una taquilla y museo. Aquí, vislumbro tus primeros segmentos. Las rocas forman una barrera que contiene tierras montañosas. Como Atlas cargando el planeta, tus brazos rocosos le dicen al cerro: «¡Ya basta!». Has triunfado sobre ellos. Crecen, tras tantos años, flores azules sobre ti como los ojos de una amante. Se distinguen pétalos amarillos y otros carmesí. Noble Monte Albán, cuanta belleza otorgas sin nada pedir.

\u0009De tan solo haber tenido un buen guía, podría aplaudir tu historia. Le diría a esos que nos leen—rompiendo nuestra privacidad—de tu gran fundación y misteriosa caída. Hablaría de héroes zapotecos; de la eventual llegada mixteca. Todo eso haría Monte Albán; pero me ha fallado el guía. Lo encontré sentado junto a la taquilla; parecía amable y sus años vendían sabiduría. Las apariencias, por supuesto engañan. Su pelo cenizo poco hizo para hablar de historia y cronología. Me cuenta, en su lugar, de aventuras por estas ruinas. De viajes con franceses y españoles. «Son gente buena, esos extranjeros», me confiesa al subir tus cuestas, «pero no saben lo que vienen a ver».

Solo entonces, saca los mejores cuentos. Los que con Monte Albán tienen poco que ver. «Hoy me encontré una pareja sentada ahí en la puerta y les pregunté por qué no entraban a las ruinas.

»—Es que me canso fácil—dijo la señora.

Y pues, para hacer broma, le dije al señor:

»—¡Se hubiera traído a la otra!

Y que la señora me dice:

»—¡N’hombre! Si yo soy la otra.»

Carcajadas escasas mientras subimos por la colina; surgen los edificios primerizos. En el sendero, parpadean las piedras por minerales antiguos. Como si, a mediados del día, hubiesen estrellas en los pisos. Cuánto quisiera saber de tus ancestros Monte Albán; cuántas historias tus caminos han de encerrar. Pero, cada que pregunto, me dan un escaso: «No sabría decirle joven; no confío en los arqueólogos».

Desconfianza que me ha dejado ignorante del pasado. Al subir los escalones de tus costados, pienso en los amores que habrán pasado por tus senderos. Quizá de algo fue bueno este guía. Cuando pensamos en el mundo prehispánico, hablamos de dioses animales y guerreros valerosos. La historia se vuelve cuestión de reyes y hechiceros; a veces de comerciantes y esclavos. Las vidas de transeúntes quedan relegadas al olvido. Me voy creando cuentos con cada paso; cada tumba. Pienso en los primeros besos que se habrán dado a escondidas de estas piedras. Si me concentro, sobreviven los sollozos en el viento de un corazón roto. Y, cuando cierro los ojos, veo miles caminando por estos lugares pensando no en deidades y sacrificios; agobiados por lo que habrá de cenar y los problemas de algún hijo.

Doy el último paso y veo enormes tus plazas. Desde la cima, aprecio tus estructuras; el paisaje distante de Oaxaca. Hace más de mil años, los que aquí pasaban habrán sentido el mismo impacto. La piedra triunfando sobre el cielo; la certeza de un horizonte claro. Patio Hundido donde habrán vociferado tantos hombres; le sigue una explanada aún mayor. Entre cada edificio, surgen placas que poco dicen. Los nombres antiguos se han desvanecido con los siglos. «Estela 18»; «Sistema IV»; «Juego de pelota chico». Al faltarnos la certeza, preferimos números y descripciones. ¿Dónde quedan los cuentos? ¿Dónde están las canciones?

De cierta forma, agradezco al guía por su insensatez. Ya no quiero leer más de esta ciudad en ruinas. La historia poco hace para hablar de ti, Monte Albán. Y temo que hacerlo es un grave error. Perdidos en detalles y años, opacaremos los cuentos que aquí pasaron. Te hemos hecho patrimonio; tu gente queda en el olvido. Así que, al terminar mi recorrido, te veo con gran estima. Pienso en todo lo que he aprendido. No se nada de tus años o los pueblos que aquí pasaron, pero mi alma escucha sinceramente el pesar entre los siglos. Pienso eternamente en los cuentos que he inventado. Los amigos que aquí existieron; los amores también sufridos. ¿Quién lo diría? Hasta le doy las gracias a ese guía tan sencillo.

