/ martes 13 de noviembre de 2018

Los excesos de la clase política

Por: Héctor Escalante

Mucho se ha hablado sobre la boda de Cesar Yáñez y Dulce María Silva, más allá de dar otra opinión más de lo que se ha dicho al respecto, este ejemplo nos permite hablar de la política y su frivolidad. Durante décadas, los políticos se han posicionado como una élite social muy particular en nuestro país.

No podemos ni debemos generalizar, sin duda, hay un gran número de funcionarios públicos de todos los niveles que son honrados, que no se han enriquecido y que durante años han prestado sus servicios por el bien de la población. Desafortunadamente hemos sufrido tanto los excesos de otros, probablemente una minoría, que hace que no veamos a los buenos funcionarios que y aunque es su obligación, vale la pena reconocer.

La molestia en redes sociales va más allá de las posibilidades que tenga una persona allegada a la política de hacer o no una celebración con lujos. El enojo radica en qué parte del hartazgo que vivimos los ciudadanos es la falta de sensibilidad de la clase política respecto a nosotros. Más cuando ese hartazgo se utiliza como una bandera para diferenciar a unos de otros.

Además de dar soluciones a los grandes problemas que enfrenta nuestro país, la clase política necesita reconciliarse con la sociedad. Nosotros, los ciudadanos, deseamos ver a esa clase política trabajando al servicio del país.

Debería de haber un manual básico para la clase política, con una serie de sencillos puntos a seguir. Entre ellos: eliminar grandes lujos, evitar compras de mansiones o casas blancas, no utilizar las redes sociales o los medios para presumir viajes o celebraciones, no amedrentar a nadie con escoltas, ni charolear en restaurantes, parece que es sentido común, pero de alguna manera muchos políticos carecen de ello.

Por último, nos corresponde como ciudadanos señalar los errores, abusos y excesos de los políticos, incluso si hay una afinidad con ellos. A este país ya no le viene bien los aplaudidores, los que justifican o defienden. A este país lo que le servirá es hacer la crítica hacia cualquier político que se equivoque, con afinidad a él o no. La crítica no es mala, incluso es necesaria, más cuando es constructiva, entre más aprendamos a hacerla sin temor y con respeto nos va a ir mejor a todos los que somos parte de la sociedad.

Por: Héctor Escalante

Mucho se ha hablado sobre la boda de Cesar Yáñez y Dulce María Silva, más allá de dar otra opinión más de lo que se ha dicho al respecto, este ejemplo nos permite hablar de la política y su frivolidad. Durante décadas, los políticos se han posicionado como una élite social muy particular en nuestro país.

No podemos ni debemos generalizar, sin duda, hay un gran número de funcionarios públicos de todos los niveles que son honrados, que no se han enriquecido y que durante años han prestado sus servicios por el bien de la población. Desafortunadamente hemos sufrido tanto los excesos de otros, probablemente una minoría, que hace que no veamos a los buenos funcionarios que y aunque es su obligación, vale la pena reconocer.

La molestia en redes sociales va más allá de las posibilidades que tenga una persona allegada a la política de hacer o no una celebración con lujos. El enojo radica en qué parte del hartazgo que vivimos los ciudadanos es la falta de sensibilidad de la clase política respecto a nosotros. Más cuando ese hartazgo se utiliza como una bandera para diferenciar a unos de otros.

Además de dar soluciones a los grandes problemas que enfrenta nuestro país, la clase política necesita reconciliarse con la sociedad. Nosotros, los ciudadanos, deseamos ver a esa clase política trabajando al servicio del país.

Debería de haber un manual básico para la clase política, con una serie de sencillos puntos a seguir. Entre ellos: eliminar grandes lujos, evitar compras de mansiones o casas blancas, no utilizar las redes sociales o los medios para presumir viajes o celebraciones, no amedrentar a nadie con escoltas, ni charolear en restaurantes, parece que es sentido común, pero de alguna manera muchos políticos carecen de ello.

Por último, nos corresponde como ciudadanos señalar los errores, abusos y excesos de los políticos, incluso si hay una afinidad con ellos. A este país ya no le viene bien los aplaudidores, los que justifican o defienden. A este país lo que le servirá es hacer la crítica hacia cualquier político que se equivoque, con afinidad a él o no. La crítica no es mala, incluso es necesaria, más cuando es constructiva, entre más aprendamos a hacerla sin temor y con respeto nos va a ir mejor a todos los que somos parte de la sociedad.