/ domingo 8 de abril de 2018

Los Kikapoo: paradigma de resistencia indígena

Dentro del grupo de los pueblos indígenas del Norte de México, uno de los casos más fascinantes por cuanto a su muy particular posición frente al Estado-Nación, es el que nos ofrecen los Kikapoo. Pueblo autóctono que por cuestiones ajenas a su voluntad, después de siglos de lucha y resistencia, terminó refugiado prácticamente en un territorio al que divide la frontera entre dos países, esto es, sus miembros quedaron situados entre dos mundos, lo que le hace ser un ejemplo magnífico de estudio y análisis para atender, comparativamente, cómo se ha venido gestando, propiamente durante el siglo XX, su respectiva relación como grupo binacional con cada uno de los Estados-Nación a los que pertenecen, como son México y los Estados Unidos. Riqueza de un estudio que no termina aquí, pues si bien en el país del norte se encuentran ocupando reservaciones de Oklahoma, Kansas y Texas, en México principalmente están asentados en el estado de Coahuila, pero también los hay en Sonora y Durango.

Originarios del noreste norteamericano, los Kikapoo, “los guardianes, los vigilantes del universo”, vivían en la región de los Grandes Lagos, entre el lago Michigan y el Erie. Sin embargo, a la llegada de los primeros europeos fueron expulsados de su territorio y despojados violentamente de sus tierras. Ya para la primera mitad del siglo XVIII los encontramos desplazándose hacia el sur rumbo a Illinios, Indiana y Iowa y aunque pretendieron recuperar sus territorios de origen, la viruela fue otro elemento que jugó en su contra. Trágica historia de pasajes infaustos, a pesar del enorme valor y resistencia que ofrecieron, como el del “camino de las lágrimas”, cuando hombres, mujeres y niños fueron asesinados por las tropas de los Estados Unidos mientras cruzaban hacia 1832 el río Mississippi. Su éxodo era inminente. El desplazamiento del que son objeto no podrá evitarse. Serán aislados, sometidos, perseguidos, violentados de mil maneras. Terminarán dividiéndose y los más radicales y guerreros, buscarán nuevos horizontes para refundarse.

Es entonces cuando este grupo solicita en 1850 al gobierno mexicano poder obtener tierras a cambio de luchar contra los “indios bárbaros”. A través de Eagle Pass, cerca de 800 seminoles negros y kikapúes cruzarán el Río Bravo. En 1852 serán ubicados en La Navaja. En 1859 Benito Juárez expropia El Nacimiento a Carlos Sánchez Navarro y se los otorga en concesión definitiva: su nuevo territorio abarca para entonces las 7 mil hectáreas. No obstante, los ataques norteamericanos continuarán acechándolos. Su vida entonces girará en un ir y venir constantes. Para 1873 la Ley de Colonización los declara inmigrantes extranjeros, originarios de Kansas y Oklahoma. Por cuanto a los Estados Unidos, dicho país solo aprobará su naturalización hasta 1983 al reconocerlos como naturales de Texas, adquiriendo con ello este grupo indígena carácter de binacional al contar finalmente con la nacionalidad estadounidense y mexicana y tener lugar de residencia en ambas fronteras: principalmente en El Nacimiento, municipio de Melchor Múzquiz en Coahuila, y en Texas dentro del condado de Maverick.

Los Kikapoo de El Nacimiento se autodenominan, a decir de Elizabeth Mager, como “‘una nación soberana en una nación’, un país propio en otro país, sin jueces y con otras autoridades. Ellos mandan todavía a los delincuentes a Múzquiz, pero por su propia decisión. Nadie tiene derecho a entrar, excepto cuando ellos lo permiten. Sin embargo, el territorio Kikapoo no es soberano, sino solo autónomo, porque no tiene una legislación propia, está integrado al Estado mexicano”. Del otro lado, como las demás tribus norteamericanas, no se reconocen como nación, ni independiente ni soberana. Pese a ello poseen constitución propia y están bajo protección de los Estados Unidos. “Paz y amistad permanente” es lo que les ofrece el gobierno norteamericano, del que son tribu aliada y amiga, comprometiéndose a nunca levantarse en armas, lo que les hace ser considerados semi-soberanos y con un quasi-reconocimiento de status internacional, es decir, están dentro del territorio norteamericano pero “apartados de la tierra de los blancos”.

Tal es el contexto de profundos cambios, transformaciones, migraciones, despojos, enfrentamientos, etnocidio, aculturación, que fue escenario de la lucha extrema, sostenida a través de los siglos por este pueblo paradigmático y valiente en su afán por no permitirse morir y de quien el testimonio etnográfico clásico del antropólogo Alfonso Fabila, mi tío abuelo, dio fe desde los años 40 del siglo XX.

