/ viernes 28 de febrero de 2020

Los mares

Por: Alejandra Zenzes

Sin temor a equivocarme, de los diversos temas que componen la agenda ambiental, existe poco interés entre la población en general el problema de los mares y océanos, y sin embargo su cuidado integral debería de ser uno de los pilares de la política azul.

La Tierra se define como el planeta azul ya que el 70% de su superficie está cubierta por agua; el 97% de la misma corresponde a la de los mares y océanos, mientras que el agua dulce sólo constituye el 3%. Para seguir manteniendo esa condición, uno de los retos más grandes de la comunidad internacional es lograr la conservación de los mares y su biodiversidad. En otras palabras, proteger sus ecosistemas, la vida silvestre marina, los servicios ambientales y las comunidades que viven en ellos.

Si revisamos la historia de los mares encontramos que desde el siglo XVII se legislaba en la materia; por citar a uno de los grandes analistas, Hugo Grocio, postuló en su obra titulada Mare Liberum la doctrina del mar libre y afirmaba que los mares no podían ser sujetos de apropiación y por ello deberían de ser libres para todos. En el siglo XVIII, el jurista Cornelius van Bynkershoek, ejerció una fuerte influencia en el desarrollo de la Ley del Mar, donde se especificó que el mar adyacente a las costas de un país queda bajo su soberanía. Éstos constituyen los antecedentes inmediatos para que en el siglo XX - el 30 de abril de 1982- se creara la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (por sus siglas CDM, CONVEMAR o CNUDM) valorada como la Constitución de los océanos, instrumento que entró en vigor el 16 de noviembre de 1994.

Actualmente, ante las amenazas del cambio climático, estas grandes extensiones de agua se convierten en sumideros naturales que captan entre el 20% y el 30% de las emisiones totales de dióxido de carbono (CO2) relacionadas con las actividades humanas. Lo paradójico es que hoy los mares se encuentran amenazados por estas actividades, cuyos principales impactos son la acidificación de los océanos, el aumento en el nivel de los mares, los cambios en la distribución de las especies y una menor productividad y disponibilidad de oxígeno.

A fin de mitigar las afectaciones a los mares y océanos debemos de impulsar medidas puntuales que ayudan a recuperar la salud de los mares y su biodiversidad. Los humanos necesitamos de ellos como fuente de seguridad alimentaria pero tambén como sumidero de uno de los principales gases de efecto invernadero que agudiza el problema del calentamiento global.

Por su parte, México está rodeado por las aguas del Pacífico, el Golfo y el mar Caribe, este último, hogar de una parte del Sistema Arrecifal Mesoamericano, la segunda barrera de arrecifes coralinos más grande el mundo. Si bien estos arrecifes son sumamente valiosos por su gran biodiversidad e importancia ecológica, la degradación ambiental de los océanos amenaza su supervivencia. Enfermedades como el síndrome blanco o blanqueamiento del coral en los últimos meses ha matado a más del 30% de los corales del Caribe mexicano. En términos generales estamos ante la urgencia de discutir el tema en busca de soluciones, y así nos debemos de preocupar y ocupar en atender cada una de las amenazas que hoy enfrentan los mares y océanos.

Por ejemplo, el establecimiento de Áreas Naturales Protegidas Marinas (ANPsM) puede ser una herramienta eficaz de atención al problema de la degradación. En México tenemos 37 ANPsM y exceptuando Revillagigedo (decretado como Parque Nacional en 2017) que tiene zona de exclusión de pesca, prácticamente en las otras 36 áreas se puede realizar cualquier actividad, incluso la pesca, en sus diferentes modalidades: la industrial, la deportiva y la ribereña.

En el mar es difícil apostarle únicamente a la delimitación del ANP porque todas las especies migran, y al mismo tiempo muchas de ellas son especies residentes, es decir, que están pegadas a la franja costera y viven amenazadas permanentemente por la pesca sin control, no solo por su extraordinaria calidad alimenticia sino porque es más fácil su captura. La Ley de Pesca nacional define que hay seis especies que están reservadas para la pesca deportiva: los marlins, los velas, los dorados, los gallos, los guajus y el pez espada que en teoría no se deberían de comercializar, pero en la práctica esto sí ocurre, en gran medida porque existe un mercado de consumo muy grande. Esto ejemplifica como es que las ANPsM deben de convivir con el marco regulatorio que le brinda la Ley General del Equilibrio Ecologíco y Protección al Ambiente, el programa de manejo de la propia Anp y también con la Ley de Pesca y la Ley de Marina, principalmente.

Las áreas naturales protegidas marítimas sí inciden de forma directa en la restauración de los ecosistemas y en mantenerlos en un buen estado de conservación, además de ayudarnos a seguir capturando CO2 y disminuir la presión de otras afectaciones provocadas por el cambio climático sobre la Tierra. Tenemos mucho que hacer en los mares y costas nacionales, pero también cumplir con los compromisos a nivel internacional, como la meta 11 de l Acuerdo de Aichi.

Estemos atentos frente a las acciones del gobierno para fortalecer su política de costas, mares y océanos y volvámonos copartícipes del cambio y la conservacion de los mismos. Necesitamos mantener estos ecosistemas sanos, no solo para seguir teniendo vida marina, sino también para garantizar una posibilidad de mitigación del cambio climático y fortalecer el valor del servicio ecosistémico para que sea considerado en los futuros mercados de carbono, en función de los beneficios que ofrece la conservación de los hábitats marinos y costeros.

México tiene mucho potencial natural, es imprescindible y urgente cuidarlo.

