/ sábado 9 de marzo de 2019

Mario, gracias por el fuego

Así cabeceó en mayo de 2009 un diario de Montevideo, al dar a conocer a sus lectores el sensible fallecimiento de uno de los poetas mayores del continente americano: Mario Benedetti. Sin duda la muerte del poeta impactó directo al corazón del pueblo.

Apresurados quienes vivían inmersos en su obra, querían que Mario lo supiera por boca de todos: él era insustituible. Cómo hay personajes que aman la vida sin confusiones ni arrepentimientos.

Querían que Mario lo supiera: su fuego creador era de todos. Su presencia, sus recuerdos, sus palabras han crecido, se han agigantado y resisten ahora el riguroso examen de la historia.

Mario Benedetti nació en Paso de los Toros (Tacuarembó, Uruguay) el 14 de septiembre de 1920, hijo de Brenno Benedetti y Matilde Farrugia, quienes, siguiendo sus costumbres italianas, lo bautizaron con cinco nombres familiares como Mario Orlando Hardy Hamlet Brenno Benedetti Farrugia.

Desde los catorce años trabajó en la empresa Will L. Smith, S. A., repuestos para automóviles. El 23 de marzo de 1946 contrajo matrimonio con Luz López Alegre, su gran amor y compañera de vida. Entre 1938 y 1941 residió casi continuamente en Buenos Aires, Argentina.

Mario Benedetti trabajó en múltiples oficios antes de 1945, año en que inició su actividad de periodista en La Mañana, El Diario, Tribuna Popular y el semanario Marcha, entre otros. En la obra de Mario Benedetti pueden diferenciarse al menos dos periodos marcados por sus circunstancias vitales, así como por los cambios sociales y políticos de Uruguay y el resto de América Latina. En el primero, Benedetti desarrolló una literatura realista de escasa experimentación formal, sobre el tema de la burocracia pública, a la cual él mismo pertenecía, y el espíritu pequeño burgués que la anima.

El gran éxito de sus libros poéticos y narrativos, desde los versos de Poemas de la oficina (1956) hasta los cuentos sobre la vida burocrática de Montevideanos (1959), se debió al reconocimiento de los lectores en el retrato social y en la crítica. Esta actitud tuvo como resultado un ensayo ácido y polémico: El país de la cola de paja (1960), y su consolidación literaria en dos novelas importantes: La tregua (1960), historia amorosa de fin trágico entre dos oficinistas, y Gracias por el fuego (1965), que constituye una crítica más amplia de la sociedad nacional, con la denuncia de la corrupción del periodismo como aparato de poder.

Años después sus obras se hicieron eco de la angustia y la esperanza de amplios sectores sociales por encontrar salidas socialistas a una América Latina subyugada por represiones militares. Durante más de diez años, Mario Benedetti vivió en Cuba, Perú y España como consecuencia de esta represión. Su literatura se hizo formalmente más audaz. Escribió una novela en verso, El cumpleaños de Juan Ángel (1971), así como cuentos fantásticos como los de La muerte y otras sorpresas (1968). Trató el tema del exilio en la novela Primavera con una esquina rota (1982) y se basó en su infancia y juventud para la novela autobiográfica La borra del café (1993).

El uso magnífico de la palabra, la pasión entrañable por la poesía, el ensayo, el cuento, la novela, los guiones cinematográficos, construyeron su destino verdadero. El poder que demostró hasta el final quizás fue proveniente de su espíritu creador. Por ello ese empeño por restar importancia a la muerte, admitiendo como un mal necesario su presencia ineludible en sus actos cotidianos.

Ni la actitud de menosprecio, ni siquiera las expresiones malévolas de contemporáneos suyos que lo obligaron a radicar en otras tierras causaron frustraciones en su estado de ánimo. Solo calma, aceptación serena de lo inevitable. Pero nada pudo disminuir su poder de convocatoria; y es que la estirpe de Benedetti tiene un origen semejante al de Prometeo, aquel héroe griego encadenado a una roca para que las aves de rapiña le devoraran las entrañas por haber cometido un delito contra los dioses: dar a los hombres el conocimiento del fuego.

Benedetti pudo tener una vida cómoda, ser un eficiente empleado comercial o un limitado burócrata, o un agudo tenedor de libros en Montevideo, pero su destino le impuso el sagrado quehacer de transmitir el fuego de la iluminación y la sabiduría a los seres humanos para que éstos pudieran alcanzar una nueva estatura moral.

Ochenta libros, los más altos premios internacionales, el reconocimiento de sus contemporáneos representan el grueso de su obra, toda una vida plena de generosidad y búsqueda incansable de la verdad y la belleza.

¿Murió Mario Benedetti? …. Solo el tiempo lo dirá. Yo pensaría que de alguna manera y en otra parte está aprendiendo a despertar de una espera infinita del alba. Sri Aurobindo, poeta y filósofo indio nacido en Calcuta en 1872, viene en mi ayuda para completar ese cometario con ocho palabras sagradas: “ahora soy libre en el silencio del espíritu”.

