/ jueves 4 de julio de 2019

Los parásitos de EU

Los debates de la semana pasada sin duda debilitaron a Joe Biden y aumentaron las posibilidades de que un aspirante en definitiva más progresista —tal vez Kamala Harris o Elizabeth Warren— gane la candidatura. Y ya se escuchan los lamentos de buena parte del Cinturón del Óxido (la región industrial de Estados Unidos), las afirmaciones de que los demócratas se están moviendo demasiado hacia la izquierda.

Así que vale la pena analizar esas afirmaciones. ¿En qué sentido se están moviendo demasiado a la izquierda los demócratas? Estoy viendo tres afirmaciones bastante diferenciadas. La primera es que el partido está poniendo en peligro sus posibilidades electorales. La segunda, que el partido está siendo fiscal o económicamente irresponsable. La tercera, que los demócratas están proponiendo de manera injusta redistribuir los ingresos de los que lo generan riqueza a los que no lo hacen.

En cuanto a la política: los políticos y los comentaristas tienden a estar mucho más en contacto con los ricos que los electores comunes y corrientes, y con frecuencia parecen imaginar que las prioridades del uno por ciento —mantener bajas las tasas fiscales para el nivel más alto y recortar los “derechos a las subvenciones”— en realidad hacen eco entre el público general. Sin embargo, las encuestas muestran de manera apabullante lo opuesto: los electores quieren aumentarles los impuestos a los ricos y expandir los programas sociales del gobierno.

Entonces, al inclinarse hacia la izquierda en los impuestos y el gasto, los demócratas de hecho se están inclinando hacia las preferencias de los electores, no alejándose de ellas. Por último, pero no menos importante, si su opinión es que la agenda progresista es moralmente errónea, que la gente no debería recibir más beneficios gubernamentales de lo que paga en impuestos, deberían saber cuántos estadounidenses ya son “aprovechados”, “parásitos” o como quieran llamarles. De hecho, estamos hablando de una vasta franja del centro del país que incluye casi a todos los estados que votaron por Trump.

Leí un informe reciente del Instituto Rockefeller sobre el “balance de pagos” federal de los estados, la diferencia entre lo que el gobierno federal gasta en un estado y lo que ese estado le devuelve en ingresos.

El patrón es familiar: los estados más ricos subsidian a los estados más pobres. Y los motivos son claros: los estados ricos pagan mucho más per cápita en impuestos federales, mientras que en realidad reciben un poco menos en gasto federal porque Medicaid y otros programas de “recursos comprobados” se destinan de manera desproporcionada a aquellos con bajos ingresos.

Esta ayuda, a su vez, es fundamental para sostener muchos empleos. Es justo decir que muchos más kentuckianos trabajan en hospitales que se mantienen a flote gracias a Medicare y Medicaid y en establecimientos minoristas que siguen operando debido a la Seguridad Social y los cupones de comida, que en todas las ocupaciones tradicionales como la minería e incluso la agricultura combinadas.

Así que, si realmente creen que los estadounidenses con ingresos más elevados no deberían pagar las prestaciones de aquellos con menos ingresos, deberían pedir a los estados “donadores”, como Nueva Jersey y Nueva York, que ya no ayuden a lugares como Kentucky y dejen que sus economías colapsen. Y si eso es lo que se proponen, deberían informar al electorado de Mitch McConnell de ello.

Los debates de la semana pasada sin duda debilitaron a Joe Biden y aumentaron las posibilidades de que un aspirante en definitiva más progresista —tal vez Kamala Harris o Elizabeth Warren— gane la candidatura. Y ya se escuchan los lamentos de buena parte del Cinturón del Óxido (la región industrial de Estados Unidos), las afirmaciones de que los demócratas se están moviendo demasiado hacia la izquierda.

Así que vale la pena analizar esas afirmaciones. ¿En qué sentido se están moviendo demasiado a la izquierda los demócratas? Estoy viendo tres afirmaciones bastante diferenciadas. La primera es que el partido está poniendo en peligro sus posibilidades electorales. La segunda, que el partido está siendo fiscal o económicamente irresponsable. La tercera, que los demócratas están proponiendo de manera injusta redistribuir los ingresos de los que lo generan riqueza a los que no lo hacen.

En cuanto a la política: los políticos y los comentaristas tienden a estar mucho más en contacto con los ricos que los electores comunes y corrientes, y con frecuencia parecen imaginar que las prioridades del uno por ciento —mantener bajas las tasas fiscales para el nivel más alto y recortar los “derechos a las subvenciones”— en realidad hacen eco entre el público general. Sin embargo, las encuestas muestran de manera apabullante lo opuesto: los electores quieren aumentarles los impuestos a los ricos y expandir los programas sociales del gobierno.

Entonces, al inclinarse hacia la izquierda en los impuestos y el gasto, los demócratas de hecho se están inclinando hacia las preferencias de los electores, no alejándose de ellas. Por último, pero no menos importante, si su opinión es que la agenda progresista es moralmente errónea, que la gente no debería recibir más beneficios gubernamentales de lo que paga en impuestos, deberían saber cuántos estadounidenses ya son “aprovechados”, “parásitos” o como quieran llamarles. De hecho, estamos hablando de una vasta franja del centro del país que incluye casi a todos los estados que votaron por Trump.

Leí un informe reciente del Instituto Rockefeller sobre el “balance de pagos” federal de los estados, la diferencia entre lo que el gobierno federal gasta en un estado y lo que ese estado le devuelve en ingresos.

El patrón es familiar: los estados más ricos subsidian a los estados más pobres. Y los motivos son claros: los estados ricos pagan mucho más per cápita en impuestos federales, mientras que en realidad reciben un poco menos en gasto federal porque Medicaid y otros programas de “recursos comprobados” se destinan de manera desproporcionada a aquellos con bajos ingresos.

Esta ayuda, a su vez, es fundamental para sostener muchos empleos. Es justo decir que muchos más kentuckianos trabajan en hospitales que se mantienen a flote gracias a Medicare y Medicaid y en establecimientos minoristas que siguen operando debido a la Seguridad Social y los cupones de comida, que en todas las ocupaciones tradicionales como la minería e incluso la agricultura combinadas.

Así que, si realmente creen que los estadounidenses con ingresos más elevados no deberían pagar las prestaciones de aquellos con menos ingresos, deberían pedir a los estados “donadores”, como Nueva Jersey y Nueva York, que ya no ayuden a lugares como Kentucky y dejen que sus economías colapsen. Y si eso es lo que se proponen, deberían informar al electorado de Mitch McConnell de ello.