Por: Alejandra Zenzes

Sin temor a equivocarme, de los diversos temas que componen la agenda ambiental, existe poco interés entre la población en general el problema de los mares y océanos, y sin embargo su cuidado integral debería de ser uno de los pilares de la política azul.

La Tierra se define como el planeta azul ya que el 70% de su superficie está cubierta por agua; el 97% de la misma corresponde a la de los mares y océanos, mientras que el agua dulce sólo constituye el 3%. Para seguir manteniendo esa condición, uno de los retos más grandes de la comunidad internacional es lograr la conservación de los mares y su biodiversidad. En otras palabras, proteger sus ecosistemas, la vida silvestre marina, los servicios ambientales y las comunidades que viven en ellos.

Si revisamos la historia de los mares encontramos que desde el siglo XVII se legislaba en la materia; por citar a uno de los grandes analistas, Hugo Grocio, postuló en su obra titulada Mare Liberum la doctrina del mar libre y afirmaba que los mares no podían ser sujetos de apropiación y por ello deberían de ser libres para todos. En el siglo XVIII, el jurista Cornelius van Bynkershoek, ejerció una fuerte influencia en el desarrollo de la Ley del Mar, donde se especificó que el mar adyacente a las costas de un país queda bajo su soberanía. Éstos constituyen los antecedentes inmediatos para que en el siglo XX - el 30 de abril de 1982- se creara la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (por sus siglas CDM, CONVEMAR o CNUDM) valorada como la Constitución de los océanos, instrumento que entró en vigor el 16 de noviembre de 1994.

Actualmente, ante las amenazas del cambio climático, estas grandes extensiones de agua se convierten en sumideros naturales que captan entre el 20% y el 30% de las emisiones totales de dióxido de carbono (CO2) relacionadas con las actividades humanas. Lo paradójico es que hoy los mares se encuentran amenazados por estas actividades, cuyos principales impactos son la acidificación de los océanos, el aumento en el nivel de los mares, los cambios en la distribución de las especies y una menor productividad y disponibilidad de oxígeno.

A fin de mitigar las afectaciones a los mares y océanos debemos de impulsar medidas puntuales que ayudan a recuperar la salud de los mares y su biodiversidad. Los humanos necesitamos de ellos como fuente de seguridad alimentaria pero tambén como sumidero de uno de los principales gases de efecto invernadero que agudiza el problema del calentamiento global.

Por su parte, México está rodeado por las aguas del Pacífico, el Golfo y el mar Caribe, este último, hogar de una parte del Sistema Arrecifal Mesoamericano, la segunda barrera de arrecifes coralinos más grande el mundo. Si bien estos arrecifes son sumamente valiosos por su gran biodiversidad e importancia ecológica, la degradación ambiental de los océanos amenaza su supervivencia. Enfermedades como el síndrome blanco o blanqueamiento del coral en los últimos meses ha matado a más del 30% de los corales del Caribe mexicano. En términos generales estamos ante la urgencia de discutir el tema en busca de soluciones, y así nos debemos de preocupar y ocupar en atender cada una de las amenazas que hoy enfrentan los mares y océanos.

Por ejemplo, el establecimiento de Áreas Naturales Protegidas Marinas (ANPsM) puede ser una herramienta eficaz de atención al problema de la degradación. En México tenemos 37 ANPsM y exceptuando Revillagigedo (decretado como Parque Nacional en 2017) que tiene zona de exclusión de pesca, prácticamente en las otras 36 áreas se puede realizar cualquier actividad, incluso la pesca, en sus diferentes modalidades: la industrial, la deportiva y la ribereña.

En el mar es difícil apostarle únicamente a la delimitación del ANP porque todas las especies migran, y al mismo tiempo muchas de ellas son especies residentes, es decir, que están pegadas a la franja costera y viven amenazadas permanentemente por la pesca sin control, no solo por su extraordinaria calidad alimenticia sino porque es más fácil su captura. La Ley de Pesca nacional define que hay seis especies que están reservadas para la pesca deportiva: los marlins, los velas, los dorados, los gallos, los guajus y el pez espada que en teoría no se deberían de comercializar, pero en la práctica esto sí ocurre, en gran medida porque existe un mercado de consumo muy grande. Esto ejemplifica como es que las ANPsM deben de convivir con el marco regulatorio que le brinda la Ley General del Equilibrio Ecologíco y Protección al Ambiente, el programa de manejo de la propia Anp y también con la Ley de Pesca y la Ley de Marina, principalmente.

Las áreas naturales protegidas marítimas sí inciden de forma directa en la restauración de los ecosistemas y en mantenerlos en un buen estado de conservación, además de ayudarnos a seguir capturando CO2 y disminuir la presión de otras afectaciones provocadas por el cambio climático sobre la Tierra. Tenemos mucho que hacer en los mares y costas nacionales, pero también cumplir con los compromisos a nivel internacional, como la meta 11 de l Acuerdo de Aichi.

Estemos atentos frente a las acciones del gobierno para fortalecer su política de costas, mares y océanos y volvámonos copartícipes del cambio y la conservacion de los mismos. Necesitamos mantener estos ecosistemas sanos, no solo para seguir teniendo vida marina, sino también para garantizar una posibilidad de mitigación del cambio climático y fortalecer el valor del servicio ecosistémico para que sea considerado en los futuros mercados de carbono, en función de los beneficios que ofrece la conservación de los hábitats marinos y costeros.

México tiene mucho potencial natural, es imprescindible y urgente cuidarlo.