/ sábado 23 de junio de 2018

Los presidentes también se pueden equivocar

Cuando Donald Trump ganó la elección de la Presidencia de la nación más poderosa del mundo, muchos creyeron que si bien no tenía experiencia para gobernar, el instinto y el pragmatismo de empresario le permitiría mantener a su país como el principal defensor del libre comercio, pero sobre todo conservar y fortalecer la tradición estadounidense en defensa de las libertades individuales y la protección de los derechos humanos. Estados Unidos era ejemplo para el resto de las naciones. Sin embargo, ahora lo único evidente es la incertidumbre.

Porque no se alcanza a entender que haya desatado una guerra comercial con sus aliados de Europa, al retar a Alemania, Francia y Gran Bretaña; que se enfrente al tú por tú con un gigante agresivo como China; y que a Canadá y México, sus vecinos estratégicos, los quiera orillar a aceptar sus condiciones para la revisión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte a pesar de que gracias a este tratado, la región realiza un comercio total de casi tres mil millones de dólares al día. Es decir, más del 25 por ciento del Producto Interno Bruto mundial.

Y que tan sólo por el intercambio comercial con México, se hayan generedo 692 mil puestos de trabajo en California, más de 200 mil en Nueva York, Florida, Illinois, Pensilvania y Ohio, y más de 100 mil en otros 22 estados.

Pero lo que definitivamente no tiene explicación es lo que hizo con los niños migrantes que son separados de sus padres. Y aunque ya firmó una orden Ejecutiva para detener esta política, los niños no han regresado con sus padres.

Escuchar el llanto de los niños que asustados piden a su mamá es desgarrador y ver cómo los tienen en jaulas, como si fueran animales, con escasa ropa a pesar del frío, es indignante, pero más lo es escuchar la explicación de Donald Trump que así quiere castigar a los padres de familia por entrar, sin papeles, a territorio de Estados Unidos.

El Secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray fue claro al anunciar que México no ha estado pasmado ante esto y ya realizó acciones concretas como mandar notas diplomáticas al Gobierno de E.U., acudir ante los órganos del sistema de derechos humanos de la ONU y del sistema Interamericano de Derechos Humanos, se entabló comunicación formal con el secretario general de la ONU y de la OEA, y una comisión de legisladores mexicanos llega a Washington la próxima semana para entrevistarse con sus homólogos.

Acciones contundentes sí. Pero parece más poderosa la obsesión de un hombre, que de manera sorpresiva y pareciera por accidente llegó a la Presidencia de la mayor potencia del orbe.

Twitter @jhectormunoz

Instagram @jhectormunoz

Facebook jesus hector muñoz escobar

www.hectormunoz.com.mx


Cuando Donald Trump ganó la elección de la Presidencia de la nación más poderosa del mundo, muchos creyeron que si bien no tenía experiencia para gobernar, el instinto y el pragmatismo de empresario le permitiría mantener a su país como el principal defensor del libre comercio, pero sobre todo conservar y fortalecer la tradición estadounidense en defensa de las libertades individuales y la protección de los derechos humanos. Estados Unidos era ejemplo para el resto de las naciones. Sin embargo, ahora lo único evidente es la incertidumbre.

Porque no se alcanza a entender que haya desatado una guerra comercial con sus aliados de Europa, al retar a Alemania, Francia y Gran Bretaña; que se enfrente al tú por tú con un gigante agresivo como China; y que a Canadá y México, sus vecinos estratégicos, los quiera orillar a aceptar sus condiciones para la revisión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte a pesar de que gracias a este tratado, la región realiza un comercio total de casi tres mil millones de dólares al día. Es decir, más del 25 por ciento del Producto Interno Bruto mundial.

Y que tan sólo por el intercambio comercial con México, se hayan generedo 692 mil puestos de trabajo en California, más de 200 mil en Nueva York, Florida, Illinois, Pensilvania y Ohio, y más de 100 mil en otros 22 estados.

Pero lo que definitivamente no tiene explicación es lo que hizo con los niños migrantes que son separados de sus padres. Y aunque ya firmó una orden Ejecutiva para detener esta política, los niños no han regresado con sus padres.

Escuchar el llanto de los niños que asustados piden a su mamá es desgarrador y ver cómo los tienen en jaulas, como si fueran animales, con escasa ropa a pesar del frío, es indignante, pero más lo es escuchar la explicación de Donald Trump que así quiere castigar a los padres de familia por entrar, sin papeles, a territorio de Estados Unidos.

El Secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray fue claro al anunciar que México no ha estado pasmado ante esto y ya realizó acciones concretas como mandar notas diplomáticas al Gobierno de E.U., acudir ante los órganos del sistema de derechos humanos de la ONU y del sistema Interamericano de Derechos Humanos, se entabló comunicación formal con el secretario general de la ONU y de la OEA, y una comisión de legisladores mexicanos llega a Washington la próxima semana para entrevistarse con sus homólogos.

Acciones contundentes sí. Pero parece más poderosa la obsesión de un hombre, que de manera sorpresiva y pareciera por accidente llegó a la Presidencia de la mayor potencia del orbe.

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