/ domingo 18 de febrero de 2018

Maestros de Calidad

La formación y el desarrollo profesional de maestros constituyen otro de los consensos más sólidos en torno al objetivo de alcanzar una educación de calidad. Con docentes sólidamente formados, preparados y actualizados, podremos hacer frente al gran reto que implica que los niños y jóvenes obtengan aprendizajes orientados a fortalecer su progreso integral.

Hace dos semanas, el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) presentó las conclusiones del estudio “La Educación Normal en México. Elementos para su análisis”, en el que da cuenta de los factores que se deben atender, si es que en verdad queremos alcanzar el objetivo de la calidad educativa.

A pesar de las aportaciones que dicho documento ofrece, éste no ha recibido la debida importancia. Y, justo ahora que el futuro de la educación está en vilo -pues terminó por convertirse en tema de disputa político electoral-, quisiera llamar la atención sobre algunos puntos que son clave, independientemente del candidato que gane la elección presidencial.

El tema de las escuelas normales es muy complejo. Para empezar, las hay tanto públicas como privadas, también están las superiores, experimentales, rurales y urbanas, y cada una tiene desde estrategias educativas y curriculares distintas, hasta matrículas, perfiles de alumnos y entornos contradictorios.

El punto de la investigación es que las normales deben acceder a suficientes recursos que favorezcan su desarrollo y en esta medida puedan entregar mejores resultados. Sin dejar de reconocer la importancia del estudio citado, quiero comentar que, habría sido muy valioso el análisis sobre la evolución del financiamiento a dichas instituciones, pues esto nos ofrecería una visión del lugar que ocupan en las prioridades de la política educativa. Igualmente, los avances que hay en la rendición de cuentas y la transparencia en el uso de los recursos públicos.

Pero cuando se concluye que las normales están debilitadas en su autonomía, en sus trayectos formativos, en su planta académica, con programas de estudio de baja calidad y desfasados de la realidad, que registran una dramática reducción de la matrícula, que no están formando suficientes docentes para la atención de niños indígenas ni para quienes requieren de educación especial y que no existen diagnósticos de sus necesidades particulares -en un universo de 460 planteles públicos y privados-, entonces debemos asumir que estas instituciones viven una severa crisis.

Con lo planteado hasta aquí, es evidente la incongruencia de los esfuerzos gubernamentales por dar prioridad al logro de una educación de calidad y la situación que vive el normalismo mexicano.

Las escuelas normales han sido y seguirán siendo el gran pilar para la formación de maestros; por esta razón, su fortalecimiento, reorganización y modernización también deben ser parte esencial de la Política Educativa de Estado que abordé en mi anterior columna.

Si bien a nuestros niños y jóvenes se les debe garantizar su derecho humano a una educación de calidad con equidad; nuestros futuros docentes también deben contar con escuelas normales dignas, equipadas, planes y currículas modernas, infraestructura y entornos seguros, que en conjunto hagan más amenos los aprendizajes y los conocimientos que más tarde transmitirán a sus alumnos.

Los maestros son los actores clave para cualquier medida destinada a mejorar la educación, Por lo tanto, deben tener garantizada una formación de calidad. Solo así, el normalismo podrá estar a la altura de nuestros desafíos.

*Presidente de la Academia Mexicana de Educación


La formación y el desarrollo profesional de maestros constituyen otro de los consensos más sólidos en torno al objetivo de alcanzar una educación de calidad. Con docentes sólidamente formados, preparados y actualizados, podremos hacer frente al gran reto que implica que los niños y jóvenes obtengan aprendizajes orientados a fortalecer su progreso integral.

Hace dos semanas, el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) presentó las conclusiones del estudio “La Educación Normal en México. Elementos para su análisis”, en el que da cuenta de los factores que se deben atender, si es que en verdad queremos alcanzar el objetivo de la calidad educativa.

A pesar de las aportaciones que dicho documento ofrece, éste no ha recibido la debida importancia. Y, justo ahora que el futuro de la educación está en vilo -pues terminó por convertirse en tema de disputa político electoral-, quisiera llamar la atención sobre algunos puntos que son clave, independientemente del candidato que gane la elección presidencial.

El tema de las escuelas normales es muy complejo. Para empezar, las hay tanto públicas como privadas, también están las superiores, experimentales, rurales y urbanas, y cada una tiene desde estrategias educativas y curriculares distintas, hasta matrículas, perfiles de alumnos y entornos contradictorios.

El punto de la investigación es que las normales deben acceder a suficientes recursos que favorezcan su desarrollo y en esta medida puedan entregar mejores resultados. Sin dejar de reconocer la importancia del estudio citado, quiero comentar que, habría sido muy valioso el análisis sobre la evolución del financiamiento a dichas instituciones, pues esto nos ofrecería una visión del lugar que ocupan en las prioridades de la política educativa. Igualmente, los avances que hay en la rendición de cuentas y la transparencia en el uso de los recursos públicos.

Pero cuando se concluye que las normales están debilitadas en su autonomía, en sus trayectos formativos, en su planta académica, con programas de estudio de baja calidad y desfasados de la realidad, que registran una dramática reducción de la matrícula, que no están formando suficientes docentes para la atención de niños indígenas ni para quienes requieren de educación especial y que no existen diagnósticos de sus necesidades particulares -en un universo de 460 planteles públicos y privados-, entonces debemos asumir que estas instituciones viven una severa crisis.

Con lo planteado hasta aquí, es evidente la incongruencia de los esfuerzos gubernamentales por dar prioridad al logro de una educación de calidad y la situación que vive el normalismo mexicano.

Las escuelas normales han sido y seguirán siendo el gran pilar para la formación de maestros; por esta razón, su fortalecimiento, reorganización y modernización también deben ser parte esencial de la Política Educativa de Estado que abordé en mi anterior columna.

Si bien a nuestros niños y jóvenes se les debe garantizar su derecho humano a una educación de calidad con equidad; nuestros futuros docentes también deben contar con escuelas normales dignas, equipadas, planes y currículas modernas, infraestructura y entornos seguros, que en conjunto hagan más amenos los aprendizajes y los conocimientos que más tarde transmitirán a sus alumnos.

Los maestros son los actores clave para cualquier medida destinada a mejorar la educación, Por lo tanto, deben tener garantizada una formación de calidad. Solo así, el normalismo podrá estar a la altura de nuestros desafíos.

*Presidente de la Academia Mexicana de Educación