Benditos cuentos que todo pueden; eternos guías en un mundo incoherente. Cuando la historia no sirve y poco hace la lógica, regresamos a ustedes. Solemos contarlos hasta el cansancio; vicio bien conocido de nuestra especie. Al caérsenos los dientes, es un ratón mágico que los cambia por dinero. Cuando sentimos los nervios del amor primerizo, hablamos de mariposas amarillas. Así podríamos enumerar una tras otra, las historias que hacen tolerable nuestra existencia. Esas que hoy invoco al faltarme los detalles. Gratos cuentos, sean mi camino hacia esa ciudad en las nubes. En ustedes recaigo; en ustedes confío. ¡Monte Albán así lo quiso!

\u0009Los primeros indicios de este cuento llegaron antes del trayecto mismo. Vienen de tantas recomendaciones y anécdotas ajenas. Unas de mi padre, recordando sus visitas a estas tierras. Otras de amigos cercanos, paseando hace meses por sus templos. «No te lo imaginas», todos me han dicho. «¡El lugar es gigantesco!». Hasta el billete de veinte pesos en mi infancia me ha ido vendiendo sus paisajes prehispánicos en tonos azules. Cierro los ojos y ya te veo, Monte Albán. Son tantas los cuentos; te siento tan cercana. Los dibujos en libros de texto se van hermanando con las palabras cálidas de visitantes. Juntos, van bailando en la superficie oscura de mis párpados.

\u0009Al abrirlos, sin embargo, sigo en el centro de Oaxaca. Monte Albán es un sueño cercano. Espero pacientemente en una estación improvisada, con butacas de madera y anuncios en lonas. A su manera, venden otros cuentos al turista. El de un viaje en el tiempo antes de que hubiera conquista. Por unos módicos cien pesos, podrás hacerte de aventuras y recuerdos. Encontrar, entre las piedras, la grandeza de un pueblo hace tanto tiempo muerto. «¡Ven a verlo!» dicen en tipografías llamativas. Les rodean burbujas con ofertas a otros sitios. Puedes agregar una visita a Tule; memorias en Hierve el Agua. El cuento de la comercialización. Ser parte—por un buen precio—de la historia de un monumento.

\u0009Así espero sentado, paseando mis ojos entre afiches. Son pocas las personas alrededor mío. Cuando el calor es suficiente para quitarme el suéter, llega el camión, verde y oxidado. Sus asientos son más cómodos de lo anticipado; trae consigo otros visitantes de una parada anterior. Juntos, compartimos el trayecto por calles oaxaqueñas y el sutil subir a cuestas montañosas. Cortinas opacas, nos privan del derecho a la vista. Con cada intento mío de recorrerlas, el trajinar del autobús lentamente las regresa al resguardo. Cada movimiento de mis brazos, me va dando la imagen de un Oaxaca completo. Oculto entre árboles senderisos y fachadas a cuestas del cerro, aprecio esa ciudad magnífica que solo quiere ser un pueblo. Quizá sea el cuento que le sigue; el de un Oaxaca imaginado entre cortinas. En ella, héroes cualesquiera se enfrentan a adversidades imaginarias. Mas ese libro es para el pueblo; no para el que observa.

\u0009A mi me corresponden las alturas, donde las nubes nunca llegan. Es mi trabajo entender esta parada donde chillan las ruedas y el camión nos espera. Bajando, veo árboles gigantescos ocultando las faldas del cerro. Frente mío, un sendereo de piedra moderno guiando a una taquilla y museo. Aquí, vislumbro tus primeros segmentos. Las rocas forman una barrera que contiene tierras montañosas. Como Atlas cargando el planeta, tus brazos rocosos le dicen al cerro: «¡Ya basta!». Has triunfado sobre ellos. Crecen, tras tantos años, flores azules sobre ti como los ojos de una amante. Se distinguen pétalos amarillos y otros carmesí. Noble Monte Albán, cuanta belleza otorgas sin nada pedir.

\u0009De tan solo haber tenido un buen guía, podría aplaudir tu historia. Le diría a esos que nos leen—rompiendo nuestra privacidad—de tu gran fundación y misteriosa caída. Hablaría de héroes zapotecos; de la eventual llegada mixteca. Todo eso haría Monte Albán; pero me ha fallado el guía. Lo encontré sentado junto a la taquilla; parecía amable y sus años vendían sabiduría. Las apariencias, por supuesto engañan. Su pelo cenizo poco hizo para hablar de historia y cronología. Me cuenta, en su lugar, de aventuras por estas ruinas. De viajes con franceses y españoles. «Son gente buena, esos extranjeros», me confiesa al subir tus cuestas, «pero no saben lo que vienen a ver».