Premio Nacional de Periodismo 2018

pacofonn@yahoo.com.mx



Así cabeceó en mayo de 2009 un diario de Montevideo, al dar a conocer a sus lectores el sensible fallecimiento de uno de los poetas mayores del continente americano: Mario Benedetti. Sin duda la muerte del poeta impactó directo al corazón del pueblo.

Apresurados quienes vivían inmersos en su obra, querían que Mario lo supiera por boca de todos: él era insustituible. Cómo hay personajes que aman la vida sin confusiones ni arrepentimientos.

Querían que Mario lo supiera: su fuego creador era de todos. Su presencia, sus recuerdos, sus palabras han crecido, se han agigantado y resisten ahora el riguroso examen de la historia.

Mario Benedetti nació en Paso de los Toros (Tacuarembó, Uruguay) el 14 de septiembre de 1920, hijo de Brenno Benedetti y Matilde Farrugia, quienes, siguiendo sus costumbres italianas, lo bautizaron con cinco nombres familiares como Mario Orlando Hardy Hamlet Brenno Benedetti Farrugia.

Desde los catorce años trabajó en la empresa Will L. Smith, S. A., repuestos para automóviles. El 23 de marzo de 1946 contrajo matrimonio con Luz López Alegre, su gran amor y compañera de vida. Entre 1938 y 1941 residió casi continuamente en Buenos Aires, Argentina.

Mario Benedetti trabajó en múltiples oficios antes de 1945, año en que inició su actividad de periodista en La Mañana, El Diario, Tribuna Popular y el semanario Marcha, entre otros. En la obra de Mario Benedetti pueden diferenciarse al menos dos periodos marcados por sus circunstancias vitales, así como por los cambios sociales y políticos de Uruguay y el resto de América Latina. En el primero, Benedetti desarrolló una literatura realista de escasa experimentación formal, sobre el tema de la burocracia pública, a la cual él mismo pertenecía, y el espíritu pequeño burgués que la anima.

El gran éxito de sus libros poéticos y narrativos, desde los versos de Poemas de la oficina (1956) hasta los cuentos sobre la vida burocrática de Montevideanos (1959), se debió al reconocimiento de los lectores en el retrato social y en la crítica. Esta actitud tuvo como resultado un ensayo ácido y polémico: El país de la cola de paja (1960), y su consolidación literaria en dos novelas importantes: La tregua (1960), historia amorosa de fin trágico entre dos oficinistas, y Gracias por el fuego (1965), que constituye una crítica más amplia de la sociedad nacional, con la denuncia de la corrupción del periodismo como aparato de poder.

Años después sus obras se hicieron eco de la angustia y la esperanza de amplios sectores sociales por encontrar salidas socialistas a una América Latina subyugada por represiones militares. Durante más de diez años, Mario Benedetti vivió en Cuba, Perú y España como consecuencia de esta represión. Su literatura se hizo formalmente más audaz. Escribió una novela en verso, El cumpleaños de Juan Ángel (1971), así como cuentos fantásticos como los de La muerte y otras sorpresas (1968). Trató el tema del exilio en la novela Primavera con una esquina rota (1982) y se basó en su infancia y juventud para la novela autobiográfica La borra del café (1993).

El uso magnífico de la palabra, la pasión entrañable por la poesía, el ensayo, el cuento, la novela, los guiones cinematográficos, construyeron su destino verdadero. El poder que demostró hasta el final quizás fue proveniente de su espíritu creador. Por ello ese empeño por restar importancia a la muerte, admitiendo como un mal necesario su presencia ineludible en sus actos cotidianos.

Ni la actitud de menosprecio, ni siquiera las expresiones malévolas de contemporáneos suyos que lo obligaron a radicar en otras tierras causaron frustraciones en su estado de ánimo. Solo calma, aceptación serena de lo inevitable. Pero nada pudo disminuir su poder de convocatoria; y es que la estirpe de Benedetti tiene un origen semejante al de Prometeo, aquel héroe griego encadenado a una roca para que las aves de rapiña le devoraran las entrañas por haber cometido un delito contra los dioses: dar a los hombres el conocimiento del fuego.

Benedetti pudo tener una vida cómoda, ser un eficiente empleado comercial o un limitado burócrata, o un agudo tenedor de libros en Montevideo, pero su destino le impuso el sagrado quehacer de transmitir el fuego de la iluminación y la sabiduría a los seres humanos para que éstos pudieran alcanzar una nueva estatura moral.

Ochenta libros, los más altos premios internacionales, el reconocimiento de sus contemporáneos representan el grueso de su obra, toda una vida plena de generosidad y búsqueda incansable de la verdad y la belleza.

¿Murió Mario Benedetti? …. Solo el tiempo lo dirá. Yo pensaría que de alguna manera y en otra parte está aprendiendo a despertar de una espera infinita del alba. Sri Aurobindo, poeta y filósofo indio nacido en Calcuta en 1872, viene en mi ayuda para completar ese cometario con ocho palabras sagradas: “ahora soy libre en el silencio del espíritu”.

Premio Nacional de Periodismo 2018

pacofonn@yahoo.com.mx