/ lunes 3 de diciembre de 2018

Los últimos seis años

Aquellas manifestaciones y protestas reprimidas el primero de diciembre de 2012, parecían vislumbrar lo que sería una de las administraciones más terribles de la historia moderna del país. Peña se ha ido, y su legado no debe esperar el tamiz del tiempo para ser leído con objetividad, las cifras están ahí; el sentimiento de la ciudadanía está ahí, pero sobre todo, la pobreza, la desigualdad y la violencia están ahí para constatar lo que ha sido un periodo sombrío.

La historia comenzó con la mancha de corrupción, con un grito de hartazgo encumbrado en #yosoy132, y con una investigación sobre la entrega de tarjetas Monex como instrumento de compra del voto. El sexenio comenzaba cargando la pesada lápida de una historia inconclusa en Atenco, una que años más tarde, aun siendo Peña Nieto Presidente, sería retratada crudamente ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

Fueron 6 años en los que el precio de las gasolinas se disparó casi al doble con un aumento cercano al 90%. De la canasta básica hay mucho que decir; mientras en 2012, un kilo de aguacate costaba 20 pesos, hoy es imposible encontrarlo en menos de 40 pesos. Otros productos corrieron la misma suerte, la naranja por ejemplo, tuvo un aumento del 733%, el huevo del 221%, la tortilla y el maíz del 118%, la leche un 46%.

En ese tiempo, la depreciación de 54.77% del peso frente al dólar, y el incremento a los energéticos de hasta 52.87%, así como una tasa de inflación que devoró los aumentos salariales, acabaron con cualquier esperanza de un mejor futuro.

Por si ese panorama no fuera desolador; la administración de Peña Nieto no pudo detener la violencia que aquejó al país, incluso habiendo sido una de sus principales promesas de campaña, el cierre del sexenio dejó más de 125 mil muertos, cifra que supera los 103 mil ejecutados de su antecesor, Felipe Calderón Hinojosa. La violencia afectó particularmente a las mujeres, casi 20 mil feminicidios fueron señalados por organizaciones civiles, aunque sólo el 24% de éstos, llegó a convertirse en una investigación para las autoridades.

Estos 6 años destacan terriblemente por la crisis de derechos humanos en la que se hundió el país. Ayotzinapá, Tlatlaya, son apenas el epítome de casi un millón de denuncias de violaciones a los derechos humanos en este periodo. La crisis ha sido tan severa, que a nivel internacional, México fue explícitamente reprobado en materia de protección de los derechos humanos, recibiendo de los órganos y procedimientos especiales de los sistemas universal e interamericano de derechos humanos continúas recomendaciones para cumplir con sus compromisos internacionales en la materia, a lo que Peña simplemente precisó desestimar y descalificar.

Sin embargo, parece ser que los escándalos de corrupción e impunidad, han sido el auténtico sello de este sexenio. Desde la Casa Blanca, la casa de Malinalco, los contratos con Odebrecht, la Estafa Maestra, hasta los mismísimos actos de corrupción que marcaron a varios gobiernos priistas en los Estados; corrupción e impunidad se enquistaron en el sistema político y definieron lo que el regreso del “nuevo PRI”, significa en la historia moderna del país.

Desde aquel intento de gobernabilidad llamado el “Pacto por México”, pasando por el publicitado “Mexican Moment”, y las llamadas “reformas estructurales” de las que nunca se logró efecto positivo alguno, hasta la catástrofe que llevó a convertir a Peña en el Presidente saliente, peor evaluado del país en las últimas décadas, presenciamos el fin de una pesadilla.

Aquellas manifestaciones y protestas reprimidas el primero de diciembre de 2012, parecían vislumbrar lo que sería una de las administraciones más terribles de la historia moderna del país. Peña se ha ido, y su legado no debe esperar el tamiz del tiempo para ser leído con objetividad, las cifras están ahí; el sentimiento de la ciudadanía está ahí, pero sobre todo, la pobreza, la desigualdad y la violencia están ahí para constatar lo que ha sido un periodo sombrío.

La historia comenzó con la mancha de corrupción, con un grito de hartazgo encumbrado en #yosoy132, y con una investigación sobre la entrega de tarjetas Monex como instrumento de compra del voto. El sexenio comenzaba cargando la pesada lápida de una historia inconclusa en Atenco, una que años más tarde, aun siendo Peña Nieto Presidente, sería retratada crudamente ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

Fueron 6 años en los que el precio de las gasolinas se disparó casi al doble con un aumento cercano al 90%. De la canasta básica hay mucho que decir; mientras en 2012, un kilo de aguacate costaba 20 pesos, hoy es imposible encontrarlo en menos de 40 pesos. Otros productos corrieron la misma suerte, la naranja por ejemplo, tuvo un aumento del 733%, el huevo del 221%, la tortilla y el maíz del 118%, la leche un 46%.

En ese tiempo, la depreciación de 54.77% del peso frente al dólar, y el incremento a los energéticos de hasta 52.87%, así como una tasa de inflación que devoró los aumentos salariales, acabaron con cualquier esperanza de un mejor futuro.

Por si ese panorama no fuera desolador; la administración de Peña Nieto no pudo detener la violencia que aquejó al país, incluso habiendo sido una de sus principales promesas de campaña, el cierre del sexenio dejó más de 125 mil muertos, cifra que supera los 103 mil ejecutados de su antecesor, Felipe Calderón Hinojosa. La violencia afectó particularmente a las mujeres, casi 20 mil feminicidios fueron señalados por organizaciones civiles, aunque sólo el 24% de éstos, llegó a convertirse en una investigación para las autoridades.

Estos 6 años destacan terriblemente por la crisis de derechos humanos en la que se hundió el país. Ayotzinapá, Tlatlaya, son apenas el epítome de casi un millón de denuncias de violaciones a los derechos humanos en este periodo. La crisis ha sido tan severa, que a nivel internacional, México fue explícitamente reprobado en materia de protección de los derechos humanos, recibiendo de los órganos y procedimientos especiales de los sistemas universal e interamericano de derechos humanos continúas recomendaciones para cumplir con sus compromisos internacionales en la materia, a lo que Peña simplemente precisó desestimar y descalificar.

Sin embargo, parece ser que los escándalos de corrupción e impunidad, han sido el auténtico sello de este sexenio. Desde la Casa Blanca, la casa de Malinalco, los contratos con Odebrecht, la Estafa Maestra, hasta los mismísimos actos de corrupción que marcaron a varios gobiernos priistas en los Estados; corrupción e impunidad se enquistaron en el sistema político y definieron lo que el regreso del “nuevo PRI”, significa en la historia moderna del país.

Desde aquel intento de gobernabilidad llamado el “Pacto por México”, pasando por el publicitado “Mexican Moment”, y las llamadas “reformas estructurales” de las que nunca se logró efecto positivo alguno, hasta la catástrofe que llevó a convertir a Peña en el Presidente saliente, peor evaluado del país en las últimas décadas, presenciamos el fin de una pesadilla.