/ sábado 1 de junio de 2019

Los ojos del tiempo

Hay infinidad de seres humanos que sienten alguna inclinación, y tal vez una fuerte atracción por ciertas épocas de la historia humana y por quienes la han vivido. ¿Le llaman a usted la atención los acontecimientos del antiguo Egipto, o de la conquista de la Nueva España? ¿O las circunstancias en que vivieron Miguel Angel Bounarrotti, o Napoleón, o Hernán Cortés, o el sargento Pío Marcha, o Agustín Lara? Quienes investigan y estudian estas cuestiones deducen que esas inclinaciones y atracciones significan que el ser humano se interesa en aquellas vidas por las que ha transcurrido, encarnando en diferentes personajes, una y otra vez, es decir, reencarnando.

Leí hace muchos años el tercer libro de novela histórica de un político mexicano fallecido en 2006 llamado Mario Moya Palencia. El libro al que me refiero se titula Los Ojos del Tiempo, y en realidad son cuatro novelas amenas y cortas pero igual de interesantes todas ellas: “Saga de Bardos”, “Afromexicana”, “¡Devuélvanme mi volcán!”, y “La carta falsa de la verdadera Carlota”.

Aunque siempre supe que un bardo es un trovador, un decidor o un poeta, el autor lo toma del antiguo sánscrito con su significado tibetano de “vida entre las vidas” lo cual viene a ser la Saga de las Reencarnaciones.

Y se encuentra él, Mario Moya, con su pasado y su presente. Su periplo de corporizaciones se inicia siendo un capitán de Hernán Cortés, deseoso de probar su hidalgo coraje, Pedro Sánchez Farfán, que es el nombre del capitán; casa con María de Estrada, heroína de la conquista y convierte a su esposo en el primer mandilón de Nueva España. Su segunda reencarnación lo lleva a integrarse como Juan Alvarez, siervo y ministro de culto en la antigua Nueva Vizcaya. Aquí, Moya hace un recorrido por las diferentes etnias de esa zona en el siglo 17.

Muere Juan Alvarez, transcurre otro bardo y renace como don Fernando de Alencastre Noroña, duque de Linares, virrey de la Nueva España. Alencastre narra, desde su muy elevado punto de vista, parte de la vida de ese México naciente de principios del siglo 18. Este peregrinar de reencarnados se materializa cien años después en el afamado sargento Pío Marcha, en su origen, sus deseos y sus realidades, las cuales lo convierten en un personaje detonador de ungimientos y precursor de la coronación de Agustín de Itrurbide.

Transcurre el último bardo y la corporización toma nombre: Agustín Lara, mexicano ilustre que canta por encima de todo a la mujer. “Creo –decía Lara-, que la especie humana proviene y termina en la mujer. El hombre es un accidente entre dos mujeres, su madre y su esposa”.

La segunda novela titulada Afromexicana, del libro editado por el buen amigo y mejor librero Miguel Angel Porrúa es un pasaje a través de esa tercera cultura africana, crisol de infortunios y cuerno de abundancia para blancos. ¿Cómo creer que somos solamente efecto de indígenas y españoles? ¿Cómo no darnos cuenta de los miles de negros que habitaron nuestro país a lo largo de tres siglos y nos heredaron tanto? ¿Cómo olvidarnos de la inhumana trata de carne para la esclavitud y servidumbre? Aquí nos encontramos con las andanzas de Yanga en el oriente de México y con una ilustrada mención de las rutas de dispersión de negros, desde sus remotos lugares de origen, hasta las costas latinas, con una interesante narrativa sobre Cuba.

El autor nos lleva a su tercer capítulo o librillo titulado: “Devuélvanme mi volcán” Hacia 1943 en un ejido michoacano se escuchan ruidos, retiembla la tierra, salen fumarolas y nace un volcán. Dionisio Pulido y su mujer se quedan atónitos al darse cuenta cómo su propiedad se eleva hasta los cielos. No es raro, casi siempre ocurre así, pero en este caso se eleva físicamente. Después de años de investigaciones hechas por científicos, vulcanólogos, antropólogos, etc, Dionisio Pulido solicita a las autoridades que le regresen su propiedad, su volcán.

La cuarta y última novela: Los Ojos del Tiempo tiene mucho de misterio y más de investigación. Toda proporción guardada, esta novela me recuerda la acuciosidad con que el autor, convertido en auténtico detective, elaboró El México de Eggerton, desde 1988 y publicada en 1991. Estudios, pruebas caligráficas y grafoscópicas, opiniones, cuestionamientos, más pruebas, reuniones con historiadores, consultas de archivos, etc. ¿La razón? : conocer la autenticidad o no de una misiva de puño y letra de Carlota Amalia de Bélgica a su esposo Maximiliano de Habsburgo, carta que le fue obsequiada al escritor.

Leer Los Ojos del Tiempo es recorrer, con avidez e inquietud momentos y personajes de la historia de nuestro país, a través de los ojos del autor quien supo combinar generosidad y largueza, pluma y memoria, nacionalismo y amor por la literatura y la historia.

