/ jueves 31 de diciembre de 2020

Malos augurios

Por Pedro Peñaloza


No es libre quien se ríe de sus cadenas.

G. E. Lessing


El gobierno de López Obrador entra a su tercer año. Sus promesas de campaña se diluyen en la espesa bruma de la demagogia. El candidato furibundo crítico de lo que él llamó la “mafia del poder”, resultó ser un dócil defensor de los privilegios de la minoría más rica del país. Lejos de disminuir sus opulencias los convirtió en su “comité asesor”. Su reiterada declaración de no aumentar impuestos deja tranquilos a los potentados y sella su alianza.

Quedaron atrás sus enfáticos discursos de retirar a las fuerzas armadas de las actividades de seguridad pública. Ni los retiró y sí elevó a rango constitucional su participación abierta y legal en acciones que contravienen su naturaleza. Además, convirtió al Ejército y la Marina en los multiusos del gobierno. Construyen un aeropuerto, cuidan las fronteras, los disfraza de Guardia Civil, contienen migrantes, reparten vacunas, por mencionar sólo algunas actividades. En tanto, las violencias se expanden sin freno alguno, bajo un Populismo punitivo vergonzoso, con auemtno de delitos de prisión preventiva oficiosa, violando normas internacionales y locales atestando las cárceles de pobres.

Su gobierno también falló en las promesas económicas, es más, llevó a la economía al decrecimiento. El Covid ha sido su justificación perfecta para el fracaso. El manejo que le ha dado a la pandemia ha sido un desastre. Minusvaloró los efectos del virus, llegó a la irresponsabilidad de introducir a la discusión pública pócimas mágicas y símbolos religiosos ante el contagio masivo. Llamó a “abrazarnos” como un rito protector; dejó a su suerte a micro y pequeños empresarios; despreció a millones de desempleados, a quienes no les otorgó ninguna ayuda que compensara su difícil circunstancia. Frente a la tragedia actual extendida por la segunda ola de contagio ha asumido una actitud sectaria y soberbia.

El candidato que prometió diálogo y apertura se ha convertido en un gobernante fundamentalista, cuyas homilías matutinas son la única verdad. Cualquier cuestionamiento a los dichos presidenciales convierte al crítico en “agente del conservadurismo” y “defensor del Neoliberalismo”. No hay diálogo con nadie distinto a su visión. Ha sido incapaz de reunirse con las fuerzas políticas del Congreso de la Unión. Para seguir en su línea, riño con los movimientos feministas

Su preocupación de hoy es conservar la mayoría del poder legislativo a como dé lugar. Declaró que “será vigilante de las elecciones”, atropellando a las instancias constitucionales con el aval del Tribunal Electoral Federal. Nada gratificante nos espera con un gobierno populista de derecha que, además, desprecia la educación, la cultura y la ciencia.

pedropenaloza@yahoo.com/Twitter: @pedro_penaloz

Por Pedro Peñaloza


No es libre quien se ríe de sus cadenas.

G. E. Lessing


El gobierno de López Obrador entra a su tercer año. Sus promesas de campaña se diluyen en la espesa bruma de la demagogia. El candidato furibundo crítico de lo que él llamó la “mafia del poder”, resultó ser un dócil defensor de los privilegios de la minoría más rica del país. Lejos de disminuir sus opulencias los convirtió en su “comité asesor”. Su reiterada declaración de no aumentar impuestos deja tranquilos a los potentados y sella su alianza.

Quedaron atrás sus enfáticos discursos de retirar a las fuerzas armadas de las actividades de seguridad pública. Ni los retiró y sí elevó a rango constitucional su participación abierta y legal en acciones que contravienen su naturaleza. Además, convirtió al Ejército y la Marina en los multiusos del gobierno. Construyen un aeropuerto, cuidan las fronteras, los disfraza de Guardia Civil, contienen migrantes, reparten vacunas, por mencionar sólo algunas actividades. En tanto, las violencias se expanden sin freno alguno, bajo un Populismo punitivo vergonzoso, con auemtno de delitos de prisión preventiva oficiosa, violando normas internacionales y locales atestando las cárceles de pobres.

Su gobierno también falló en las promesas económicas, es más, llevó a la economía al decrecimiento. El Covid ha sido su justificación perfecta para el fracaso. El manejo que le ha dado a la pandemia ha sido un desastre. Minusvaloró los efectos del virus, llegó a la irresponsabilidad de introducir a la discusión pública pócimas mágicas y símbolos religiosos ante el contagio masivo. Llamó a “abrazarnos” como un rito protector; dejó a su suerte a micro y pequeños empresarios; despreció a millones de desempleados, a quienes no les otorgó ninguna ayuda que compensara su difícil circunstancia. Frente a la tragedia actual extendida por la segunda ola de contagio ha asumido una actitud sectaria y soberbia.

El candidato que prometió diálogo y apertura se ha convertido en un gobernante fundamentalista, cuyas homilías matutinas son la única verdad. Cualquier cuestionamiento a los dichos presidenciales convierte al crítico en “agente del conservadurismo” y “defensor del Neoliberalismo”. No hay diálogo con nadie distinto a su visión. Ha sido incapaz de reunirse con las fuerzas políticas del Congreso de la Unión. Para seguir en su línea, riño con los movimientos feministas

Su preocupación de hoy es conservar la mayoría del poder legislativo a como dé lugar. Declaró que “será vigilante de las elecciones”, atropellando a las instancias constitucionales con el aval del Tribunal Electoral Federal. Nada gratificante nos espera con un gobierno populista de derecha que, además, desprecia la educación, la cultura y la ciencia.

pedropenaloza@yahoo.com/Twitter: @pedro_penaloz

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