/ domingo 3 de febrero de 2019

LXXX Aniversario del INAH

Hoy México conmemora el octagésimo aniversario de una de sus instituciones culturales más emblemáticas: el Instituto Nacional de Antropología e Historia, cuya fundación tuvo lugar justamente el 3 de febrero de 1939.

Sus antecedentes institucionales decimonónicos nos remontan al Museo Nacional Mexicano, establecido en 1825 por el presidente Guadalupe Victoria para recolectar y preservar las antigüedades mexicanas, y al Museo Público de Historia Natural, Arqueología e Historia, que ordenara crear el emperador Maximiliano de Habsburgo en la sede del Palacio Nacional. Museo este último concebido como reservorio para conservar, a su vez, diversas colecciones tanto de ciencia como de arte prehispánico y que en 1909, en ocasión de los festejos del centenario de la independencia, fue biseccionado. Por un lado, dando lugar al Museo de Historia Natural, por el otro, al Museo Nacional de Arqueología y Etnografía. No obstante, desde una perspectiva conceptual y orgánica, sus antecedentes inmediatos son la Dirección de Estudios Arqueológicos y Etnográficos -establecida en 1917 como parte de la Secretaría de Agricultura y Fomento que en 1918 toma el nombre de Dirección de Antropología y en 1925 se integra a la Secretaría de Educación Pública (SEP)- y la Dirección de Arqueología, que en 1930 se unió a la Inspección General de Monumentos y dio con ello lugar al Departamento de Monumentos Artísticos, Arqueológicos e Históricos de la SEP.

Sin embargo, la creación del INAH no sería solo el nacimiento de un nuevo organismo meramente de preservación cultural. Lo que el INAH significó desde el primer momento fue la posibilidad de hacer realidad el proyecto prioritario a cargo del Estado en busca de impulsar tanto la conservación, protección, restauración y recuperación del patrimonio cultural arqueológico, histórico y paleontológico de nuestro país, como la investigación científica sobre antropología e historia, arqueología y etnografía, relacionadas con la población nacional. Objetivos para los cuales el Instituto estaría facultado y obligado en aplicar normas en las materias de su competencia; en proponer reglamentos, otorgar permisos y dirigir las labores de restauración y conservación de los monumentos arqueológicos e históricos; en proponer la celebración de acuerdos entre las autoridades de los diversos órdenes de gobierno y elaboración de manuales y cartillas para la protección de dicho patrimonio, así como las declaratorias de zonas y monumentos arqueológicos e históricos y de restos paleontológicos, de los cuales debería desarrollar el registro público correspondiente, así como los catálogos del patrimonio histórico nacional perteneciente al dominio de la nación y al de particulares, así como el de las zonas y monumentos arqueológicos e históricos y carta arqueológica de la República Mexicana. Tareas a las que se sumaría la publicación de obras especializadas en dichos campos; la integración de consejos consultivos estatales para proteger dicho patrimonio nacional; la intervención para lograr la devolución de bienes arqueológicos o históricos en el extranjero, así como la impartición de la enseñanza en las áreas de antropología e historia, conservación, restauración y museografía en los niveles técnico-profesional, profesional y de posgrado.

De esta forma, el entonces presidente de la República, general Lázaro Cárdenas, lograba reconocer e institucionalizar la nueva visión que el Estado de la Nación mexicana: un México plural, pero ante todo indígena. Elemento esencial al que se le reconocía no solo como parte de nuestro pasado sino como un agente vivo de nuestra realidad esencial nacional. Y algo más, fundamental: el INAH se convertía en el primer órgano especializado a través del cual se habría de implementar una política cultural estatal, dotado de un marco jurídico propio, cuya finalidad principal devendría en el fortalecimiento y consolidación de nuestra identidad nacional. Pocos años después daría a luz a nuevas instituciones, tan emblemáticas como ella, baste citar tres de ellas en particular: el Museo Nacional de Antropología, la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía “Manuel del Castillo Negrete” y ante todo la Escuela Nacional de Antropología e Historia.

Al día de hoy el padrón de museos supera el centenar, hay contabilizados más de 110 mil monumentos históricos y más de 29 mil zonas arqueológicas, aunque se calcula que el número de éstas supera los doscientos mil, a los que se suman los centros regionales que tiene distribuidos en todo el territorio nacional y muchas nuevas instituciones especializadas más, como es el caso de su Fonoteca, haciendo del INAH un referente cultural mundial.

No obstante, a ocho décadas de que el ilustre Alfonso Caso llegara como primer director del INAH, el reto actual que enfrenta, rumbo a su primer centenario, es que no siempre los que han llegado a conducirla o a legislar en la materia, tienen el conocimiento necesario y mucho menos el compromiso que una institución de semejante envergadura requiere. Algunos en las últimas décadas han desnaturalizado su misión y han propiciado y fomentado la explotación comercial indiscriminada de nuestro patrimonio arqueológico e histórico. Otros, en días recientes, desde la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados tachan de arcaica y obsoleta su regulación.

El llamado a todos ellos, presentes y futuros, como todos en general, es a volver los ojos a nuestro pasado reciente. A revisar los postulados que dieron origen al INAH y, sobre todo, a que conozcamos más de nuestro pasado, de nuestra realidad y de México. Nuestra herencia cultural y la Nación así nos los demandan.

bettyzanolli@gmail.com\u0009\u0009\u0009@BettyZanolli


Hoy México conmemora el octagésimo aniversario de una de sus instituciones culturales más emblemáticas: el Instituto Nacional de Antropología e Historia, cuya fundación tuvo lugar justamente el 3 de febrero de 1939.

