/ martes 24 de diciembre de 2019

Los demócratas pueden salvarnos

La decisión del miércoles 18 de diciembre de someter a Donald Trump a un juicio político no fue ni una sorpresa ni un punto de inflexión. Desde hace semanas hemos sabido que la Cámara de Representantes iba a votar a favor del juicio político. También sabemos, con el grado de certeza que se puede tener en la política, que un Senado controlado por los republicanos no declarará culpable a Trump ni lo retirará del cargo; puede que ni siquiera simule considerar la evidencia. Así que será fácil tomarse todo el asunto con cinismo.

Nunca hubo duda de que Trump abusaría de sus poderes; desde el comienzo dejó claro su desprecio por el Estado de derecho y su intención de aprovechar su cargo para obtener beneficios personales. Sin embargo, durante un tiempo, fue posible imaginar que al menos parte de su partido defendería los principios democráticos.

Pero eso no fue así. Lo que vimos el miércoles fue un desfile de aduladores comparando a su líder con Jesucristo, mientras soltaban una perorata relacionada con teorías conspirativas desacreditadas provenientes directo del Kremlin. Y mientras lo hacían, el objeto de su adoración estaba pronunciando un discurso interminable, inconexo y al estilo de un dictador del tercer mundo, lleno de mentiras, que viraba entre la grandiosidad y la autocompasión, intercalado con quejas sobre cuántas veces tiene que tirar la cadena de su baño.

En otras palabras, los republicanos no tienen remedio; se han vuelto otro partido autoritario dedicado al principio del líder. Y al igual que partidos similares en otros países, el Partido Republicano está tratando de manipular las próximas elecciones a través del fraude electoral y la supresión de los electores, para afianzarse en el poder de manera permanente.

No obstante, el trumpismo se ha enfrentado a una oposición decidida, unida y efectiva desde el comienzo, lo cual se ha reflejado tanto en marchas multitudinarias como en victorias electorales demócratas. En 2017, solo había 15 gobernadores demócratas, en comparación con 35 republicanos; hoy esa razón es de 24 contra 26. El año pasado, claro está, los demócratas tuvieron un triunfo aplastante en las elecciones para la Cámara de Representantes, lo que hizo posible la audiencia y el voto para el juicio político.

Ahora, nada de esto garantiza que la democracia sobrevivirá. Aun cuando han perdido elecciones, los republicanos han venido consolidando el control sobre los tribunales y otras instituciones nacionales. Los líderes demócratas en el Congreso han tenido un desempeño impresionante (podría decirse que inesperada, e incluso, sorpresivamente), pero el del campo presidencial demócrata ha dejado qué desear.

No obstante, lo que vimos el miércoles fue que aquellos que definen a Estados Unidos por sus ideales, no por el dominio de un grupo étnico específico, no se darán por vencidos tan fácilmente. La mala noticia es que nuestra gente mala es tan mala como la de cualquier otra parte.

La buena noticia es que nuestra gente buena parece inusualmente decidida a hacer lo correcto.

La decisión del miércoles 18 de diciembre de someter a Donald Trump a un juicio político no fue ni una sorpresa ni un punto de inflexión. Desde hace semanas hemos sabido que la Cámara de Representantes iba a votar a favor del juicio político. También sabemos, con el grado de certeza que se puede tener en la política, que un Senado controlado por los republicanos no declarará culpable a Trump ni lo retirará del cargo; puede que ni siquiera simule considerar la evidencia. Así que será fácil tomarse todo el asunto con cinismo.

Nunca hubo duda de que Trump abusaría de sus poderes; desde el comienzo dejó claro su desprecio por el Estado de derecho y su intención de aprovechar su cargo para obtener beneficios personales. Sin embargo, durante un tiempo, fue posible imaginar que al menos parte de su partido defendería los principios democráticos.

Pero eso no fue así. Lo que vimos el miércoles fue un desfile de aduladores comparando a su líder con Jesucristo, mientras soltaban una perorata relacionada con teorías conspirativas desacreditadas provenientes directo del Kremlin. Y mientras lo hacían, el objeto de su adoración estaba pronunciando un discurso interminable, inconexo y al estilo de un dictador del tercer mundo, lleno de mentiras, que viraba entre la grandiosidad y la autocompasión, intercalado con quejas sobre cuántas veces tiene que tirar la cadena de su baño.

En otras palabras, los republicanos no tienen remedio; se han vuelto otro partido autoritario dedicado al principio del líder. Y al igual que partidos similares en otros países, el Partido Republicano está tratando de manipular las próximas elecciones a través del fraude electoral y la supresión de los electores, para afianzarse en el poder de manera permanente.

No obstante, el trumpismo se ha enfrentado a una oposición decidida, unida y efectiva desde el comienzo, lo cual se ha reflejado tanto en marchas multitudinarias como en victorias electorales demócratas. En 2017, solo había 15 gobernadores demócratas, en comparación con 35 republicanos; hoy esa razón es de 24 contra 26. El año pasado, claro está, los demócratas tuvieron un triunfo aplastante en las elecciones para la Cámara de Representantes, lo que hizo posible la audiencia y el voto para el juicio político.

Ahora, nada de esto garantiza que la democracia sobrevivirá. Aun cuando han perdido elecciones, los republicanos han venido consolidando el control sobre los tribunales y otras instituciones nacionales. Los líderes demócratas en el Congreso han tenido un desempeño impresionante (podría decirse que inesperada, e incluso, sorpresivamente), pero el del campo presidencial demócrata ha dejado qué desear.

No obstante, lo que vimos el miércoles fue que aquellos que definen a Estados Unidos por sus ideales, no por el dominio de un grupo étnico específico, no se darán por vencidos tan fácilmente. La mala noticia es que nuestra gente mala es tan mala como la de cualquier otra parte.

La buena noticia es que nuestra gente buena parece inusualmente decidida a hacer lo correcto.