/ sábado 16 de mayo de 2020

Magnicidio en Tlaxcalantongo

El Diario Oficial de la Federación consigna el 21 de mayo como fecha de luto para toda la nación. Nuestra bandera deberá izarse a media asta y quienes han profundizado en el estudio de los hechos históricos saben que hace 100 años el presidente Venustiano Carranza -uno de los sólidos pilares de la Revolución Mexicana- encontró la muerte en una pequeña localidad de la sierra poblana llamada TLAXCALANTONGO, cuando fue acribillado por órdenes de quien fingía custodiarlo, Rodolfo Herrero.

Del oscuro jacal donde murió, el cadáver de don Venustiano Carranza fue trasladado a la Ciudad de México y fue sepultado en el Panteón Civil de Dolores. La patria jamás acabará de reconocer la enorme importancia de su avanzada obra política que nos dio a los mexicanos la certidumbre de un proyecto de gobierno a través de su Constitución Política.

Las primeras elecciones generales, después del triunfo de la lucha armada, pudieron realizarse gracias al apoyo moral y legal de nuestra Carta Magna. Y debido a la aguda visión de estadista del presidente Carranza, el movimiento armado que derrocó al régimen dictatorial en 1910 encontró su cauce hacia la consolidación de la paz y al establecimiento del orden legal.

El Primer Jefe –como llamaban al presidente Carranza- luchó contra el usurpador Victoriano Huerta; creó el Ejército Constitucionalista que sería la base del Ministerio de Guerra y Marina; empeñado en el fortalecimiento institucional sostuvo enconada lucha contra fracciones rebeldes; firme defensor de la soberanía nacional exigió al gobierno de los Estados Unidos la desocupación de Veracruz y, siempre conciliador, rebasando las preferencias y los intereses de grupos, con una clara vocación social que recogía las aspiraciones de los trabajadores del campo, buscó el entendimiento con Emiliano Zapata y Francisco Villa, otros dos baluartes del movimiento revolucionario.

En 1920, el territorio nacional todavía era el escenario de la pasión y la inconformidad de grupos y facciones. El afán caudillista debilitaba la unidad y el orden. Desde Sonora, uno de esos grupos se cobijó en el Plan de Agua Prieta para desconocer al gobierno legítimo de don Venustiano Carranza.

El general Obregón, siempre rebelde, logró el apoyo de diversos gobernadores, el respaldo de amplios sectores populares y contaba con el respaldo del Partido Liberal Constitucionalista y del entonces recién fundado Partido Laborista, que lanzó su candidatura, con lo que Obregón inició una intensa campaña política por toda la República y consolidó una clara ventaja electoral, lo cual preocupó los planes de Carranza.

Don Venustiano promovió un movimiento tendiente a perturbar la campaña que como candidato realizaba Obregón, llegando a acusarlo de rebelde y llamándolo a comparecer ante un jurado para responder a los cargos de rebeldía. Al mismo tiempo, Adolfo de la Huerta y Plutarco Elías Calles entraban en conflicto desde Sonora y se enfrentaban al presidente Carranza a quien acusaban de violar la soberanía de los Estados de la federación.

La pugna culminó con la proclamación el 23 de abril de 1920 del Plan de Agua Prieta, formulado por Luis L. León y Gilberto Valenzuela y avalado por Calles, de la Huerta y Obregón; por los zapatistas y los obreros más activos; por la casi totalidad del ejército y los funcionarios estatales. Este moviendo también fue conocido como “La Huelga de los Generales”.

En 1920, Carranza buscó imponer como presidente de la República a un civil, el Ing. Ignacio Bonillas, pues ya para entonces era contrario a la ideología política mostrada por Álvaro Obregón y se encontraba desilusionado por la actitud de Pablo González Garza. Dicha actitud, causó una revuelta encabezada por el ambicioso Obregón, quien desconoció a Bonillas y se sublevó en su contra al amparo del Plan de Agua Prieta y de Plutarco Elías Calles y Adolfo de la Huerta, por un lado, y González, por el otro.

Cuando ambos bandos obtuvieron el apoyo de la mayor parte del ejército, Carranza decidió trasladar la sede del gobierno nacional al puerto de Veracruz, donde ya había permanecido durante la guerra con Villa, de esa forma saldría con todo su gabinete y sus familias, su mobiliario no solo personal sino de algunas de las secretarías del gobierno, más pertrechos de guerra, y los fondos del Gobierno Federal: grandes cantidades de monedas de plata y oro, billetes y barras de oro y plata que había en la Tesorería.

Al arribar a Tlaxcalantongo para descansar, Carranza se ubicó en un oscuro jacal de una pequeña localidad de la sierra poblana, donde fue sorprendido por Rodolfo Herrero. El historiador Arnoldo Bracamontes narra que Herrero actuaba bajo las órdenes de Obregón. Y agrega que, una vez muerto Carranza, el erario público fue contado minuciosamente, y custodiado de regreso a la Ciudad de México por un joven pagador y aprendiz de Contador llamado Adolfo Ruiz Cortines.

Era el 21 de mayo de 1920. Día de luto en la conciencia nacional.