Solo entonces, saca los mejores cuentos. Los que con Monte Albán tienen poco que ver. «Hoy me encontré una pareja sentada ahí en la puerta y les pregunté por qué no entraban a las ruinas.

»—Es que me canso fácil—dijo la señora.

Y pues, para hacer broma, le dije al señor:

»—¡Se hubiera traído a la otra!

Y que la señora me dice:

»—¡N’hombre! Si yo soy la otra.»

Carcajadas escasas mientras subimos por la colina; surgen los edificios primerizos. En el sendero, parpadean las piedras por minerales antiguos. Como si, a mediados del día, hubiesen estrellas en los pisos. Cuánto quisiera saber de tus ancestros Monte Albán; cuántas historias tus caminos han de encerrar. Pero, cada que pregunto, me dan un escaso: «No sabría decirle joven; no confío en los arqueólogos».

Desconfianza que me ha dejado ignorante del pasado. Al subir los escalones de tus costados, pienso en los amores que habrán pasado por tus senderos. Quizá de algo fue bueno este guía. Cuando pensamos en el mundo prehispánico, hablamos de dioses animales y guerreros valerosos. La historia se vuelve cuestión de reyes y hechiceros; a veces de comerciantes y esclavos. Las vidas de transeúntes quedan relegadas al olvido. Me voy creando cuentos con cada paso; cada tumba. Pienso en los primeros besos que se habrán dado a escondidas de estas piedras. Si me concentro, sobreviven los sollozos en el viento de un corazón roto. Y, cuando cierro los ojos, veo miles caminando por estos lugares pensando no en deidades y sacrificios; agobiados por lo que habrá de cenar y los problemas de algún hijo.

Doy el último paso y veo enormes tus plazas. Desde la cima, aprecio tus estructuras; el paisaje distante de Oaxaca. Hace más de mil años, los que aquí pasaban habrán sentido el mismo impacto. La piedra triunfando sobre el cielo; la certeza de un horizonte claro. Patio Hundido donde habrán vociferado tantos hombres; le sigue una explanada aún mayor. Entre cada edificio, surgen placas que poco dicen. Los nombres antiguos se han desvanecido con los siglos. «Estela 18»; «Sistema IV»; «Juego de pelota chico». Al faltarnos la certeza, preferimos números y descripciones. ¿Dónde quedan los cuentos? ¿Dónde están las canciones?

De cierta forma, agradezco al guía por su insensatez. Ya no quiero leer más de esta ciudad en ruinas. La historia poco hace para hablar de ti, Monte Albán. Y temo que hacerlo es un grave error. Perdidos en detalles y años, opacaremos los cuentos que aquí pasaron. Te hemos hecho patrimonio; tu gente queda en el olvido. Así que, al terminar mi recorrido, te veo con gran estima. Pienso en todo lo que he aprendido. No se nada de tus años o los pueblos que aquí pasaron, pero mi alma escucha sinceramente el pesar entre los siglos. Pienso eternamente en los cuentos que he inventado. Los amigos que aquí existieron; los amores también sufridos. ¿Quién lo diría? Hasta le doy las gracias a ese guía tan sencillo.

ÚLTIMASCOLUMNAS
viernes 12 de abril de 2024

Cruzada Estadounidense

Estados Unidos es vasto. Sí, esa es la palabra. Me costó un viaje entero, pero la tengo

José Luis Sabau

viernes 05 de abril de 2024

Alturas de Teotihuacán

En un solo Teotihuacán—ese Teotihuacán engañoso y falaz—Habrá siempre un sin fin de Teotihuacanes

José Luis Sabau

viernes 03 de noviembre de 2023

Una trilogía sin/con encanto

La obra de Jon Fosse—ese nuevo Nobel agregado al panteón de escritores—es una máquina del oxímoron

José Luis Sabau

viernes 06 de octubre de 2023

Amanece en Tlatelolco

El tiempo, sin detenerse, va pasando. En los lugares desolados, llega la mañana.

José Luis Sabau

miércoles 06 de septiembre de 2023

México de mentiras

José Luis Sabau

Cargar Más