/ martes 7 de junio de 2022

Los problemas de China

Santiago Fernández Sordo*

Li Keqiang, Premier chino y secretario del Partido en el Consejo de Estado (el segundo al mando del Partido Comunista en China), afirmó hace algunas semanas que China se encuentra cada vez más lejos de alcanzar su objetivo de crecimiento para 2022. Incluso reconoció que, en algunos aspectos, la economía se encuentra en peores condiciones que en 2020, cuando la pandemia provocó la más rápida y profunda contracción económica de la historia.

Durante abril y mayo de 2022, una nueva ola de COVID-19 ha afectado a China. La estrategia de las autoridades no cambió con respecto a lo implementado en 2020: se declararon cuarentenas en las provincias más afectadas, incluidas las ciudades de Shanghái y Pekín. A la gente no se le permitió salir de casa, se les pidió abastecerse de alimentos y se les sometió a un monitoreo constante a través de pruebas para medir el avance y la transmisión de la enfermedad.

El resultado fue el mismo que en 2020: la actividad económica se contrajo severamente a medida que las fábricas detuvieron su producción, los puertos dejaron de procesar bienes y los centros de entretenimiento y lugares públicos cerraron sus puertas. Con ello, la situación de desempleo en China se volvió “compleja y grave”, aseguró Li, tras registrarse una tasa de desempleo de 6.1% durante abril pasado, su nivel más alto desde el brote original de COVID-19 en Wuhan (cuando la tasa alcanzó 6.2%). Además, el consumo ha caído de forma dramática, junto con la producción en la industria, en una repetición de lo sucedido en 2020.

Pero, más allá de las similitudes con 2020, las diferencias son dignas de notarse. El nuevo brote de COVID-19 ha impactado a la economía China en un momento particularmente frágil. Desde finales de 2021, el gobierno chino instruyó la implementación de nuevas regulaciones para contener el crecimiento de la deuda (pública y privada), particularmente en el sector inmobiliario, que representa cerca de 30% del PIB chino. Las autoridades elevaron requerimientos para que individuos adquieran créditos hipotecarios, inhibiendo la demanda; al mismo tiempo que redujeron el acceso al crédito para empresas desarrolladoras de bienes inmuebles, desincentivando la inversión. El resultado fue una crisis del sector hacia finales de 2021 y principios de 2022; una crisis que sólo se ha profundizado con la nueva ola de COVID-19.

Las ventas de casas han caído 59% en los últimos 12 meses y, para dimensionar la gravedad del asunto, basta una estadística: se estima que las familias de China concentran entre 40% y 70% de su patrimonio en la propiedad de casas (más que en EE.UU.). Si la crisis se profundiza más y los precios de las casas comienzan a caer, el problema, hasta ahora limitado al sector inmobiliario, podría contagiarse al resto de la economía.

En este contexto, las críticas a la política de “cero COVID-19” del Presidente Xi Jinping son cada vez mayores. Incluso se habla de divisiones al interior del Partido Comunista, en donde algunas voces reclaman medidas menos estrictas de mitigación del virus y mayores estímulos económicos para evitar la desaceleración, entre ellos, Li Keqiang. Todo de cara al vigésimo Congreso Nacional del Partido en la segunda mitad de 2022.

* Profesor de la Facultad de Estudios Globales, Universidad Anáhuac México.

Santiago Fernández Sordo*

Li Keqiang, Premier chino y secretario del Partido en el Consejo de Estado (el segundo al mando del Partido Comunista en China), afirmó hace algunas semanas que China se encuentra cada vez más lejos de alcanzar su objetivo de crecimiento para 2022. Incluso reconoció que, en algunos aspectos, la economía se encuentra en peores condiciones que en 2020, cuando la pandemia provocó la más rápida y profunda contracción económica de la historia.

Durante abril y mayo de 2022, una nueva ola de COVID-19 ha afectado a China. La estrategia de las autoridades no cambió con respecto a lo implementado en 2020: se declararon cuarentenas en las provincias más afectadas, incluidas las ciudades de Shanghái y Pekín. A la gente no se le permitió salir de casa, se les pidió abastecerse de alimentos y se les sometió a un monitoreo constante a través de pruebas para medir el avance y la transmisión de la enfermedad.

El resultado fue el mismo que en 2020: la actividad económica se contrajo severamente a medida que las fábricas detuvieron su producción, los puertos dejaron de procesar bienes y los centros de entretenimiento y lugares públicos cerraron sus puertas. Con ello, la situación de desempleo en China se volvió “compleja y grave”, aseguró Li, tras registrarse una tasa de desempleo de 6.1% durante abril pasado, su nivel más alto desde el brote original de COVID-19 en Wuhan (cuando la tasa alcanzó 6.2%). Además, el consumo ha caído de forma dramática, junto con la producción en la industria, en una repetición de lo sucedido en 2020.

Pero, más allá de las similitudes con 2020, las diferencias son dignas de notarse. El nuevo brote de COVID-19 ha impactado a la economía China en un momento particularmente frágil. Desde finales de 2021, el gobierno chino instruyó la implementación de nuevas regulaciones para contener el crecimiento de la deuda (pública y privada), particularmente en el sector inmobiliario, que representa cerca de 30% del PIB chino. Las autoridades elevaron requerimientos para que individuos adquieran créditos hipotecarios, inhibiendo la demanda; al mismo tiempo que redujeron el acceso al crédito para empresas desarrolladoras de bienes inmuebles, desincentivando la inversión. El resultado fue una crisis del sector hacia finales de 2021 y principios de 2022; una crisis que sólo se ha profundizado con la nueva ola de COVID-19.

Las ventas de casas han caído 59% en los últimos 12 meses y, para dimensionar la gravedad del asunto, basta una estadística: se estima que las familias de China concentran entre 40% y 70% de su patrimonio en la propiedad de casas (más que en EE.UU.). Si la crisis se profundiza más y los precios de las casas comienzan a caer, el problema, hasta ahora limitado al sector inmobiliario, podría contagiarse al resto de la economía.

En este contexto, las críticas a la política de “cero COVID-19” del Presidente Xi Jinping son cada vez mayores. Incluso se habla de divisiones al interior del Partido Comunista, en donde algunas voces reclaman medidas menos estrictas de mitigación del virus y mayores estímulos económicos para evitar la desaceleración, entre ellos, Li Keqiang. Todo de cara al vigésimo Congreso Nacional del Partido en la segunda mitad de 2022.

* Profesor de la Facultad de Estudios Globales, Universidad Anáhuac México.