¿Por qué hablar de ellos hoy? Porque cuando anuncia Donald Trump el envío de la guardia nacional a la frontera con nuestro país, el alma se sobrecoge por nuestros conciudadanos. Las fronteras políticas son un hecho jurídico indubitable, pero éstas en realidad son relativas e ilusorias. Hay pueblos que las trascienden y los Kikapoo son la mejor prueba de ello. Que la guardia nacional, por ejemplo hoy, irrumpa en su frontera es regresar en la historia, volver a un pasado sangriento que se pensó superado. Una página más de la neobarbarie del siglo XXI.




bettyzanolli@gmail.com\u0009

@BettyZanolli


\u0009\u0009

Dentro del grupo de los pueblos indígenas del Norte de México, uno de los casos más fascinantes por cuanto a su muy particular posición frente al Estado-Nación, es el que nos ofrecen los Kikapoo. Pueblo autóctono que por cuestiones ajenas a su voluntad, después de siglos de lucha y resistencia, terminó refugiado prácticamente en un territorio al que divide la frontera entre dos países, esto es, sus miembros quedaron situados entre dos mundos, lo que le hace ser un ejemplo magnífico de estudio y análisis para atender, comparativamente, cómo se ha venido gestando, propiamente durante el siglo XX, su respectiva relación como grupo binacional con cada uno de los Estados-Nación a los que pertenecen, como son México y los Estados Unidos. Riqueza de un estudio que no termina aquí, pues si bien en el país del norte se encuentran ocupando reservaciones de Oklahoma, Kansas y Texas, en México principalmente están asentados en el estado de Coahuila, pero también los hay en Sonora y Durango.

Originarios del noreste norteamericano, los Kikapoo, “los guardianes, los vigilantes del universo”, vivían en la región de los Grandes Lagos, entre el lago Michigan y el Erie. Sin embargo, a la llegada de los primeros europeos fueron expulsados de su territorio y despojados violentamente de sus tierras. Ya para la primera mitad del siglo XVIII los encontramos desplazándose hacia el sur rumbo a Illinios, Indiana y Iowa y aunque pretendieron recuperar sus territorios de origen, la viruela fue otro elemento que jugó en su contra. Trágica historia de pasajes infaustos, a pesar del enorme valor y resistencia que ofrecieron, como el del “camino de las lágrimas”, cuando hombres, mujeres y niños fueron asesinados por las tropas de los Estados Unidos mientras cruzaban hacia 1832 el río Mississippi. Su éxodo era inminente. El desplazamiento del que son objeto no podrá evitarse. Serán aislados, sometidos, perseguidos, violentados de mil maneras. Terminarán dividiéndose y los más radicales y guerreros, buscarán nuevos horizontes para refundarse.

Es entonces cuando este grupo solicita en 1850 al gobierno mexicano poder obtener tierras a cambio de luchar contra los “indios bárbaros”. A través de Eagle Pass, cerca de 800 seminoles negros y kikapúes cruzarán el Río Bravo. En 1852 serán ubicados en La Navaja. En 1859 Benito Juárez expropia El Nacimiento a Carlos Sánchez Navarro y se los otorga en concesión definitiva: su nuevo territorio abarca para entonces las 7 mil hectáreas. No obstante, los ataques norteamericanos continuarán acechándolos. Su vida entonces girará en un ir y venir constantes. Para 1873 la Ley de Colonización los declara inmigrantes extranjeros, originarios de Kansas y Oklahoma. Por cuanto a los Estados Unidos, dicho país solo aprobará su naturalización hasta 1983 al reconocerlos como naturales de Texas, adquiriendo con ello este grupo indígena carácter de binacional al contar finalmente con la nacionalidad estadounidense y mexicana y tener lugar de residencia en ambas fronteras: principalmente en El Nacimiento, municipio de Melchor Múzquiz en Coahuila, y en Texas dentro del condado de Maverick.

Los Kikapoo de El Nacimiento se autodenominan, a decir de Elizabeth Mager, como “‘una nación soberana en una nación’, un país propio en otro país, sin jueces y con otras autoridades. Ellos mandan todavía a los delincuentes a Múzquiz, pero por su propia decisión. Nadie tiene derecho a entrar, excepto cuando ellos lo permiten. Sin embargo, el territorio Kikapoo no es soberano, sino solo autónomo, porque no tiene una legislación propia, está integrado al Estado mexicano”. Del otro lado, como las demás tribus norteamericanas, no se reconocen como nación, ni independiente ni soberana. Pese a ello poseen constitución propia y están bajo protección de los Estados Unidos. “Paz y amistad permanente” es lo que les ofrece el gobierno norteamericano, del que son tribu aliada y amiga, comprometiéndose a nunca levantarse en armas, lo que les hace ser considerados semi-soberanos y con un quasi-reconocimiento de status internacional, es decir, están dentro del territorio norteamericano pero “apartados de la tierra de los blancos”.

Tal es el contexto de profundos cambios, transformaciones, migraciones, despojos, enfrentamientos, etnocidio, aculturación, que fue escenario de la lucha extrema, sostenida a través de los siglos por este pueblo paradigmático y valiente en su afán por no permitirse morir y de quien el testimonio etnográfico clásico del antropólogo Alfonso Fabila, mi tío abuelo, dio fe desde los años 40 del siglo XX.

¿Por qué hablar de ellos hoy? Porque cuando anuncia Donald Trump el envío de la guardia nacional a la frontera con nuestro país, el alma se sobrecoge por nuestros conciudadanos. Las fronteras políticas son un hecho jurídico indubitable, pero éstas en realidad son relativas e ilusorias. Hay pueblos que las trascienden y los Kikapoo son la mejor prueba de ello. Que la guardia nacional, por ejemplo hoy, irrumpa en su frontera es regresar en la historia, volver a un pasado sangriento que se pensó superado. Una página más de la neobarbarie del siglo XXI.




bettyzanolli@gmail.com\u0009

@BettyZanolli


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