/ jueves 14 de febrero de 2019

Los demócratas y la doble moral

Donald Trump dedicó casi todo su discurso sobre el Estado de la Unión a describir las amenazas que, según él, Estados Unidos enfrenta: principalmente, la amenaza de la terrorífica gente de piel morena, pero también la del socialismo.

Sin embargo, hubo poca cobertura sobre uno de los aspectos más reveladores del discurso: lo que Trump dijo sobre la amenaza de la históricamente enorme deuda pública de Estados Unidos.

Un momento… tal vez quieran objetar; no dijo nada respecto a la deuda. En efecto, no lo hizo; no mencionó ni una sola palabra a propósito del tema, justo por eso fue tan revelador.

Al respecto hay dos grandes interrogantes. La primera es ¿qué tanto debe importarnos la deuda? Y la segunda, ¿seguirá prevaleciendo la doble moral? Es decir, ¿los sermoneadores del déficit volverán a pronunciarse, de manera repentina, en caso de que los demócratas lleguen al poder nuevamente?

Sobre la primera pregunta: una cuestión sorprendente sobre la obsesión de la deuda que llegó a su punto más álgido en 2011 es que nunca tuvo mucho sustento en el análisis económico. Por el contrario, todo lo que sabemos sobre política fiscal dice que es un error centrarse en la reducción del déficit cuando el desempleo es elevado y las tasas de interés son bajas, como lo eran cuando los sermoneadores del déficit se pronunciaban con mayor fuerza.

La preocupación por el déficit está más justificada ahora que el desempleo es bajo. No obstante, las tasas de interés todavía son muy bajas de acuerdo con los estándares históricos, de menos de uno por ciento después del ajuste inflacionario; son tan bajas, que no debemos temer que la deuda vaya a aumentar de manera desproporcionada, con pagos de intereses que hagan estallar el déficit. Esto también sugiere que estamos padeciendo una debilidad crónica en la demanda de inversión privada (que, por cierto, el recorte fiscal de 2017 no parece haber impulsado en absoluto).

Así que en los últimos meses, varios economistas destacados —entre los que se encuentran el execonomista jefe del Fondo Monetario Internacional y algunos de los economistas más importantes del gobierno de Obama— han publicado análisis en los que afirman que incluso ahora, con el desempleo tan bajo, la deuda no es un problema tan serio como se pensaba.

Sigue siendo una mala idea aumentar la deuda sin una buena razón: digamos, para otorgar exenciones fiscales que las corporaciones sólo usan para readquirir sus propias acciones, lo cual es, claro está, lo que el Partido Republicano hizo. No obstante, tomar préstamos a tasas de interés que son extremadamente bajas para pagar inversiones en el futuro —infraestructura, por supuesto, pero también cosas como nutrición y atención médica para los jóvenes, quienes serán los trabajadores del mañana— es muy justificable.

Esto nos lleva a la cuestión de la doble moral.

No hay que estar de acuerdo con todas las propuestas del “Nuevo Acuerdo Verde” para reconocer que es básicamente un programa de inversión, no sólo una dádiva. Así que me ha consternado ver que muchos comentarios sobre estas propuestas exigen una explicación inmediata y detallada sobre cómo pagarán sus ideas los demócratas o que lo desechan por completo por ser impráctico. ¿Los recortes fiscales republicanos causaron la misma consternación? No.

Donald Trump dedicó casi todo su discurso sobre el Estado de la Unión a describir las amenazas que, según él, Estados Unidos enfrenta: principalmente, la amenaza de la terrorífica gente de piel morena, pero también la del socialismo.

Sin embargo, hubo poca cobertura sobre uno de los aspectos más reveladores del discurso: lo que Trump dijo sobre la amenaza de la históricamente enorme deuda pública de Estados Unidos.

Un momento… tal vez quieran objetar; no dijo nada respecto a la deuda. En efecto, no lo hizo; no mencionó ni una sola palabra a propósito del tema, justo por eso fue tan revelador.

Al respecto hay dos grandes interrogantes. La primera es ¿qué tanto debe importarnos la deuda? Y la segunda, ¿seguirá prevaleciendo la doble moral? Es decir, ¿los sermoneadores del déficit volverán a pronunciarse, de manera repentina, en caso de que los demócratas lleguen al poder nuevamente?

Sobre la primera pregunta: una cuestión sorprendente sobre la obsesión de la deuda que llegó a su punto más álgido en 2011 es que nunca tuvo mucho sustento en el análisis económico. Por el contrario, todo lo que sabemos sobre política fiscal dice que es un error centrarse en la reducción del déficit cuando el desempleo es elevado y las tasas de interés son bajas, como lo eran cuando los sermoneadores del déficit se pronunciaban con mayor fuerza.

La preocupación por el déficit está más justificada ahora que el desempleo es bajo. No obstante, las tasas de interés todavía son muy bajas de acuerdo con los estándares históricos, de menos de uno por ciento después del ajuste inflacionario; son tan bajas, que no debemos temer que la deuda vaya a aumentar de manera desproporcionada, con pagos de intereses que hagan estallar el déficit. Esto también sugiere que estamos padeciendo una debilidad crónica en la demanda de inversión privada (que, por cierto, el recorte fiscal de 2017 no parece haber impulsado en absoluto).

Así que en los últimos meses, varios economistas destacados —entre los que se encuentran el execonomista jefe del Fondo Monetario Internacional y algunos de los economistas más importantes del gobierno de Obama— han publicado análisis en los que afirman que incluso ahora, con el desempleo tan bajo, la deuda no es un problema tan serio como se pensaba.

Sigue siendo una mala idea aumentar la deuda sin una buena razón: digamos, para otorgar exenciones fiscales que las corporaciones sólo usan para readquirir sus propias acciones, lo cual es, claro está, lo que el Partido Republicano hizo. No obstante, tomar préstamos a tasas de interés que son extremadamente bajas para pagar inversiones en el futuro —infraestructura, por supuesto, pero también cosas como nutrición y atención médica para los jóvenes, quienes serán los trabajadores del mañana— es muy justificable.

Esto nos lleva a la cuestión de la doble moral.

No hay que estar de acuerdo con todas las propuestas del “Nuevo Acuerdo Verde” para reconocer que es básicamente un programa de inversión, no sólo una dádiva. Así que me ha consternado ver que muchos comentarios sobre estas propuestas exigen una explicación inmediata y detallada sobre cómo pagarán sus ideas los demócratas o que lo desechan por completo por ser impráctico. ¿Los recortes fiscales republicanos causaron la misma consternación? No.