/ martes 18 de diciembre de 2018

Masculinidad y Trump

Tras el malhumorado intercambio del martes entre Donald Trump y los líderes democrátas, parece bastante probable que el “tuitero en jefe” cierre el gobierno en un intento de conseguir financiamiento para su muro en la frontera con México. Esta posibilidad resulta sorprendente debido a que el muro es una idea bastante tonta.

¿De qué se trata? Nancy Pelosi, quien casi con toda seguridad será la próxima presidenta de la Cámara de Representantes, supuestamente les dijo a sus colegas que para Trump, el muro es una “cuestión de masculinidad”. Pareciera que así es, pero me dejó pensando. ¿Qué otras políticas ha motivado la inseguridad de Trump? ¿Qué motiva en general las políticas de este gobierno?

La respuesta a estas preguntas, en mi opinión, es que en realidad hay tres motivaciones principales detrás de las políticas trumpistas, que podemos etiquetar como: masculinidad, McConnell y el monís.

McConnell hace referencia a la agenda estándar del Partido Republicano, que básicamente está al servicio de los intereses de los grandes donadores, ya sean individuos ricos o corporaciones. Esta agenda consiste, en esencia, en recortes fiscales para la clase donante, con recortes a los programas sociales para compensar parte de los ingresos perdidos. También incluye desregulación, en especial para los contaminadores, pero también para las instituciones financieras y actores dudosos como las universidades privadas.

Durante la campaña de 2016, Trump se hizo pasar por otro tipo de republicano, uno que protegería la red de seguridad social y aumentaría los impuestos a los ricos. Sin embargo, una vez en el cargo, su política interior ha sido totalmente ortodoxa.

¿Y dónde queda la masculinidad? El muro es un ejemplo evidente. Lo delata el enfoque de la administración en cómo se verá el “enorme y hermoso muro”, en contraposición a lo que hará. Cuando la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza solicitó licitaciones a los contratistas, especificó que el muro fuera “físicamente imponente” y además que “el lado norte del muro (es decir, el lado que mira hacia Estados Unidos) debía ser estéticamente agradable”. No decía que la estructura debía llevar letreros que dijeran “EL MURO DE TRUMP”, pero tal vez se debió a un descuido.

No obstante, argumentaría que el deseo de Donald Trump de reafirmar su masculinidad también ocupa un lugar importante en otras áreas, principalmente en la política comercial.

¿Quién quiere una guerra comercial? Los intereses corporativos no. Es cierto, teniendo en cuenta cómo funciona el derecho mercantil estadounidense, un presidente puede tener una guerra comercial (a diferencia de, por ejemplo, un muro fronterizo) sin la aprobación del Congreso. Pero ¿cuál es la motivación de Trump? Bueno, ha hecho del comercio uno de sus temas característicos, y quiere afirmar que ha logrado cosas grandes.

Es muy revelador sobreque, incluso cuando deja las políticas básicamente como estaban, insiste en cambiarles el nombre. De esa forma puede ir por ahí haciendo como si el “Acuerdo entre México, Estados Unidos y Canadá” —o como Nancy Pelosi lo llama “el tratado comercial anteriormente conocido como Prince” en referencia a los muchos cambios de nombre del fallecido cantautor— es totalmente distinto del TLCAN, y que se ha anotado una gran victoria.

Tras el malhumorado intercambio del martes entre Donald Trump y los líderes democrátas, parece bastante probable que el “tuitero en jefe” cierre el gobierno en un intento de conseguir financiamiento para su muro en la frontera con México. Esta posibilidad resulta sorprendente debido a que el muro es una idea bastante tonta.

¿De qué se trata? Nancy Pelosi, quien casi con toda seguridad será la próxima presidenta de la Cámara de Representantes, supuestamente les dijo a sus colegas que para Trump, el muro es una “cuestión de masculinidad”. Pareciera que así es, pero me dejó pensando. ¿Qué otras políticas ha motivado la inseguridad de Trump? ¿Qué motiva en general las políticas de este gobierno?

La respuesta a estas preguntas, en mi opinión, es que en realidad hay tres motivaciones principales detrás de las políticas trumpistas, que podemos etiquetar como: masculinidad, McConnell y el monís.

McConnell hace referencia a la agenda estándar del Partido Republicano, que básicamente está al servicio de los intereses de los grandes donadores, ya sean individuos ricos o corporaciones. Esta agenda consiste, en esencia, en recortes fiscales para la clase donante, con recortes a los programas sociales para compensar parte de los ingresos perdidos. También incluye desregulación, en especial para los contaminadores, pero también para las instituciones financieras y actores dudosos como las universidades privadas.

Durante la campaña de 2016, Trump se hizo pasar por otro tipo de republicano, uno que protegería la red de seguridad social y aumentaría los impuestos a los ricos. Sin embargo, una vez en el cargo, su política interior ha sido totalmente ortodoxa.

¿Y dónde queda la masculinidad? El muro es un ejemplo evidente. Lo delata el enfoque de la administración en cómo se verá el “enorme y hermoso muro”, en contraposición a lo que hará. Cuando la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza solicitó licitaciones a los contratistas, especificó que el muro fuera “físicamente imponente” y además que “el lado norte del muro (es decir, el lado que mira hacia Estados Unidos) debía ser estéticamente agradable”. No decía que la estructura debía llevar letreros que dijeran “EL MURO DE TRUMP”, pero tal vez se debió a un descuido.

No obstante, argumentaría que el deseo de Donald Trump de reafirmar su masculinidad también ocupa un lugar importante en otras áreas, principalmente en la política comercial.

¿Quién quiere una guerra comercial? Los intereses corporativos no. Es cierto, teniendo en cuenta cómo funciona el derecho mercantil estadounidense, un presidente puede tener una guerra comercial (a diferencia de, por ejemplo, un muro fronterizo) sin la aprobación del Congreso. Pero ¿cuál es la motivación de Trump? Bueno, ha hecho del comercio uno de sus temas característicos, y quiere afirmar que ha logrado cosas grandes.

Es muy revelador sobreque, incluso cuando deja las políticas básicamente como estaban, insiste en cambiarles el nombre. De esa forma puede ir por ahí haciendo como si el “Acuerdo entre México, Estados Unidos y Canadá” —o como Nancy Pelosi lo llama “el tratado comercial anteriormente conocido como Prince” en referencia a los muchos cambios de nombre del fallecido cantautor— es totalmente distinto del TLCAN, y que se ha anotado una gran victoria.