/ martes 26 de febrero de 2019

Los demócratas defienden los valores familiares

Para millones de estadounidenses con hijos, la vida es un acto de malabarismo continuo y desesperado. Deben trabajar durante el día, ya sea porque son padres solteros, o debido a que las décadas de estancamiento salarial obligan a ambos padres a trabajar para llegar a fin de mes. Sin embargo, el cuidado infantil de calidad es inasequible o inaccesible.

Así que el cuidado infantil debería ser una parte importante de la agenda progresista. Hillary Clinton tenía un plan serio en 2016, pero los medios noticiosos estaban demasiado ocupados obsesionándose con los correos electrónicos para prestarle atención. Si me preguntan, a la nueva propuesta de Elizabeth Warren no se le está dando tanta atención como debería.

La lógica del plan de Warren es bastante simple (aunque algunos comentaristas estén tratando de hacer que parezca rebuscada). El cuidado infantil se regularía para garantizar que se mantenga la calidad básica y se subsidiaría para que sea asequible. El monto del subsidio dependería del ingreso de los padres: los padres de bajos ingresos no pagarían nada, los padres con mayores ingresos tendrían que pagar algo, pero en ningún caso pagarían más del siete por ciento de su ingreso.

Los asesores de Warren estipularon que el costo del presupuesto sería de 70 mil millones de dólares al año o alrededor de una tercera parte del uno por ciento del PIB. No es cualquier cosa, pero tampoco es excesivo para algo que podría transformar tantas vidas.

Por ejemplo, está muy por debajo del ingreso perdido por el recorte fiscal de Trump, que parece haberse utilizado principalmente para que las empresas readquirieran sus acciones. Además es una fracción diminuta de lo que costaría remplazar todos los seguros médicos privados con un programa público.

Así que, ¿cuáles son las objeciones para este plan?

He sabido que varias personas de izquierda se quejan de que el plan se queda corto, que debería incluir la prestación de cuidado infantil gratuita, directa y pública, no subsidios a la prestación privada del servicio. En efecto, se puede abogar por una política que abarque más. Pero tampoco hay posibilidades de que eso pudiera ocurrir en el corto plazo.

Aquí lo perfecto es enemigo de lo bueno.

Mientras tanto, en la derecha vemos las ya habituales advertencias de “socialismo”, que estos días significan todo a la izquierda de comerse a los bebés de los pobres.

En suma, la propuesta de Warren es impresionante: se puede implementar, es costeable y haría un bien enorme.

Si bien esta no es una columna sobre cómo va la contienda —no estoy argumentando necesariamente que Warren será ni debiera ser la candidata presidencial demócrata— pero el terreno necesita más ideas sobre políticas públicas como esta: propuestas de escalas y precios intermedios que puedan lograr mayores beneficios sin que sea necesario un milagro político.

Está muy bien tener visiones y valores, pero los demócratas también necesitan estar listos para comenzar a toda marcha con planes que realmente puedan convertirse en leyes. Y hasta ahora, Warren está marcando el paso.

Para millones de estadounidenses con hijos, la vida es un acto de malabarismo continuo y desesperado. Deben trabajar durante el día, ya sea porque son padres solteros, o debido a que las décadas de estancamiento salarial obligan a ambos padres a trabajar para llegar a fin de mes. Sin embargo, el cuidado infantil de calidad es inasequible o inaccesible.

Así que el cuidado infantil debería ser una parte importante de la agenda progresista. Hillary Clinton tenía un plan serio en 2016, pero los medios noticiosos estaban demasiado ocupados obsesionándose con los correos electrónicos para prestarle atención. Si me preguntan, a la nueva propuesta de Elizabeth Warren no se le está dando tanta atención como debería.

La lógica del plan de Warren es bastante simple (aunque algunos comentaristas estén tratando de hacer que parezca rebuscada). El cuidado infantil se regularía para garantizar que se mantenga la calidad básica y se subsidiaría para que sea asequible. El monto del subsidio dependería del ingreso de los padres: los padres de bajos ingresos no pagarían nada, los padres con mayores ingresos tendrían que pagar algo, pero en ningún caso pagarían más del siete por ciento de su ingreso.

Los asesores de Warren estipularon que el costo del presupuesto sería de 70 mil millones de dólares al año o alrededor de una tercera parte del uno por ciento del PIB. No es cualquier cosa, pero tampoco es excesivo para algo que podría transformar tantas vidas.

Por ejemplo, está muy por debajo del ingreso perdido por el recorte fiscal de Trump, que parece haberse utilizado principalmente para que las empresas readquirieran sus acciones. Además es una fracción diminuta de lo que costaría remplazar todos los seguros médicos privados con un programa público.

Así que, ¿cuáles son las objeciones para este plan?

He sabido que varias personas de izquierda se quejan de que el plan se queda corto, que debería incluir la prestación de cuidado infantil gratuita, directa y pública, no subsidios a la prestación privada del servicio. En efecto, se puede abogar por una política que abarque más. Pero tampoco hay posibilidades de que eso pudiera ocurrir en el corto plazo.

Aquí lo perfecto es enemigo de lo bueno.

Mientras tanto, en la derecha vemos las ya habituales advertencias de “socialismo”, que estos días significan todo a la izquierda de comerse a los bebés de los pobres.

En suma, la propuesta de Warren es impresionante: se puede implementar, es costeable y haría un bien enorme.

Si bien esta no es una columna sobre cómo va la contienda —no estoy argumentando necesariamente que Warren será ni debiera ser la candidata presidencial demócrata— pero el terreno necesita más ideas sobre políticas públicas como esta: propuestas de escalas y precios intermedios que puedan lograr mayores beneficios sin que sea necesario un milagro político.

Está muy bien tener visiones y valores, pero los demócratas también necesitan estar listos para comenzar a toda marcha con planes que realmente puedan convertirse en leyes. Y hasta ahora, Warren está marcando el paso.