/ viernes 13 de mayo de 2022

Los países latinoamericanos no invitados

Haremos dos entregas sobre la historia reciente entre los países no invitados a la Cumbre de las Américas y los Estados Unidos. En esta primera parte hablaremos de la historia de principios del siglo XX entre Venezuela y los Estados Unidos.

El 22 de julio de 1826 hubo una convocatoria que no incluía a todos los países del continente americano, el llamado “Congreso de Panamá”, nuestro país tuvo una participación donde se exaltó el enorme beneficio que significaría la unión de las naciones en una integración continental.

Uno de los principales tratados internacionales que propiciaba esta unión fue el suscrito ese mismo mes y año, integrado por nuestro país, Colombia, Perú y Centroamérica, donde celebraron el “Tratado de Unión Liga y Confederación Perpetua”, suscribiendo un acuerdo de amistad firme e inviolable, este es el primer instrumento donde entre dichas naciones se finca un pacto frente a cualquier dominación extranjera.

Esta fue la primera idea institucional que precede del pensamiento bolivariano de la Unión Latinoamericana que propone el presidente Andrés Manuel López Obrador. No solamente es una idea grandiosa conformar una unión continental donde nos hermana la historia, las tradiciones, las culturas, el idioma y las religiones, sino que, desde el punto de vista económico, es un blindaje frente a la persistente y permanente intención expansionista y colonizadora de intereses extranjeros sobre, principalmente, los recursos naturales.

La doctrina nos muestra que la integración continental ha buscado tener la preponderancia hemisférica con intereses de límites territoriales, así lo fue la Doctrina Monroe del 2 de diciembre de 1823, en la que se señala en términos generales “América para los americanos”, haciendo una exclusión de Latinoamérica, pues su lógica era sí la exclusión de Europa, pero la preponderancia caciquista de los Estados Unidos frente al resto de países del continente americano, condición que ha sido contraria al principio de autodeterminación de los pueblos y la no intervención en los asuntos internos de las naciones, tradición diplomática que nuestro país ha defendido tradicionalmente desde hace décadas.

En Lima, Perú, en 1847, en Chile en 1856, se realizaron congresos para continuar en ese proceso integrador de nuestros países hermanos, sin tener mayor eco.

La historia de los no invitados a las sesiones de Estados Americanos, o la ahora llamada Cumbre de las Américas, tiene un origen que se remonta a la historia de las intervenciones donde los Estados Unidos se han mantenido en la cúpula de países que registran el mayor número de invasiones armadas a los países latinoamericanos.

México ha sido el país más invadido por los Estados Unidos históricamente. Venezuela fue invadida militarmente por Gran Bretaña, Alemania e Italia, con la autorización de los Estados Unidos, para cobrar una deuda exterior con dichos países, por lo que incluso rompieron relaciones diplomáticas Francia y los Estados Unidos con la República de Venezuela, dando origen a lo que se conoce como la Doctrina Drago, en la que se señala como ilegítima una intervención armada por el cobro de deudas a un Estado.

Lo anterior derivó en el caso de la Conferencia Internacional Americana celebrada en la ciudad de Río de Janeiro, Brasil, del 23 de julio al 27 de agosto de 1906, donde participaron todos los países miembros a excepción de Venezuela.

Pasaron más de 50 años para que Venezuela fuera incluso sede de la Conferencia Internacional Americana en 1954. Las relaciones entre algunos países latinoamericanos y los Estados Unidos han sido convulsas, pues sus orígenes y conformaciones han tenido intereses opuestos; por un lado, la enorme cultura prehispánica que sustenta al pueblo latinoamericano ha hecho de este un mosaico rico de arraigo y de resistencia permanente por su territorio; por otro lado, el origen colonizador, multiétnico y cultural de nuestro principal socio comercial y vecino del norte hace que se tengan objetivos disímbolos.

La relación con Cuba y otros países son motivo de otras entregas que merecen una atención histórica especial donde simplemente diremos que la historia es la que ha marcado posturas y definiciones políticas y económicas, pero que ello no significa que sean eternas y que no deban transformarse en una visión hemisférica de unidad, de convivencia y de negocio con equidad y justicia. América para todos los americanos de todo el continente, por necesidad, por convicción y convencimiento.