Premio Primera Plana

Fundador de Notimex

pacofonn@yahoo.com.mx


El Diario Oficial de la Federación consigna el 21 de mayo como fecha de luto para toda la nación. Nuestra bandera deberá izarse a media asta y quienes han profundizado en el estudio de los hechos históricos saben que hace 100 años el presidente Venustiano Carranza -uno de los sólidos pilares de la Revolución Mexicana- encontró la muerte en una pequeña localidad de la sierra poblana llamada TLAXCALANTONGO, cuando fue acribillado por órdenes de quien fingía custodiarlo, Rodolfo Herrero.

Del oscuro jacal donde murió, el cadáver de don Venustiano Carranza fue trasladado a la Ciudad de México y fue sepultado en el Panteón Civil de Dolores. La patria jamás acabará de reconocer la enorme importancia de su avanzada obra política que nos dio a los mexicanos la certidumbre de un proyecto de gobierno a través de su Constitución Política.

Las primeras elecciones generales, después del triunfo de la lucha armada, pudieron realizarse gracias al apoyo moral y legal de nuestra Carta Magna. Y debido a la aguda visión de estadista del presidente Carranza, el movimiento armado que derrocó al régimen dictatorial en 1910 encontró su cauce hacia la consolidación de la paz y al establecimiento del orden legal.

El Primer Jefe –como llamaban al presidente Carranza- luchó contra el usurpador Victoriano Huerta; creó el Ejército Constitucionalista que sería la base del Ministerio de Guerra y Marina; empeñado en el fortalecimiento institucional sostuvo enconada lucha contra fracciones rebeldes; firme defensor de la soberanía nacional exigió al gobierno de los Estados Unidos la desocupación de Veracruz y, siempre conciliador, rebasando las preferencias y los intereses de grupos, con una clara vocación social que recogía las aspiraciones de los trabajadores del campo, buscó el entendimiento con Emiliano Zapata y Francisco Villa, otros dos baluartes del movimiento revolucionario.

En 1920, el territorio nacional todavía era el escenario de la pasión y la inconformidad de grupos y facciones. El afán caudillista debilitaba la unidad y el orden. Desde Sonora, uno de esos grupos se cobijó en el Plan de Agua Prieta para desconocer al gobierno legítimo de don Venustiano Carranza.

El general Obregón, siempre rebelde, logró el apoyo de diversos gobernadores, el respaldo de amplios sectores populares y contaba con el respaldo del Partido Liberal Constitucionalista y del entonces recién fundado Partido Laborista, que lanzó su candidatura, con lo que Obregón inició una intensa campaña política por toda la República y consolidó una clara ventaja electoral, lo cual preocupó los planes de Carranza.

Don Venustiano promovió un movimiento tendiente a perturbar la campaña que como candidato realizaba Obregón, llegando a acusarlo de rebelde y llamándolo a comparecer ante un jurado para responder a los cargos de rebeldía. Al mismo tiempo, Adolfo de la Huerta y Plutarco Elías Calles entraban en conflicto desde Sonora y se enfrentaban al presidente Carranza a quien acusaban de violar la soberanía de los Estados de la federación.

La pugna culminó con la proclamación el 23 de abril de 1920 del Plan de Agua Prieta, formulado por Luis L. León y Gilberto Valenzuela y avalado por Calles, de la Huerta y Obregón; por los zapatistas y los obreros más activos; por la casi totalidad del ejército y los funcionarios estatales. Este moviendo también fue conocido como “La Huelga de los Generales”.

En 1920, Carranza buscó imponer como presidente de la República a un civil, el Ing. Ignacio Bonillas, pues ya para entonces era contrario a la ideología política mostrada por Álvaro Obregón y se encontraba desilusionado por la actitud de Pablo González Garza. Dicha actitud, causó una revuelta encabezada por el ambicioso Obregón, quien desconoció a Bonillas y se sublevó en su contra al amparo del Plan de Agua Prieta y de Plutarco Elías Calles y Adolfo de la Huerta, por un lado, y González, por el otro.

Cuando ambos bandos obtuvieron el apoyo de la mayor parte del ejército, Carranza decidió trasladar la sede del gobierno nacional al puerto de Veracruz, donde ya había permanecido durante la guerra con Villa, de esa forma saldría con todo su gabinete y sus familias, su mobiliario no solo personal sino de algunas de las secretarías del gobierno, más pertrechos de guerra, y los fondos del Gobierno Federal: grandes cantidades de monedas de plata y oro, billetes y barras de oro y plata que había en la Tesorería.

Al arribar a Tlaxcalantongo para descansar, Carranza se ubicó en un oscuro jacal de una pequeña localidad de la sierra poblana, donde fue sorprendido por Rodolfo Herrero. El historiador Arnoldo Bracamontes narra que Herrero actuaba bajo las órdenes de Obregón. Y agrega que, una vez muerto Carranza, el erario público fue contado minuciosamente, y custodiado de regreso a la Ciudad de México por un joven pagador y aprendiz de Contador llamado Adolfo Ruiz Cortines.

Era el 21 de mayo de 1920. Día de luto en la conciencia nacional.


Premio Primera Plana

Fundador de Notimex

pacofonn@yahoo.com.mx