/ martes 6 de agosto de 2019

Los delincuentes son malos

En el siglo XIX y XX, se discutió si las personas que cometen un delito eran desviados morales o psicológicos. Lo anterior dio lugar a debates muy amplios y tuvo las teorías más descabelladas. En el siglo XXI, se concluyó que la mayoría de las personas que perpetran un delito son normales, tienen una brújula moral como todos, familia y están conscientes del hecho ilícito. La sanción se les debe imponer por lo que hicieron y no por el tipo de persona que son ni por su pasado.

Querido lector, recordemos nuestro paso por la primaria, secundaria y preparatoria para entender el estigma en contra de la gente que ha cometido un delito. En el salón de clases siempre hay un alumno o alumna muy estudiosa. Conforme pasa el tiempo, la fama de aplicado o aplicada, hace que los profesores tengan la presunción de que entregará una buena tarea. En las aulas también existe el típico o típica alumna que hacen bromas, molestan a los compañeros, no entregan las tareas, no asisten y tienen calificaciones bajas. Los profesores generan un estigma en contra de estos, pues, cualquier ruido raro será su responsabilidad y cualquier queja en contra de estos (fundada o infundada) procede y se les impone un castigo. En esos años, hay casos, donde la evaluación del docente ya no depende del estricto esfuerzo de los alumnos sino de la fama que se hicieron durante el año. Aquí se diría: la calificación de los alumnos solo depende del desempeño académico y no de los prejuicios de quien evalúa. El Gobierno de la Ciudad de México ha decidido sancionar a las personas por su historia de vida y no por los delitos por los que están siendo juzgados.

El 1º de agosto de 2019 se publicaron diversas reformas al Código Penal para la Ciudad de México, algunas de las reformas llaman la atención de forma singular. La modificación al artículo 29 bis crea la característica de reincidente. Si usted comete un delito cargará la mayor parte de su vida con el estigma, no importa que compurgue su pena de prisión y ahora sea un ciudadano ejemplar, allí estará el artículo “29 bis” del Código Penal para recordarle que alguna vez delinquió.

La modificación al artículo “29 ter” aumenta la pena de prisión para quien reincida hasta en dos terceras partes. Veamos: usted va en la carretera y se queda sin gasolina, decide de manera estúpida comprar combustible que venden en bidones a lo largo de la carretera. Usted ya cometió un ilícito de prisión oficiosa. Ese instante de su vida, le puede costar 4 años de su vida. Con el artículo “29 bis” llevará el recordatorio unos años más. ¿Qué pasa si usted comete otro delito? Usted ya fue sancionado, compurgó su pena y piensa que se puede olvidar de ese momento, resulta que no. Imagine que alguna circunstancia de la vida lo vuelve a relacionar con un problema con la justicia penal, ahora usted trae cargando el pasado (aunque se haya pagado) y tendría que enfrentar hasta dos terceras partes más de la pena. Estamos juzgado un pasado que ya fue materia de sanción.

El gobierno de la Ciudad de México no se enteró que en los últimos treinta años la fórmula de subir penas, hablar de reincidencia y múltiples estrategias demagógicas han fracasado. Los índices delictivos no hacen más que subir, así sean penas de mil años. La mejor estrategia para resolver el problema es: buenas investigaciones, casos sólidos, sentencias condenatorias, inteligencia, la clara persecución del delito en las calles y no a punta de estigmas en los códigos penales.

En el siglo XIX y XX, se discutió si las personas que cometen un delito eran desviados morales o psicológicos. Lo anterior dio lugar a debates muy amplios y tuvo las teorías más descabelladas. En el siglo XXI, se concluyó que la mayoría de las personas que perpetran un delito son normales, tienen una brújula moral como todos, familia y están conscientes del hecho ilícito. La sanción se les debe imponer por lo que hicieron y no por el tipo de persona que son ni por su pasado.

Querido lector, recordemos nuestro paso por la primaria, secundaria y preparatoria para entender el estigma en contra de la gente que ha cometido un delito. En el salón de clases siempre hay un alumno o alumna muy estudiosa. Conforme pasa el tiempo, la fama de aplicado o aplicada, hace que los profesores tengan la presunción de que entregará una buena tarea. En las aulas también existe el típico o típica alumna que hacen bromas, molestan a los compañeros, no entregan las tareas, no asisten y tienen calificaciones bajas. Los profesores generan un estigma en contra de estos, pues, cualquier ruido raro será su responsabilidad y cualquier queja en contra de estos (fundada o infundada) procede y se les impone un castigo. En esos años, hay casos, donde la evaluación del docente ya no depende del estricto esfuerzo de los alumnos sino de la fama que se hicieron durante el año. Aquí se diría: la calificación de los alumnos solo depende del desempeño académico y no de los prejuicios de quien evalúa. El Gobierno de la Ciudad de México ha decidido sancionar a las personas por su historia de vida y no por los delitos por los que están siendo juzgados.

El 1º de agosto de 2019 se publicaron diversas reformas al Código Penal para la Ciudad de México, algunas de las reformas llaman la atención de forma singular. La modificación al artículo 29 bis crea la característica de reincidente. Si usted comete un delito cargará la mayor parte de su vida con el estigma, no importa que compurgue su pena de prisión y ahora sea un ciudadano ejemplar, allí estará el artículo “29 bis” del Código Penal para recordarle que alguna vez delinquió.

La modificación al artículo “29 ter” aumenta la pena de prisión para quien reincida hasta en dos terceras partes. Veamos: usted va en la carretera y se queda sin gasolina, decide de manera estúpida comprar combustible que venden en bidones a lo largo de la carretera. Usted ya cometió un ilícito de prisión oficiosa. Ese instante de su vida, le puede costar 4 años de su vida. Con el artículo “29 bis” llevará el recordatorio unos años más. ¿Qué pasa si usted comete otro delito? Usted ya fue sancionado, compurgó su pena y piensa que se puede olvidar de ese momento, resulta que no. Imagine que alguna circunstancia de la vida lo vuelve a relacionar con un problema con la justicia penal, ahora usted trae cargando el pasado (aunque se haya pagado) y tendría que enfrentar hasta dos terceras partes más de la pena. Estamos juzgado un pasado que ya fue materia de sanción.

El gobierno de la Ciudad de México no se enteró que en los últimos treinta años la fórmula de subir penas, hablar de reincidencia y múltiples estrategias demagógicas han fracasado. Los índices delictivos no hacen más que subir, así sean penas de mil años. La mejor estrategia para resolver el problema es: buenas investigaciones, casos sólidos, sentencias condenatorias, inteligencia, la clara persecución del delito en las calles y no a punta de estigmas en los códigos penales.

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