/ martes 16 de julio de 2019

Los partidarios del patrón oro

Antes de llegar a la Casa Blanca, Donald Trump solicitó que la Reserva Federal subiera las tasas de interés pese al alto desempleo y a la baja inflación. Ahora está pidiendo reducciones a las tasas, a pesar de que la tasa de desempleo es mucho más baja y la inflación es, al menos, un poco más alta. Para ser justos, existe un argumento económico real que apoya la reducción de las tasas como un seguro contra una posible desaceleración. Sin embargo, resulta claro que los motivos de Trump son y siempre han sido meramente políticos: quería que la Reserva Federal perjudicara al presidente Barack Obama, y ahora quiere que impulse sus posibilidades de reelección.

Entonces, no es sorpresa que Trump también esté intentando incluir en el Consejo de la Reserva Federal a sus aliados políticos. Lo que parecería sorprendente es que muchos de sus posibles candidatos, como Stephen Moore y ahora Judy Shelton, tienen un largo historial de apoyar el patrón oro o algo similar. Esto debe ponerlos en conflicto con los intentos de Trump de politizar la Reserva Federal. Después de todo, uno de los supuestos objetivos de un patrón oro es eliminar de la política monetaria cualquier indicio de política. Y debido a que el precio del oro está subiendo últimamente, los partidarios del patrón oro deberían estar pidiendo a la Fed que suba las tasas, no que las reduzca.

Desde luego que Moore y Shelton han respaldado la solicitud de Trump de bajar las tasas. Esto genera una doble interrogante: ¿por qué Trump quiere a estas personas, y por qué ellas están tan dispuestas a satisfacer sus deseos?

Bueno, yo creo que hay una respuesta sencilla a ambas partes de la interrogante, que tiene que ver con la razón por la que algunos comentaristas en materia económica (no estoy seguro de que merezcan el nombre de “economistas”) se han vuelto partidarios del patrón oro en primera instancia. Lo que yo propondría es que, comúnmente, tiene menos que ver con una convicción que con un arribismo cínico.

Pero la triste verdad es que la gran mayoría de las personas que rechazan la economía convencional lo hacen porque no la entienden; y una buena cantidad de ellas no la entienden porque su salario depende de no entenderla.

Esto me lleva a hablar del patrón oro. Existe un consenso abrumador entre los economistas profesionales de que un retorno al patrón oro sería una mala idea. No es una suposición: la Escuela de Negocios Booth de Chicago, la cual encuesta a un amplio grupo bipartidista de economistas acerca de diversos temas, encontró un respaldo literalmente nulo al patrón oro.

Los acontecimientos de los últimos diez años no han hecho más que consolidar ese consenso. Después de todo, el precio del oro aumentó de 2007 a 2011; si la ideología del patrón oro tuviera algo de cierto, eso hubiera sido un presagio de una inflación descontrolada, y la Reserva Federal debería haber estado aumentando las tasas de interés para mantener constante el valor en oro del dólar. De hecho, la inflación nunca se materializó, y un repunte de la tasa de interés frente a un desempleo creciente hubiera sido desastroso.

No es nada más que cinismo y arribismo.

Antes de llegar a la Casa Blanca, Donald Trump solicitó que la Reserva Federal subiera las tasas de interés pese al alto desempleo y a la baja inflación. Ahora está pidiendo reducciones a las tasas, a pesar de que la tasa de desempleo es mucho más baja y la inflación es, al menos, un poco más alta. Para ser justos, existe un argumento económico real que apoya la reducción de las tasas como un seguro contra una posible desaceleración. Sin embargo, resulta claro que los motivos de Trump son y siempre han sido meramente políticos: quería que la Reserva Federal perjudicara al presidente Barack Obama, y ahora quiere que impulse sus posibilidades de reelección.

Entonces, no es sorpresa que Trump también esté intentando incluir en el Consejo de la Reserva Federal a sus aliados políticos. Lo que parecería sorprendente es que muchos de sus posibles candidatos, como Stephen Moore y ahora Judy Shelton, tienen un largo historial de apoyar el patrón oro o algo similar. Esto debe ponerlos en conflicto con los intentos de Trump de politizar la Reserva Federal. Después de todo, uno de los supuestos objetivos de un patrón oro es eliminar de la política monetaria cualquier indicio de política. Y debido a que el precio del oro está subiendo últimamente, los partidarios del patrón oro deberían estar pidiendo a la Fed que suba las tasas, no que las reduzca.

Desde luego que Moore y Shelton han respaldado la solicitud de Trump de bajar las tasas. Esto genera una doble interrogante: ¿por qué Trump quiere a estas personas, y por qué ellas están tan dispuestas a satisfacer sus deseos?

Bueno, yo creo que hay una respuesta sencilla a ambas partes de la interrogante, que tiene que ver con la razón por la que algunos comentaristas en materia económica (no estoy seguro de que merezcan el nombre de “economistas”) se han vuelto partidarios del patrón oro en primera instancia. Lo que yo propondría es que, comúnmente, tiene menos que ver con una convicción que con un arribismo cínico.

Pero la triste verdad es que la gran mayoría de las personas que rechazan la economía convencional lo hacen porque no la entienden; y una buena cantidad de ellas no la entienden porque su salario depende de no entenderla.

Esto me lleva a hablar del patrón oro. Existe un consenso abrumador entre los economistas profesionales de que un retorno al patrón oro sería una mala idea. No es una suposición: la Escuela de Negocios Booth de Chicago, la cual encuesta a un amplio grupo bipartidista de economistas acerca de diversos temas, encontró un respaldo literalmente nulo al patrón oro.

Los acontecimientos de los últimos diez años no han hecho más que consolidar ese consenso. Después de todo, el precio del oro aumentó de 2007 a 2011; si la ideología del patrón oro tuviera algo de cierto, eso hubiera sido un presagio de una inflación descontrolada, y la Reserva Federal debería haber estado aumentando las tasas de interés para mantener constante el valor en oro del dólar. De hecho, la inflación nunca se materializó, y un repunte de la tasa de interés frente a un desempleo creciente hubiera sido desastroso.

No es nada más que cinismo y arribismo.