Sus antecedentes institucionales decimonónicos nos remontan al Museo Nacional Mexicano, establecido en 1825 por el presidente Guadalupe Victoria para recolectar y preservar las antigüedades mexicanas, y al Museo Público de Historia Natural, Arqueología e Historia, que ordenara crear el emperador Maximiliano de Habsburgo en la sede del Palacio Nacional. Museo este último concebido como reservorio para conservar, a su vez, diversas colecciones tanto de ciencia como de arte prehispánico y que en 1909, en ocasión de los festejos del centenario de la independencia, fue biseccionado. Por un lado, dando lugar al Museo de Historia Natural, por el otro, al Museo Nacional de Arqueología y Etnografía. No obstante, desde una perspectiva conceptual y orgánica, sus antecedentes inmediatos son la Dirección de Estudios Arqueológicos y Etnográficos -establecida en 1917 como parte de la Secretaría de Agricultura y Fomento que en 1918 toma el nombre de Dirección de Antropología y en 1925 se integra a la Secretaría de Educación Pública (SEP)- y la Dirección de Arqueología, que en 1930 se unió a la Inspección General de Monumentos y dio con ello lugar al Departamento de Monumentos Artísticos, Arqueológicos e Históricos de la SEP.

Sin embargo, la creación del INAH no sería solo el nacimiento de un nuevo organismo meramente de preservación cultural. Lo que el INAH significó desde el primer momento fue la posibilidad de hacer realidad el proyecto prioritario a cargo del Estado en busca de impulsar tanto la conservación, protección, restauración y recuperación del patrimonio cultural arqueológico, histórico y paleontológico de nuestro país, como la investigación científica sobre antropología e historia, arqueología y etnografía, relacionadas con la población nacional. Objetivos para los cuales el Instituto estaría facultado y obligado en aplicar normas en las materias de su competencia; en proponer reglamentos, otorgar permisos y dirigir las labores de restauración y conservación de los monumentos arqueológicos e históricos; en proponer la celebración de acuerdos entre las autoridades de los diversos órdenes de gobierno y elaboración de manuales y cartillas para la protección de dicho patrimonio, así como las declaratorias de zonas y monumentos arqueológicos e históricos y de restos paleontológicos, de los cuales debería desarrollar el registro público correspondiente, así como los catálogos del patrimonio histórico nacional perteneciente al dominio de la nación y al de particulares, así como el de las zonas y monumentos arqueológicos e históricos y carta arqueológica de la República Mexicana. Tareas a las que se sumaría la publicación de obras especializadas en dichos campos; la integración de consejos consultivos estatales para proteger dicho patrimonio nacional; la intervención para lograr la devolución de bienes arqueológicos o históricos en el extranjero, así como la impartición de la enseñanza en las áreas de antropología e historia, conservación, restauración y museografía en los niveles técnico-profesional, profesional y de posgrado.

De esta forma, el entonces presidente de la República, general Lázaro Cárdenas, lograba reconocer e institucionalizar la nueva visión que el Estado de la Nación mexicana: un México plural, pero ante todo indígena. Elemento esencial al que se le reconocía no solo como parte de nuestro pasado sino como un agente vivo de nuestra realidad esencial nacional. Y algo más, fundamental: el INAH se convertía en el primer órgano especializado a través del cual se habría de implementar una política cultural estatal, dotado de un marco jurídico propio, cuya finalidad principal devendría en el fortalecimiento y consolidación de nuestra identidad nacional. Pocos años después daría a luz a nuevas instituciones, tan emblemáticas como ella, baste citar tres de ellas en particular: el Museo Nacional de Antropología, la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía “Manuel del Castillo Negrete” y ante todo la Escuela Nacional de Antropología e Historia.

Al día de hoy el padrón de museos supera el centenar, hay contabilizados más de 110 mil monumentos históricos y más de 29 mil zonas arqueológicas, aunque se calcula que el número de éstas supera los doscientos mil, a los que se suman los centros regionales que tiene distribuidos en todo el territorio nacional y muchas nuevas instituciones especializadas más, como es el caso de su Fonoteca, haciendo del INAH un referente cultural mundial.

No obstante, a ocho décadas de que el ilustre Alfonso Caso llegara como primer director del INAH, el reto actual que enfrenta, rumbo a su primer centenario, es que no siempre los que han llegado a conducirla o a legislar en la materia, tienen el conocimiento necesario y mucho menos el compromiso que una institución de semejante envergadura requiere. Algunos en las últimas décadas han desnaturalizado su misión y han propiciado y fomentado la explotación comercial indiscriminada de nuestro patrimonio arqueológico e histórico. Otros, en días recientes, desde la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados tachan de arcaica y obsoleta su regulación.

El llamado a todos ellos, presentes y futuros, como todos en general, es a volver los ojos a nuestro pasado reciente. A revisar los postulados que dieron origen al INAH y, sobre todo, a que conozcamos más de nuestro pasado, de nuestra realidad y de México. Nuestra herencia cultural y la Nación así nos los demandan.

bettyzanolli@gmail.com\u0009\u0009\u0009@BettyZanolli