Fundador de Notimex

Premio Nacional de Periodismo 2018

pacofonn@yahoo.com.mx





Hay infinidad de seres humanos que sienten alguna inclinación, y tal vez una fuerte atracción por ciertas épocas de la historia humana y por quienes la han vivido. ¿Le llaman a usted la atención los acontecimientos del antiguo Egipto, o de la conquista de la Nueva España? ¿O las circunstancias en que vivieron Miguel Angel Bounarrotti, o Napoleón, o Hernán Cortés, o el sargento Pío Marcha, o Agustín Lara? Quienes investigan y estudian estas cuestiones deducen que esas inclinaciones y atracciones significan que el ser humano se interesa en aquellas vidas por las que ha transcurrido, encarnando en diferentes personajes, una y otra vez, es decir, reencarnando.

Leí hace muchos años el tercer libro de novela histórica de un político mexicano fallecido en 2006 llamado Mario Moya Palencia. El libro al que me refiero se titula Los Ojos del Tiempo, y en realidad son cuatro novelas amenas y cortas pero igual de interesantes todas ellas: “Saga de Bardos”, “Afromexicana”, “¡Devuélvanme mi volcán!”, y “La carta falsa de la verdadera Carlota”.

Aunque siempre supe que un bardo es un trovador, un decidor o un poeta, el autor lo toma del antiguo sánscrito con su significado tibetano de “vida entre las vidas” lo cual viene a ser la Saga de las Reencarnaciones.

Y se encuentra él, Mario Moya, con su pasado y su presente. Su periplo de corporizaciones se inicia siendo un capitán de Hernán Cortés, deseoso de probar su hidalgo coraje, Pedro Sánchez Farfán, que es el nombre del capitán; casa con María de Estrada, heroína de la conquista y convierte a su esposo en el primer mandilón de Nueva España. Su segunda reencarnación lo lleva a integrarse como Juan Alvarez, siervo y ministro de culto en la antigua Nueva Vizcaya. Aquí, Moya hace un recorrido por las diferentes etnias de esa zona en el siglo 17.

Muere Juan Alvarez, transcurre otro bardo y renace como don Fernando de Alencastre Noroña, duque de Linares, virrey de la Nueva España. Alencastre narra, desde su muy elevado punto de vista, parte de la vida de ese México naciente de principios del siglo 18. Este peregrinar de reencarnados se materializa cien años después en el afamado sargento Pío Marcha, en su origen, sus deseos y sus realidades, las cuales lo convierten en un personaje detonador de ungimientos y precursor de la coronación de Agustín de Itrurbide.

Transcurre el último bardo y la corporización toma nombre: Agustín Lara, mexicano ilustre que canta por encima de todo a la mujer. “Creo –decía Lara-, que la especie humana proviene y termina en la mujer. El hombre es un accidente entre dos mujeres, su madre y su esposa”.

La segunda novela titulada Afromexicana, del libro editado por el buen amigo y mejor librero Miguel Angel Porrúa es un pasaje a través de esa tercera cultura africana, crisol de infortunios y cuerno de abundancia para blancos. ¿Cómo creer que somos solamente efecto de indígenas y españoles? ¿Cómo no darnos cuenta de los miles de negros que habitaron nuestro país a lo largo de tres siglos y nos heredaron tanto? ¿Cómo olvidarnos de la inhumana trata de carne para la esclavitud y servidumbre? Aquí nos encontramos con las andanzas de Yanga en el oriente de México y con una ilustrada mención de las rutas de dispersión de negros, desde sus remotos lugares de origen, hasta las costas latinas, con una interesante narrativa sobre Cuba.

El autor nos lleva a su tercer capítulo o librillo titulado: “Devuélvanme mi volcán” Hacia 1943 en un ejido michoacano se escuchan ruidos, retiembla la tierra, salen fumarolas y nace un volcán. Dionisio Pulido y su mujer se quedan atónitos al darse cuenta cómo su propiedad se eleva hasta los cielos. No es raro, casi siempre ocurre así, pero en este caso se eleva físicamente. Después de años de investigaciones hechas por científicos, vulcanólogos, antropólogos, etc, Dionisio Pulido solicita a las autoridades que le regresen su propiedad, su volcán.

La cuarta y última novela: Los Ojos del Tiempo tiene mucho de misterio y más de investigación. Toda proporción guardada, esta novela me recuerda la acuciosidad con que el autor, convertido en auténtico detective, elaboró El México de Eggerton, desde 1988 y publicada en 1991. Estudios, pruebas caligráficas y grafoscópicas, opiniones, cuestionamientos, más pruebas, reuniones con historiadores, consultas de archivos, etc. ¿La razón? : conocer la autenticidad o no de una misiva de puño y letra de Carlota Amalia de Bélgica a su esposo Maximiliano de Habsburgo, carta que le fue obsequiada al escritor.

Leer Los Ojos del Tiempo es recorrer, con avidez e inquietud momentos y personajes de la historia de nuestro país, a través de los ojos del autor quien supo combinar generosidad y largueza, pluma y memoria, nacionalismo y amor por la literatura y la historia.

Fundador de Notimex

Premio Nacional de Periodismo 2018

pacofonn@yahoo.com.mx