/ lunes 30 de octubre de 2017

Los tragos de tormento que el votante espera

Formalmente el proceso electoral de 2018 inició hace casi dos meses. Para culminar en los comicios del próximo 1 de julio. A estas alturas no se habla, directa o indirectamente, de otra cosa que no sea de las próximas elecciones presidenciales. A las cuales hay que agregar las de diputados federales y senadores, así como al menos una elección local en cada entidad federativa, para sumar un total de tres mil 234 cargos de elección en disputa, algo nunca antes visto.

El gran Yogui Berra, miembro del Salón de la Fama del beisbol, fue autor de una chispeante colección de aforismos que se conocen como yoguismos. El más popular quizá es el que reza: “Esto no se acaba hasta que se termina”. ¡Y tiene razón!, porque define con gracia no solo la impredecible duración de un juego de beisbol sino también su resultado final. Otro yoguismo dice: “No es fácil hacer pronósticos, menos aún sobre el futuro”. ¡Y también tiene razón Yogui!

¿A qué viene lo anterior? A que como ya se dijo, estamos en pleno proceso electoral y no sabemos qué va a pasar. Y no por lo que hace al resultado final de los comicios sino a cómo será el desarrollo de la campaña electoral. Lo único que desde ahora se puede adelantar, sin asomo de error, es que será una campaña intensa y vehemente, por decirlo con palabras suaves.

Aunque todo el mundo sabe cuáles son los principales problemas que aquejan a la población (inseguridad, inflación, desempleo, impunidad, principalmente), lo más probable es que éstos se aborden de manera más bien marginal, sin planteamientos serios, en tono demagógico y sin hacer propuestas de solución coherentes y técnicamente viables. Así ha venido sucediendo desde hace tiempo y sobre el punto no se advierten signos de que en esta ocasión habrá cambios de enfoque.

La corrupción será un tema transversal. Es decir, a propósito de cualquier circunstancia y coyuntura será algo recurrente. Y casi siempre con tintes de escándalo. En ocasiones con la presentación de hechos falsos, a sabiendas de que en efecto lo son; pero también denuncias verdaderas y en estos casos gran problema tendrá el votante de distinguir cuándo se trata de unos y cuándo de los otros casos.

Es posible adivinar desde ahora que habrá, de hecho ya hay, un diluvio de encuestas. Para todos los gustos y preferencias. Un elemento adicional de confusión y desorden. Mal, malísimo sabor de boca han dejado los encuestadores en los últimos años, pero siguen ahí, tan campantes, pontificando.

Idéntico diluvio espera también a los radioescuchas y televidentes con millones y millones de spots de partidos y candidatos, mensajes (casi) todos chabacanos, insulsos e insultantes a la inteligencia del votante que los tendrá que soportar como auténticos tragos de tormento.

Aunque los procesos electorales ya están en nuestro país superreglamentados, de manera tal que se han vuelto confusos y complejos, una norma más, total ya son tantas, no estaría de sobra: alguna disposición que haga eficaz la disposición prevista por el código electoral, en el sentido de que los candidatos están obligados a difundir en el curso de sus campañas el contenido de su plataforma electoral, que por ley los partidos están obligados a presentar ante la autoridad electoral, incluso como requisito que han de cumplir para tener derecho a postular candidatos. Pero de las plataformas nadie se acuerda.

Formalmente el proceso electoral de 2018 inició hace casi dos meses. Para culminar en los comicios del próximo 1 de julio. A estas alturas no se habla, directa o indirectamente, de otra cosa que no sea de las próximas elecciones presidenciales. A las cuales hay que agregar las de diputados federales y senadores, así como al menos una elección local en cada entidad federativa, para sumar un total de tres mil 234 cargos de elección en disputa, algo nunca antes visto.

El gran Yogui Berra, miembro del Salón de la Fama del beisbol, fue autor de una chispeante colección de aforismos que se conocen como yoguismos. El más popular quizá es el que reza: “Esto no se acaba hasta que se termina”. ¡Y tiene razón!, porque define con gracia no solo la impredecible duración de un juego de beisbol sino también su resultado final. Otro yoguismo dice: “No es fácil hacer pronósticos, menos aún sobre el futuro”. ¡Y también tiene razón Yogui!

¿A qué viene lo anterior? A que como ya se dijo, estamos en pleno proceso electoral y no sabemos qué va a pasar. Y no por lo que hace al resultado final de los comicios sino a cómo será el desarrollo de la campaña electoral. Lo único que desde ahora se puede adelantar, sin asomo de error, es que será una campaña intensa y vehemente, por decirlo con palabras suaves.

Aunque todo el mundo sabe cuáles son los principales problemas que aquejan a la población (inseguridad, inflación, desempleo, impunidad, principalmente), lo más probable es que éstos se aborden de manera más bien marginal, sin planteamientos serios, en tono demagógico y sin hacer propuestas de solución coherentes y técnicamente viables. Así ha venido sucediendo desde hace tiempo y sobre el punto no se advierten signos de que en esta ocasión habrá cambios de enfoque.

La corrupción será un tema transversal. Es decir, a propósito de cualquier circunstancia y coyuntura será algo recurrente. Y casi siempre con tintes de escándalo. En ocasiones con la presentación de hechos falsos, a sabiendas de que en efecto lo son; pero también denuncias verdaderas y en estos casos gran problema tendrá el votante de distinguir cuándo se trata de unos y cuándo de los otros casos.

Es posible adivinar desde ahora que habrá, de hecho ya hay, un diluvio de encuestas. Para todos los gustos y preferencias. Un elemento adicional de confusión y desorden. Mal, malísimo sabor de boca han dejado los encuestadores en los últimos años, pero siguen ahí, tan campantes, pontificando.

Idéntico diluvio espera también a los radioescuchas y televidentes con millones y millones de spots de partidos y candidatos, mensajes (casi) todos chabacanos, insulsos e insultantes a la inteligencia del votante que los tendrá que soportar como auténticos tragos de tormento.

Aunque los procesos electorales ya están en nuestro país superreglamentados, de manera tal que se han vuelto confusos y complejos, una norma más, total ya son tantas, no estaría de sobra: alguna disposición que haga eficaz la disposición prevista por el código electoral, en el sentido de que los candidatos están obligados a difundir en el curso de sus campañas el contenido de su plataforma electoral, que por ley los partidos están obligados a presentar ante la autoridad electoral, incluso como requisito que han de cumplir para tener derecho a postular candidatos. Pero de las plataformas nadie se acuerda.