Cuando Donald Trump ganó la elección de la Presidencia de la nación más poderosa del mundo, muchos creyeron que si bien no tenía experiencia para gobernar, el instinto y el pragmatismo de empresario le permitiría mantener a su país como el principal defensor del libre comercio, pero sobre todo conservar y fortalecer la tradición estadounidense en defensa de las libertades individuales y la protección de los derechos humanos. Estados Unidos era ejemplo para el resto de las naciones. Sin embargo, ahora lo único evidente es la incertidumbre.
Porque no se alcanza a entender que haya desatado una guerra comercial con sus aliados de Europa, al retar a Alemania, Francia y Gran Bretaña; que se enfrente al tú por tú con un gigante agresivo como China; y que a Canadá y México, sus vecinos estratégicos, los quiera orillar a aceptar sus condiciones para la revisión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte a pesar de que gracias a este tratado, la región realiza un comercio total de casi tres mil millones de dólares al día. Es decir, más del 25 por ciento del Producto Interno Bruto mundial.
Y que tan sólo por el intercambio comercial con México, se hayan generedo 692 mil puestos de trabajo en California, más de 200 mil en Nueva York, Florida, Illinois, Pensilvania y Ohio, y más de 100 mil en otros 22 estados.
Pero lo que definitivamente no tiene explicación es lo que hizo con los niños migrantes que son separados de sus padres. Y aunque ya firmó una orden Ejecutiva para detener esta política, los niños no han regresado con sus padres.
Escuchar el llanto de los niños que asustados piden a su mamá es desgarrador y ver cómo los tienen en jaulas, como si fueran animales, con escasa ropa a pesar del frío, es indignante, pero más lo es escuchar la explicación de Donald Trump que así quiere castigar a los padres de familia por entrar, sin papeles, a territorio de Estados Unidos.
El Secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray fue claro al anunciar que México no ha estado pasmado ante esto y ya realizó acciones concretas como mandar notas diplomáticas al Gobierno de E.U., acudir ante los órganos del sistema de derechos humanos de la ONU y del sistema Interamericano de Derechos Humanos, se entabló comunicación formal con el secretario general de la ONU y de la OEA, y una comisión de legisladores mexicanos llega a Washington la próxima semana para entrevistarse con sus homólogos.
Acciones contundentes sí. Pero parece más poderosa la obsesión de un hombre, que de manera sorpresiva y pareciera por accidente llegó a la Presidencia de la mayor potencia del orbe.
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