Haremos dos entregas sobre la historia reciente entre los países no invitados a la Cumbre de las Américas y los Estados Unidos. En esta primera parte hablaremos de la historia de principios del siglo XX entre Venezuela y los Estados Unidos.

El 22 de julio de 1826 hubo una convocatoria que no incluía a todos los países del continente americano, el llamado “Congreso de Panamá”, nuestro país tuvo una participación donde se exaltó el enorme beneficio que significaría la unión de las naciones en una integración continental.

Uno de los principales tratados internacionales que propiciaba esta unión fue el suscrito ese mismo mes y año, integrado por nuestro país, Colombia, Perú y Centroamérica, donde celebraron el “Tratado de Unión Liga y Confederación Perpetua”, suscribiendo un acuerdo de amistad firme e inviolable, este es el primer instrumento donde entre dichas naciones se finca un pacto frente a cualquier dominación extranjera.

Esta fue la primera idea institucional que precede del pensamiento bolivariano de la Unión Latinoamericana que propone el presidente Andrés Manuel López Obrador. No solamente es una idea grandiosa conformar una unión continental donde nos hermana la historia, las tradiciones, las culturas, el idioma y las religiones, sino que, desde el punto de vista económico, es un blindaje frente a la persistente y permanente intención expansionista y colonizadora de intereses extranjeros sobre, principalmente, los recursos naturales.

La doctrina nos muestra que la integración continental ha buscado tener la preponderancia hemisférica con intereses de límites territoriales, así lo fue la Doctrina Monroe del 2 de diciembre de 1823, en la que se señala en términos generales “América para los americanos”, haciendo una exclusión de Latinoamérica, pues su lógica era sí la exclusión de Europa, pero la preponderancia caciquista de los Estados Unidos frente al resto de países del continente americano, condición que ha sido contraria al principio de autodeterminación de los pueblos y la no intervención en los asuntos internos de las naciones, tradición diplomática que nuestro país ha defendido tradicionalmente desde hace décadas.

En Lima, Perú, en 1847, en Chile en 1856, se realizaron congresos para continuar en ese proceso integrador de nuestros países hermanos, sin tener mayor eco.

La historia de los no invitados a las sesiones de Estados Americanos, o la ahora llamada Cumbre de las Américas, tiene un origen que se remonta a la historia de las intervenciones donde los Estados Unidos se han mantenido en la cúpula de países que registran el mayor número de invasiones armadas a los países latinoamericanos.

México ha sido el país más invadido por los Estados Unidos históricamente. Venezuela fue invadida militarmente por Gran Bretaña, Alemania e Italia, con la autorización de los Estados Unidos, para cobrar una deuda exterior con dichos países, por lo que incluso rompieron relaciones diplomáticas Francia y los Estados Unidos con la República de Venezuela, dando origen a lo que se conoce como la Doctrina Drago, en la que se señala como ilegítima una intervención armada por el cobro de deudas a un Estado.

Lo anterior derivó en el caso de la Conferencia Internacional Americana celebrada en la ciudad de Río de Janeiro, Brasil, del 23 de julio al 27 de agosto de 1906, donde participaron todos los países miembros a excepción de Venezuela.

Pasaron más de 50 años para que Venezuela fuera incluso sede de la Conferencia Internacional Americana en 1954. Las relaciones entre algunos países latinoamericanos y los Estados Unidos han sido convulsas, pues sus orígenes y conformaciones han tenido intereses opuestos; por un lado, la enorme cultura prehispánica que sustenta al pueblo latinoamericano ha hecho de este un mosaico rico de arraigo y de resistencia permanente por su territorio; por otro lado, el origen colonizador, multiétnico y cultural de nuestro principal socio comercial y vecino del norte hace que se tengan objetivos disímbolos.

La relación con Cuba y otros países son motivo de otras entregas que merecen una atención histórica especial donde simplemente diremos que la historia es la que ha marcado posturas y definiciones políticas y económicas, pero que ello no significa que sean eternas y que no deban transformarse en una visión hemisférica de unidad, de convivencia y de negocio con equidad y justicia. América para todos los americanos de todo el continente, por necesidad, por convicción y convencimiento.